La imagen lo resumía todo. Publicada en Twitter el 15 de mayo por Maegan Vázquez, la corresponsal de la CNN en la Casa Blanca, mostraba cómo una visible capa de polvo se había acumulado en el atril de la sala de prensa.
The White House hasn’t held press briefing in so long that the lectern in the briefing room is quite literally gathering dust.Here’s a picture: pic.twitter.com/4rGiTXZTO4&— Maegan Vazquez (@maeganvaz) 15 de mayo de 2019
Más de 100 días. Es el tiempo que transcurrió desde la última conferencia de prensa en la Casa Blanca de la controvertida vocera de Donald Trump, Sarah Huckabee Sanders, que dejó su cargo la semana pasada. Un triste récord.
Son apenas dos símbolos de cuánto se ha agravado la turbulenta relación de la Casa Blanca y la prensa en la era Trump, que, en el inicio de la campaña para 2020, corre riesgo de entrar en una nueva y peligrosa espiral.
Empezó con el ya célebre fake news. Siguió con la advertencia de que son "el enemigo del pueblo". Y llegó a un punto máximo hace dos semanas, después de que en un tuit -cuándo no- acusó a The New York Times de haber cometido "un virtual acto de traición". Crimen que, en Estados Unidos, puede llevar a la pena de muerte.
Just revealed that the Failing and Desperate New York Times was feeding false stories about me, & those associated with me, to the FBI. This shows the kind of unprecedented hatred I have been putting up with for years with this Crooked newspaper. Is what they have done legal?...&— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 21 de junio de 2019
Para muchos, con esa denuncia Trump abrió las puertas del infierno. El editor del Times, A. G. Sulzberger, dijo que el presidente "cruzó una línea peligrosa".
Sulzberger también cruzó una línea. La gravedad de la acusación lo llevó a tomar una medida más que inusual: publicó un editorial firmado , pero no en su propio diario, sino en las páginas de uno de sus archirrivales: The Wall Street Journal.
"No hay acusación más seria que pueda hacer un comandante en jefe contra un medio de prensa. Y me pregunto: ¿qué sigue ahora?", dijo Sulzberger, que consideró que la situación llegó a tal extremo que había que alcanzar un público diferente al del Times. "Necesitaba llegar a una audiencia más conservadora, a gente muy influyente en la comunidad de negocios", explicó a la revista Vanity Fair.
Una nueva temporada de la disputa: opiniones expertas
"Es muy inusual que un editor de la importancia de Sulzberger publique una columna de opinión en un diario de la competencia", dijo a LA NACION Gabriel Debenedetti, periodista político senior de The New York Magazine. "Claramente, es un reflejo de la gravedad de las circunstancias: tanto el hecho de que se sintiera obligado a escribirla como que el Journal se sintiera obligado a publicarla. La acusación de Trump lleva su relación con la prensa a un territorio nuevo".
Más de 100 días. Es el tiempo que transcurrió desde la última conferencia de prensa en la Casa Blanca de la controvertida vocera de Donald Trump, Sarah Huckabee Sanders, que dejó su cargo la semana pasada. Un triste récord
Para Jeff Jarvis, investigador y profesor de Periodismo de la Universidad de Nueva York, Trump cruzó esa línea hace mucho tiempo. "Con esta acusación de traición, la diferencia es que tiene la fuerza del gobierno detrás. Esto es autoritarismo", dijo.
En el caso de The Wall Street Journal, la decisión de publicar la columna fue una muestra de solidaridad notable para un medio que, por lo general, ha sido más favorable a Trump.
Para muchos, esta nueva escalada es apenas un anticipo de lo que vendrá a medida que la campaña empiece a calentar motores. Y con Trump decidido a lograr la reelección, la prensa es candidata a ser, otra vez, el gran blanco.
"No tengo dudas de que Trump va a intentar volver a exacerbar los ánimos para reconquistar a su base. El abecé de su manual es crear polémicas falsas y hablar de fake news", dijo a LA NACION Ismael Nafría, experto en medios y autor del libro La reinvención de The New York Times. "Será una caja de sorpresas, con todo tipo de acciones contra la prensa", anticipó.
Theodore L. Glasser, profesor de Comunicación de la Universidad de Stanford, coincide. "Es visceral: Trump ha creado un universo de villanos y enemigos, desde los inmigrantes hasta los periodistas, que usa para mostrarse como el salvador. Y está funcionando, al menos con una parte sustancial del electorado", afirmó a LA NACION.
"Ningún presidente en la historia ha atacado tan abiertamente a uno de los bastiones de la democracia como Trump con la prensa. Creo que la situación se va a agravar muchísimo: la campaña apenas está empezando", opinó Kyle L. Pope, editor del Columbia Journalism Review.
Para muchos, esta nueva escalada es apenas un anticipo de lo que vendrá a medida que la campaña empiece a calentar motores. Y con Trump decidido a lograr la reelección, la prensa es candidata a ser, otra vez, el gran blanco
Para los medios, el inicio de la campaña también revive algunos fantasmas. El desafío es doble: por un lado, hay ríos de tinta advirtiendo sobre la necesidad de evitar los errores de las elecciones de 2016, cuando nadie vio venir el triunfo de lo que muchos consideraban poco más que un espectáculo, ese candidato casi caricaturesco de cabellera naranja.
"La prensa norteamericana hizo una profunda y lógica reflexión después de la campaña anterior. Entre otras cosas, muchos aprendieron a moderar sus coberturas de los tuits del presidente y perdieron el miedo a exponer sus mentiras", dijo Nafría.
Por otro lado, esta campaña se da en un contexto complejo. Catapultados por las excentricidades de Trump, buena parte de los principales medios tuvieron un éxito espectacular al sumar suscriptores durante la campaña y la primera parte de la presidencia: el denominado Trump bump o "rebote Trump".
El efecto de la "depresión Trump"
The New York Times es una de las historias de éxito. Después de lograr un espectacular salto de 276.000 suscriptores digitales en el último trimestre de 2016, viene sumando un promedio trimestral de más de 200.000 suscriptores (223.000 en el primero de este año). Pero no son pocos los especialistas que advierten que la marea puede estar cambiando. En algunos medios, el Trump bump está mutando en lo que ya se conoce como el Trump slump o la "depresión Trump", por la fatiga que causa cada provocación y cada tuit explosivo del mandatario.
"Estamos observando que el consumo de todos los temas políticos empezó a declinar en relación con los otros temas", admitió Sulzberger.
Un análisis de tráfico digital de Parse.ly (una de las medidoras de audiencia en tiempo real más usadas en los medios), reproducido por el sitio Axios, mostró una caída de casi 30% en la demanda de contenido vinculado a Trump en los últimos seis meses, en comparación con los primeros meses de su administración. Axios lo atribuye al fin del factor shock de su presidencia, con una consecuencia más: sus tuits tienen menos de la mitad del engagement que cuando asumió.
Debenedetti admitió que hay cierta caída en el interés por los temas políticos, pero cree que todavía se ve un gran apetito por las investigaciones de fondo sobre la gestión de Trump.
No sería descabellado afirmar que uno de los periodistas más ocupados en Estados Unidos es Glenn Kessler, el líder del equipo especial creado por The Washington Post para documentar cada una de las declaraciones falsas o engañosas de Trump. Hasta abril había contabilizado 10.000. Y el promedio viene escalando vertiginosamente: en los últimos siete meses el Post registró 23 mentiras o medias verdades de Trump por día.
La vigilancia extrema, de la mano del periodismo de investigación, es el arma principal de los medios para responder a la embestida de Trump. Y para garantizar que esas mentiras no terminen anestesiando a los votantes
Esa vigilancia extrema, de la mano del periodismo de investigación, es el arma principal de los medios para responder a la embestida de Trump. Y para garantizar que esas mentiras no terminen anestesiando a los votantes.
Sulzberger reveló que en no menos de dos encuentros con Trump le pidió que dejara de lado la incendiaria retórica contra la prensa y le advirtió que está contribuyendo a envalentonar a líderes autoritarios en todo el mundo, poniendo en peligro a los propios periodistas. Su grito de guerra, fake news, ya es el caballito de batalla de toda una generación de líderes políticos a la hora de rechazar las críticas. El sitio Politico.com identificó más de 15 momentos en los que alguno de ellos ha recurrido al término, desde Maduro en Venezuela hasta Duterte en Filipinas.
¿Qué déspota tendrá algún prurito en responder violentamente a los medios cuando el líder de la mayor potencia global no tiene reparos en atacar a los periodistas con nombre y apellido, les prohíbe cubrir conferencias de prensa, arenga a sus seguidores a gritarles a los reporteros en sus actos e incluso anuncia en Twitter los ganadores a un bizarro premio a las fake news?
Las víctimas de la guerra de Trump contra la prensa no son solo norteamericanas. Es una embestida con coletazos en todo el mundo. Incluida la Argentina.
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