Piers Bizony tenía diez años cuando el hombre llegó a la Luna. Mientras se materializaba el sueño eterno de la humanidad, a Bizony lo mandaron a dormir a la hora de siempre. Pero sus padres lo despertaron justo a tiempo para ver en vivo por televisión a Neil Armstrong bajar la escalera del módulo Eagle y caminar por la superficie lunar. Sin saberlo, despertaron también una pasión que, con el tiempo, despegaría como vocación por la ciencia, la tecnología y la historia espacial. O quizás, haya tenido que ver el comentario de una de sus maestras del colegio. Unas semanas después de aquel 20 de julio de 1969, ella les dijo a sus alumnos que mandar gente a la Luna era una pérdida de plata. "Estaba furioso. Era solo un chico, pero sabía, lo sentía en mis huesos, que ningún maestro en ninguna parte del mundo tenía derecho a decir algo tan negativo sobre un proyecto tan inspirador", dice Bizony, periodista inglés y autor del libro The NASA Archives, editado como muchos de los proyectos de Taschen, con la dedicación y el encanto visual de una obra de arte. Hasta el día de hoy, es la pregunta que más le hacen a Bizony: ¿por qué gastar todo ese dinero en el espacio? Y lo sigue irritando, porque generalmente sale de la boca de alguien que maneja un auto con navegación satelital, que ve deportes gracias a su antena satelital y que habla por un teléfono inteligente que le muestra los datos del clima a través de los satélites. "El espacio está inmerso en nuestras vidas", insiste Bizony, dedicado hace más de veinte años a la investigación y divulgación de un tema tan infinito y vasto como el mismo espacio.
De 1969 a 1972, durante las misiones espaciales Apollo, doce hombres pisaron la Luna. Según los archivos de la NASA, 17 perdieron la vida en el intento de explorar el espacio. Para despegar, la nave tiene que acelerar de cero a 28 mil kilómetros por hora en menos de nueve minutos solo para alcanzar la órbita exterior. Una velocidad diez veces mayor a un disparo de bala. La NASA juega literalmente con fuego en cada misión. Como se detalla en el libro, viajar al espacio es un trabajo peligroso. Los ingenieros y científicos que trabajaron en conjunto para hacer posible que el hombre llegara a la Luna domaron fuerzas volátiles, como el hidrógeno y el oxígeno líquidos. Pero, ¿para qué es todo esto? La NASA, uno de los mayores creadores de datos con sus mediciones entrando a cada hora, a cada minuto, es el termómetro más veraz del estado del planeta Tierra.
"Antes de internet y la ciencia genética, la era espacial era la gran idea que todos tenían sobre el futuro", dice Bizony a LA NACION revista. Él tuvo la ardua tarea de planificar el libro y elegir entre los miles de planos, fotografías y bocetos. Bizony, también conocido por otra obra visual y sensorialmente exquisita –The Making of Stanley Kubrick’s ‘2001: A Space Odyssey’–, dice: "Las películas de ciencia ficción de 1950 y de comienzos de 1960 no fueron realizadas con grandes presupuestos. El mundo real de la NASA era mucho más excitante porque los equipos y todas las imágenes eran mucho mejores que cualquier cosa que pasaran en la TV o en el cine. Cuando 2001: odisea del espacio, de Stanley Kubrick, salió, en 1968, la NASA y las ficciones empezaron a parecerse un poco más. Actualmente, tenemos una enorme variedad de films que transcurren en el espacio. Y la NASA puede parecer antigua si la comparamos con Star Trek o La guerra de las galaxias. Pero la verdad es que, cuando éramos chicos, en los 60, la NASA era el rey de los reyes en términos de excitación".
Para su investigación, Bizony tuvo que lidiar con una gran cantidad de archivos bajo el control de importantes guardianes de la información. Su objetivo era revelar material que el público no hubiera visto. "Cada vez que descubría un plano importante de la NASA, me sentía como Indiana Jones", dice Bizony. De todos sus hallazgos, está especialmente orgulloso de las versiones extremadamente raras del diseño del Apollo que, finalmente, no llegaron a concretarse para la construcción de la nave espacial que llegó a la Luna. "Compitieron con otros diseños, pero no resultaron elegidos. Fue alucinante ver qué es lo que podría haber sido en términos de cohetes espaciales. Ese fue mi momento arqueológico más excitante".
Taschen festeja los 60 años que cumple la NASA y en las 468 páginas de este libro lanza al lector en una misión: un paseo espacial que va desde el pasado hacia el futuro, del Proyecto Mercury a los Mars Rovers. Todos aquellos pasos (y saltos) en la evolución de la ciencia y la tecnología que transformaron la manera en que los humanos perciben su lugar dentro de la galaxia. "En sus comienzos, la NASA era una agencia nueva llena de gente joven, fundada por políticos que generalmente le daban libertad para avanzar en los diferentes proyectos. La Unión Soviética parecía una amenaza real para Estados Unidos. Era muy importante lo que hacían ahí; era muy alto el apoyo del público. Eso cambió cuando Vietnam arrastró a Estados Unidos hacia una era muy negativa. De repente, los grandes proyectos tecnológicos gubernamentales ya no eran tan populares. Hoy, la NASA ha vuelto a ser popular. Es un recordatorio de lo que puede hacerse, de lo que se puede lograr, cuando un grupo de gente se junta por una causa común. Pero, actualmente, el financiamiento para investigar el espacio es difícil de conseguir". Según Bizony, los lectores aprenderán lo peligroso, lo vertiginoso y el sentido de aventura preponderante en aquella época de la era espacial. "El mundo entero volaba con nosotros", recuerda el astronauta Gene Cernan, el último en pisar la Luna, que tiene su propio documental en Netflix: The Last Man on the Moon. A Cernan, comandante del Apollo XVII, la idea de dormir en la Luna, por más importante que fuera para su bienestar físico, le parecía una pérdida de tiempo. "¿Quién quiere ir a la Luna a dormir?", pregunta Cernan en el libro.
Para el periodista especializado en ciencia, sería muy difícil repetir la velocidad de los eventos de entonces. "Ahora somos lentos y cautelosos. En los 60, una generación fresca después de la Segunda Guerra Mundial no parecía preocuparse demasiado al momento de asumir increíbles riesgos". El mayor desafío de Bizony para concluir este trabajo de dos años fue gestionar el acceso y sortear la barrera de la obsesión gubernamental norteamericana por la seguridad. "Básicamente, hacer todo el papeleo que implicó entrar en la NASA. Después de eso, fueron brillantes, muy amables y de mucha ayuda. Pero tenés que seguir el protocolo primero". Bizony también escribió un libro sobre el primer hombre en viajar al espacio: el astronauta soviético Yuri Gagarin. "Gagarin era amable, cálido y diplomático. Su gira mundial realmente ayudó a promover el lado más agradable de la Unión Soviética. Creo que los astronautas norteamericanos no fueron tan expertos en mostrarse divertidos y cálidos frente a los medios, y esto se volvió –a veces– un problema porque la TV y los diarios se aburrían de ellos". Sus astronautas favoritos de la era Apollo son Alan Bean y Pete Conrad. "Porque siempre fueron grandes amigos y se llevaron muy bien durante la misión Apollo XII. Hubieran sido mucho mejores embajadores de la NASA que Armstrong, que era muy tímido, y Buzz Aldrin, que tenía problemas de depresión".
Nada mejor que el ojo experto en historia espacial de Bizony para detectar lo inverosímil en las películas del género. De las últimas, como El primer hombre en la Luna, Interestelar, Gravedad y Misión rescate, opina: "Tengo un problema con Interestelar porque los viajes espaciales no deberían realizarse como un intento para escapar de la Tierra. Tenemos que cuidar nuestro planeta y los viajes espaciales realmente tienen que ver con eso y nada más. Aun si somos capaces de explorar otros mundos. No podés relocalizar a siete mil millones de personas y a todos los animales y plantas en otro planeta. Así que odié la visión del desastre de Interestelar. Gravedad fue divertida, excepto por el personaje de Sandra Bullock. Debería haber sido más entusiasta por el hecho de estar en el espacio. Porque los astronautas son todos fantásticamente ambiciosos; todos quieren ir al espacio. Y el aparente desagrado del personaje de Bullock de estar ahí arriba me pareció falso. Misión rescate fue divertida, pero una tormenta de polvo en Marte no podría hacer ningún daño porque la atmósfera ahí es muy fina. El primer hombre en la Luna transmite la claustrofobia de estar encerrado en una caja de lata y muestra muy bien los peligros en el espacio. Mi única crítica es que en el film parece que los equipos de la NASA eran anticuados, cuando en realidad era la tecnología más sofisticada para los parámetros de esa época".
"Mi corazón late más rápido"
"Creo que hay tantos individuos que fueron parte de la historia de la NASA, y quisimos mostrar también a estas mujeres. Nos parecían muy importantes. Creo que la NASA, al igual que la sociedad entera, no fue tan rápida en incorporar a las mujeres en puestos altos", se suma la editora de Taschen, Nina Wiener, quien también hace referencia a una película: Talentos ocultos (2016). "Ahí realmente se muestra el trabajo que hicieron ellas y cómo formaron parte de la estructura de la información". Una de las que aparecen en The NASA Archives es Margaret Hamilton. Sus manos sobre una pila de papeles tan alta como ella: es el código computarizado que sirvió de guía al Apollo. Hamilton sonríe y los lentes de sus anteojos brillan. "Como el software era un misterio, una caja negra, los que estaban al mando nos daban total libertad y confianza. No había otra opción que ser pioneros", recuerda Hamilton. Otra es Christa McAuliffe, una profesora de New Hampshire que fue seleccionada entre 11 mil aplicantes que deseaban convertirse en los primeros civiles en volar al espacio. "El espacio es para todos. No solo para un selecto grupo de astronautas. Es nuestra nueva frontera allá afuera y es trabajo de todos saber más del espacio", dijo McAuliffe, una de las siete pérdidas del desastre explosivo del Challenger, que se desintegró 73 segundos después del lanzamiento, en 1986.
El primer acercamiento de Wiener al espacio fue a partir de Moonfire, donde el que narra el épico viaje de Apollo XI es nada menos que Norman Mailer. "Fue como el primer bocado", dice la editora, que también trabajó en la edición especial por el 50° aniversario de aquel hito que marcó a toda una generación. Wiener confiesa una debilidad especial por las fotos que hallaron de Marte, incluidas dentro de The NASA Archives. "Me sacan el aliento cada vez que las veo. Mi corazón late más rápido. Estamos acostumbrados a ver a Marte más parecido al paisaje desértico de Utah. Y estas son tan diferentes; son alienígenas". Así como el presidente John F. Kennedy apuntó a la Luna, Donald Trump parece entusiasmado con llevar al hombre a Marte. Existe toda una nueva generación de personas que trabajan con el mismo objetivo. Una de ellas es Alyssa Carson, la astronauta de apenas 18 años y embajadora de la misión Mars One, que estuvo hace poco en Buenos Aires. Ella sueña con pisar suelo marciano. Se imagina caminando sobre ese polvo rojo oxidado desde los tres años. La meta es lograrlo para 2033.
Hacia el futuro, Bizony vislumbra lo que podría suceder ante el hallazgo de señales de vida en el espacio exterior. "En Marte, en el agua adentro de la luna Europa, hasta en un planeta orbitando alrededor de una estrella cercana. Las repercursiones en la sociedad, la filosofía y la religión serían enormes y épicas".
Como dijo Stephen Hawking: "Nuestra única oportunidad de supervivencia a largo plazo es no quedarnos esperando en el planeta Tierra, sino extendernos hacia el espacio".
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