Al filo de la frontera que separa la protesta de la rebelión civil
MINNEAPOLIS, MINNESOTA.- Estados Unidos amaneció ayer con una extraordinaria ola de caos y disturbios, desde las rejas de la Casa Blanca hasta las calles de más de casi 30 ciudades tomadas, y la indignación por la muerte de George Floyd en Minneapolis empezó a transitar el filo que separa la protesta y de la rebelión civil.
Gobernadores y alcaldes de todo el país se preparaban para el embate de nuevas protestas hoy, entre llamados a la calma y advertencias de actuar con dureza contra los manifestantes que desafíen la ley.
El gobernador de Minnesota, Tim Walz, dijo que convocaría a más de 13.000 reservistas de la Guardia Nacional para controlar los disturbios en Minneapolis, que por cuarta noche consecutiva fue escenario de quema de edificios hasta los cimientos y tiroteos contra la policía, que se vio sobrepasada. Además, el Pentágono le ordenó al Ejército que prepare unidades de policía militar de servicio activo para desplegarlas en Minneapolis de ser necesario.
Los saqueos y los disturbios se extendieron como reguero de pólvora mucho más allá de Minneapolis. En Atlanta y Nueva York, los manifestantes incendiaron patrulleros, y en San José y Detroit instalaron piquetes en los principales accesos a la ciudad. En Milwaukee, la multitud marchaba al grito de "¡No puedo respirar!", y en Portland prendieron fuego la sede judicial el condado de Multnomah. En Atlanta, cerca del Parque Olímpico del Centenario, la turba chocó con la policía y vandalizó la sede central de la cadena de noticias CNN.
Semejante escala de caos y de violencia hace pensar en las demostraciones del movimiento Black Lives Matter ("La vida de los negros importa") de los últimos años, en la violencia tras la golpiza que recibió Rodney King por la policía de Los Ángeles en 1992, y hasta en las tensiones raciales de la década de 1960, que llegó a su clímax en 1967/1968, un bienio que concentró más de 150 disturbios y amotinamientos. Esta nueva ola de protesta no ha alcanzado los niveles de violencia de aquella época, pero se está desarrollando en un escenario distópico, con una pandemia que tiene encerrada en su casa a gran parte de la población desde hace meses, con una pérdida de empleos que no se veía desde 1930, y con una opinión pública enconadamente dividida tanto cultural como políticamente.
Mientras los gobernadores y los alcaldes pedían calmar los ánimos, el presidente Donald Trump arrancó con una serie de tuits elogiando al Servicio Secreto por garantizar la seguridad en la Casa Blanca, posteos que terminaron de enfurecer a los manifestantes y de complicar a los funcionarios demócratas en funciones.
La sensación era que el país estaba al borde del abismo. "¿Qué se gana destruyendo una ciudad?", les preguntó a los manifestantes la alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms. "Con sus acciones, han perdido toda credibilidad. Así no se cambia a Estados Unidos. Así no se cambia el mundo", dijo.
La ferocidad de la protesta se redobló anteanoche, cuando Derek Chauvin, el agente de la policía de Minneapolis que aparece en la captura de video arrodillado sobre el cuello de un Floyd ya inconsciente, fue acusado de asesinato en tercer grado, o sea sin intención de matar.
Pero más allá del caos en Minneapolis, hay un temor generalizado a que el movimiento de protesta contra la violencia policial y el racismo sistémico se vea distorsionado por las imágenes de la violencia y el caos que cunden alrededor del país.
Descentralización
Mike Griffin, un manifestante de Minneapolis, dice que se trata mayormente de protestas descentralizadas. "Acá no viene ningún pastor negro a decirnos que tenemos que salir a la calle. Estas son protestas orgánicas, espontáneas", señaló.
Pero de entrada las protestas convocaron a una diversidad alucinantes de manifestantes. Algunos referentes están haciendo lo posible para que el foco no se corra del tema de la responsabilidad policial y la justicia social. Otros han ganado las calles para aprovechar el impulso de rebelión del momento. Y otros simplemente salieron a saquear y a incendiar todo.
Los manifestantes son de muy diverso origen racial, con combativos grupos aliados de jóvenes blancos que no solían verse militando por los negros en épocas anteriores de tensión racial. Algunas marchas son lideradas por organizaciones militantes nacionales o locales. Muchas otras son espontáneas, y surgen como estallido de frustraciones de larga data en las barriadas de las grandes ciudades.
En muchas de esas comunidades, las protestas responden tanto a la muerte de Floyd como a enfrentamientos locales que venían cocinando a fuego lento desde hace tiempo.
Uno de esos centros calientes es Louisville, Kentucky, donde se produjeron disparos en medio de una protesta por la muerte a manos de la policía de Breonna Taylor, una técnica de emergencias médicas de 26 años. Siete manifestantes resultaron heridos. No queda claro de donde provinieron los disparos, aunque las autoridades aseguran que fue de la multitud.
En Minneapolis, algunas agrupaciones militantes lideraron marchar en el barrio donde fue asesinado Floyd. Instalaron mesas con material informativo y distribuían agua entre los manifestantes para que todo se desarrollase con normalidad.
Pero algunos vecinos jóvenes que no responden a ninguna organización específica lideraron levantamientos más espontáneos, dice M. Griffin, líder del grupo activista Community Change, que funciona a nivel nacional.
Griffin dijo que hasta el movimiento Black Lives Matter tiene reuniones públicas y agenda de objetivos y una estructura de toma de decisiones. "Pero ahora es un ejército de jóvenes mejor armados, más enfurecidos, y mucho más dispuestos a hacer lo que sea para cambiar el sistema que hace cinco años", añadió en referencia al momento álgido de Black Lives Matter.
Autores: John Eligon, Matt Furber y Campbell Robertson
Traducción de Jaime Arrambide
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