Rumbo al sudeste asiático y Oceanía: a los 87 años, el Papa emprende el viaje más largo y desafiante de su pontificado
Pese a sus achaques, visitará Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur; por primera vez lo acompañan también sus tres secretarios privados
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A BORDO DEL AVIÓN PAPAL.– Doce días, 32.814 kilómetros, 44 horas de vuelo, cuatro países, dos continentes, 16 discursos.
Es la “madre de todos los viajes”, o la de todos los récords el viaje que emprendió este lunes el papa Francisco que, pese a los achaques y sus casi 88 años que cumplirá el 17 de diciembre, volvió a subirse a un avión para regresar por séptima vez a Asia, donde cree que está el futuro de la Iglesia Católica y para pisar por primera vez Oceanía.
El viaje papal a Indonesia –el país con la mayor población musulmana del mundo–, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur ya estaba en los planes en 2020, pero debió suspenderse por la pandemia de coronavirus. Y más allá del paso del tiempo –desde mayo de 2022 utiliza silla de ruedas para desplazarse debido a un problema en la rodilla derecha y a fin del año pasado debió cancelar un viaje a Dubai por una bronquitis severa–, cumple ahora lo prometido.
Se trata de la gira más larga y desafiante de su pontificado, que despierta ciertos resquemores en el Vaticano. Es evidente que será un viaje a todas luces agotador, con el que Francisco les demostrará a sus detractores que, más allá del inexorable paso del tiempo, aún tiene una energía y una determinación envidiables, acordes a quien debe mantener firme el timón de la Iglesia.
Será, en efecto, una maratón más que extenuante para cualquiera. Y, más aún, para alguien que se mueve con dificultad, de 87 años. Sin contar las largas horas de vuelo, el Papa –de todos modos acostumbrado a los vuelos transatlánticos por venir desde el fin del mundo–, deberá adaptarse en tiempo mínimo a diversos husos horarios, a temperaturas tropicales, humedad altísima y, al mismo tiempo, a peligrosos y fuertísimos aires acondicionados en espacios cerrados.
“Me sorprendió mucho que el Santo Padre retomara la idea de este viaje. Es un signo de su cercanía paternal a lo que él llama ‘periferias existenciales’. Digo la verdad: soy más joven que el Papa y siento que estos largos viajes son pesados. Para él, aceptar este esfuerzo es un acto de humildad y obediencia a la misión, no es una demostración de lo que todavía es capaz de hacer”, dijo el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, pro–prefecto del Dicasterio para la Evangelización, de 67 años, en una entrevista a la agencia Fides.
Tagle, junto al arzobispo británico Paul Gallagher, el “canciller” del Vaticano, y el sustituto, monseñor Peña Parra, será parte del séquito papal en este viaje, en el que la novedad es que, por primera vez, viajarán también los tres secretarios privados del Pontífice.
“Sí, viajan los secretarios, pero no son personal médico”, subrayó el vocero papal, Matteo Bruni, que al ilustrar la gira –la número 45 del pontificado–, también aseguró que “las precauciones sanitarias son las mismas que se prevén en todos los viajes apostólicos”. En este marco, confirmó que, como siempre, viajará un equipo médico que incluye a su enfermero personal, Massimiliano Strappetti. Aunque se desconocen los protocolos y los acuerdos con las estructuras sanitarias locales, se especula que, en caso de emergencia, además de los hospitales de los países visitados, el Vaticano pueda contar con la cercana Australia, según el diario La Repubblica. Como en todos sus viajes de ida, el Papa partirá desde el aeropuerto romano de Fiumicino pasadas las 17 locales (las 12 de la Argentina) con un vuelo de ITA que, tras 13 horas de viaje, lo llevará a Yakarta, primera etapa de la gira. Lo acompañan 75 periodistas, entre los cuales estará presente LA NACION, único medio argentino.
Expectativa
Más allá de la preocupación ante gira de los más exigente, en el entorno del Papa –a quien, cuando suelen preguntarle como está, responde “todavía vivo”, bromeando–, hay gran expectativa por este viaje. Después de “vacaciones” en Roma en las que nunca se detuvo, sino que todos los días recibió gente –”a esta edad si uno para es el fin”–, suele explicarle a quienes le aconsejan a Jorge Bergoglio parar la máquina–, reina el entusiasmo en Santa Marta.
Aunque al principio de su pontificado solía decir que no le gustaban los viajes y que prefería no ausentarse demasiado del Vaticano, en los últimos años es claro que el Papa disfruta de sus escapadas internacionales, en las que retoma oxígeno. Es más, pese al esfuerzo y al cansancio, se energiza al estar en contacto con la gente y al conocer geografías, culturas y realidades nuevas, totalmente distintas.
Para Francisco, que de joven hubiera querido ser misionero en Asia, es allí donde está el futuro de la Iglesia católica. De hecho, ya estuvo seis veces en este continente (Corea del Sur en 2014; Sri Lanka y Filipinas, 2015; Myanmar y Bangladesh, 2017; Tailandia y Japón, 2019; Mongolia en 2023).
Mientras que en Occidente las iglesias católicas se vacían, en Asia, e incluso en un contexto como el de Indonesia, donde los católicos son una minoría ínfima, (3% de una población de 275 millones de habitantes, la cuarta mayor del mundo), hay muchas más vocaciones y las comunidades católicas son vibrantes y respetadas. Según un estudio del Centro de Investigaciones Pew, si el continente asiático en 1910 albergaba al 5% de la población católica (que ronda los 1300 millones), en 2010 pasó a representar el 12%.
Esta gira, sin embargo, no sólo servirá para alentar a los fieles católicos –que sólo son mayoría en Timor Oriental–, sino también para relanzar su rol más que importante en los cuatro países a nivel educativo, sanitario y de asistencia a los más necesitados. Además, en un mundo cada vez más convulsionado –marcado por la guerra en Ucrania y en Gaza–, el Papa insistirá con sus mensajes de diálogo, paz y fraternidad, especialmente ante los hermanos musulmanes de Indonesia –donde el islam es moderado, más abierto y tolerante–, en un sudeste asiático donde conviven centenares de grupos étnicos que hablan idiomas distintos. Y donde hay tensiones, sin contar la existencia de grupos terroristas fundamentalistas.
El Papa aprovechará, además, para reiterar su preocupación en favor del cuidado de los más pobres y de la casa común. Aunque visitará tierras muy ricas en recursos naturales, la pobreza y la corrupción endémica siguen siendo moneda corriente y aún sigue habiendo dramáticas desigualdades sociales.
En una gira a países lejanos ubicados en inmensos archipiélagos que fueron excolonias europeas ya visitados por sus antecesores, en Yakarta, la capital de Indonesia (donde estará del 3 al 6 de septiembre) Francisco visitará la mezquita más grande del sudeste asiático, desde donde insistirá sobre la importancia del diálogo interreligioso. En Papúa Nueva Guinea, país de mayoría cristiana marcado por violencia tribal y desastres naturales como tsunamis, erupciones volcánicas e inundaciones y de enorme biodiversidad –(donde estará del 6 al 9)–, hablará sobre los efectos del cambio climático y la explotación salvaje de los recursos naturales. Allí se desplazará a una zona selvática del noroeste para visitar a misioneros argentinos.
En Timor Oriental, excolonia portuguesa y segundo país con más católicos de Asia después de Filipinas –donde estará del 9 al 11–, se verá salpicado por el escándalo de abusos protagonizado hace décadas por el ex obispo de Dili, Carlos Felipe Ximenes Belo, aún considerado un héroe de la independencia y premio Nobel de la Paz en 1996. El Vaticano sancionó y recluyó a Belo en Portugal, pero aún no ha sido expulsado del sacerdocio.
En la última etapa del periplo, el opulento e hiper desarrollado Singapur (del 11 al 13), vivirá el contraste entre este pequeño país, centro financiero de Asia, y los anteriores países visitados, donde gran parte de la población vive en la indigencia. Desde allí, donde gran parte de la población es de origen chino, tendrá una ventana directa hacia esta superpotencia hacia la que sueña ir y con la que intenta mejorar el vínculo, con la que el Vaticano no tiene relaciones diplomáticas, pero con quien firmó un acuerdo para la delicada cuestión de la designación de obispos.
En los cuatro países, como es habitual, el Papa se reunirá con sus presidentes, su sociedad civil, sus obispos, clero, laicos, con jóvenes, celebrará misas multitudinarias y visitará hogares y centros que atienden a los descartados de hoy, niños de la calle, discapacitados, enfermos, ancianos. También se reunirá en privado con jesuitas.
“Francisco es un atleta de la fe, con una energía inagotable que desafía a todos, incluidos a ustedes los periodistas, que seguramente irán con la lengua afuera”, comentó a LA NACION sor Lucía Caram, monja argentina que vive y trabaja en España, famosa por su ayuda a los más necesitados e incluso a refugiados y heridos por la guerra en Ucrania. Preguntada si, de salir todo bien, cree que finalmente Francisco realizará su otro gran viaje –pendiente– hacia la otra parte del mapamundi, a la Argentina, como él mismo dijo que desearía hacer, sor Caram fue cauta. “Imposible predecirlo –contestó–, aunque para mí, más allá de eso, lo importante es su pasión y dedicación, que son una inspiración para todos”.
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