Alan García: el animal político de Perú que vivió y murió acechado por la corrupción
Alan García supo moverse con habilidad sobre los resbaladizos terrenos de la política peruana. Figura central en su país durante los últimos 40 años, murió hoy, a los 69 años, luego de dispararse en la cabeza para evitar ser apresado en el marco del caso de Odebretch.
Dos características de García se destacan en la prensa peruana: su don innato para la política y su largo historial de corrupción. Según las encuestas, es el político más impopular de Perú, con un rechazo del 80%.
En su país todos recuerdan la "época de Alan", su primer gobierno (1985-1990), que dejó al país hundido en la peor crisis económica y social de su historia. Su política económica estuvo marcada por un severo control del tipo de cambio, la estatización de la banca y una inflación anual de más de 7600% en 1990.
Por otro lado, la violencia del grupo terrorista Sendero Luminoso alcanzó sus picos durante su primer gobierno, que fue acusado tanto de ineficiencia como de excesos en la lucha antisubversiva.
Pero estas acusaciones, al igual que los cargos de corrupción que quiso endilgarle el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quedaron en la nada nada.
Perseguido tras el autogolpe de Fujimori en 1992, Alan García pidió asilo en Colombia y luego en Francia. Volvió a Perú en 2001 cuando todas las acusaciones en su contra habían prescrito.
A pesar de la impopularidad que arrastró luego del desastre económico de su primer gobierno ganó la presidencia nuevamente en 2006 al frente del APRA, el partido más antiguo y sólido de Perú.
En 2006 su reelección se pudo explicar porque tuvo como rival en segunda vuelta al militar nacionalista Ollanta Humala, identificado con el entonces gobernante venezolano Hugo Chávez. Alan García fue el mal menor, dijo entonces el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa.
Los analistas consideraron que su resurrección política se debió, además, a sus extraordinarias cualidades como candidato, que le permitieron contrarrestar los fantasmas de su primer gobierno y mostrarse como alguien más diplomático.
"Sólo Dios y los imbéciles no cambian", señaló Alan García para reforzar su mea culpa y su metamorfosis al dejar de ser promotor de la intervención estatal en la economía y abrazar el libre mercado.
Pero los escándalos de corrupción lo acompañaron siempre como una sombra. García está siendo investigado por presuntos sobornos en la construcción de la Línea 1 del Metro para Lima, proyecto en el que estaba involucrada la constructora brasileña Odebrech.
Siempre defendió su inocencia. En diciembre pasado se calificó como un "perseguido político" y se refugió en embajada uruguaya en Lima. Tras 16 días, en uno de los fracasos más estridentes de su carrera, Uruguay le negó el asilo.
Antes del episodio, había casi desaparecido de la escena política tras su derrota en las presidenciales de 2016, en las que buscaba un tercer mandato y en las que obtuvo apenas el 5,83% de los votos. Volvió a la escena pública tras el caso del asilo y como no pudo regresar a Madrid, donde vivía con su pareja y su hijo menor, en estos últimos meses se dedicó a defenderse de las acusaciones por el caso Odebretch.
Padre de seis hijos, también tiene un nieto. Su segunda mujer es la argentina María del Pilar Nores de Bodereau, hija de Rogelio Nores Martínez, quien fue gobernador de la provincia de Córdoba, con la que tiene 4 hijos.
García murió hoy en Perú tras dispararse en la cabeza. Deja detrás de sí un partido político muy debilitado, sus aliados políticos del fujimorismo acosados por la corrupción y un país que ya no estaba dispuesto a mirar a otro lado como hizo en el pasado.
Con información de los diarios El Comercio (GDA) y la agencia AFP
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