El investigador atravesó un largo proceso para descubrir cómo tratar el colesterol; sin embargo, nunca obtuvo el reconocimiento que merecía
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Viniendo de Japón, hubo algo que al joven Akira Endo le sorprendió cuando vivió en Nueva York: “el gran número de personas mayores y con sobrepeso”.
Eran los años 60, se encontraba estudiando en la Escuela de Medicina Albert Einstein y su casa quedaba en el Bronx. Allí, notó que “había muchas parejas mayores que vivían solas y con frecuencia veía ambulancias que se llevaban al hospital a una persona mayor que había sufrido un ataque cardiaco”. Lo que quizás no se imaginó es que, años después, él sería clave para ayudar a que otras personas no sufrieran lo mismo.
Y es que Endo fue el pionero en el desarrollo de unos fármacos que le salvaron la vida a millones de personas en todo el mundo. “El descubrimiento de las estatinas por parte del doctor Endo en 1973 se ubica como el segundo avance más importante del siglo XX, después del descubrimiento de la penicilina por parte del doctor Alexander Fleming en 1928″, le indicó a BBC Mundo Joseph C. Wu, presidente de la Asociación Estadounidense del Corazón y profesor de medicina y radiología en la Universidad de Stanford.
“Sorprende que el hombre que comenzó el proceso de descubrir cómo afrontar el problema del colesterol y proporcionó un tratamiento que benefició y salvó las vidas de muchos, muchos millones de personas, nunca ganara el premio (Nobel)”, señaló el profesor Bryan Williams, director científico y médico de la Fundación Británica del Corazón. “Creo que es una pena”, le dijo a la BBC. Esta es la historia del doctor Endo, quien murió el 5 de junio, y la de su extraordinario aporte a la medicina.
Los hongos
Los recuerdos del científico con el que iniciamos esta nota, los escribió en un artículo publicado en 2008 en Nature Medicine y que tituló: “A gift from nature: the birth of the statins” (“Un regalo de la naturaleza: el nacimiento de las estatinas”). En él también contaba que había nacido en una zona rural de Japón y que su familia se había dedicado a la agricultura.
Fue su abuelo, quien tenía una inclinación por la medicina y la ciencia, el que le abrió la puerta a ese mundo. “Gracias a su influencia, a los 8 años, soñé con convertirme en científico”.
Desde niño se interesó en los hongos. Así lo contó en otro texto que escribió en 2006, cuando la Fundación de Ciencia y Tecnología de Japón le concedió el prestigioso Japan Prize. Después de leer, en la universidad, la autobiografía de Fleming, el camino a seguir lo tenía muy claro: “En esa época, decidí que yo también quería emprender una investigación que usara moho”.
Cuando estudiaba química orgánica, se dio cuenta de que tanto universidades como farmacéuticas estaban haciendo estudios en el área de los antibióticos. Endo ya había quedado “profundamente” marcado con el poder de los antibióticos para salvar vidas.
El colesterol
Después de graduarse, trabajó en una farmacéutica y sus estudios allí, sobre una enzima, le permitieron conseguir un doctorado en 1966. “En ese momento, me interesé por la biosíntesis del colesterol”.
Ese interés lo llevó a Nueva York, donde -en la Escuela de Medicina Albert Einstein- se concentró en otra enzima, una que estaba involucrada en la biosíntesis del lipopolisacárido, que es uno de los componentes de las membranas que envuelven a un tipo de bacteria.
Regresó a Japón, donde trabajó en los Laboratorios Sankyo. Allí se enfocó en crear un fármaco que redujera la cantidad de colesterol que produce el cuerpo. Su hipótesis era que si una enzima clave en la formación del colesterol era inhibida, eso ayudaría a que el nivel del mismo descendiera. Para bloquearla, pensó en un antibiótico que fuera producido por algún hongo.
Estudió 6000 cepas y, en 1973, encontró compactin, “una sustancia que ejerce una poderosa acción inhibidora en las enzimas”. Junto a sus colegas, la halló en el hongo Penicillium citrinum, que vio crecer en el arroz. “Ese fue el principio de las estatinas”, escribió.
Entre ensayos
Aunque dicha sustancia no bajó el colesterol en ratas y su desarrollo como medicamento no se pudo iniciar, Endo no se desanimó. Se hicieron ensayos en otros animales, entre ellos perros y monos, en quienes sí provocó una reducción significativa del colesterol.
Sin embargo, problemas relacionados con la toxicidad de las pruebas en perros volvieron a frenar el desarrollo del fármaco. Lo cierto es que el descubrimiento de compactin impulsó a otras farmacéuticas a buscar estatinas. Endo contaba que a finales de 1978, la compañía Merck, en Estados Unidos, había descubierto una segunda estatina: lovastatin, “que era muy similar a compactin”.
De hecho -explicaba- él también había encontrado una sustancia igual a esa cuando trabajaba en la Universidad de Agricultura y Tecnología de Tokio. En 1980, Merck empezó los ensayos clínicos y, tras recibir la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), en 1987, introdujo la primera estatina comercial. Sankyo también desarrollaría un fármaco que resultó ser un “compactin parcialmente modificado” y salió a la venta en 1989.
Los medicamentos
“Desde entonces, los notables descubrimientos del profesor Endo han llevado a la comercialización de seis estatinas más”, destacaba la Sociedad Europea de Cardiología en 2021, cuando le entregó un premio.
“El camino hacia el descubrimiento de las estatinas fue largo y desafiante, pero gracias a la perseverancia del profesor Endo, estos medicamentos ahora se utilizan para prevenir eventos cardiovasculares en decenas de millones de personas en todo el mundo todos los días”.
El profesor Wu no solo destacó el ingenio y dedicación de Endo, sino su humildad. El científico obtuvo muchos reconocimientos internacionales, dentro y fuera del ámbito científico. Uno de sus favoritos era que se le conociera como el que encontró “la penicilina para el colesterol”, cuenta el Washington Post.
Ganó el Lasker Award, comúnmente llamado el Nobel estadounidense. Tras conocerse su muerte, a los 90 años, la organización que lo entrega recordó que su descubrimiento supuso “una revolución en la prevención y el tratamiento de las enfermedades coronarias”.
Williams precisó que “hay muy pocos tratamientos en medicina que hayan surgido en los últimos años y que hayan tenido un impacto tan extraordinario”. En eso coincide Patricia Guillem, catedrática de Epidemiología, Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad Europea de Valencia. “Se mantienen en los primeros rankings, no se les ha conseguido desterrar por otro medicamento”, le dijo a BBC Mundo. Y agregó: “Eso es bueno porque significa que funcionan y que los efectos adversos son, dentro de lo posible, controlables”.
En el cuerpo
Las estatinas se encuentran entre los medicamentos más recetados en todo el planeta: Johns Hopkins Medicine estima que más de 200 millones de personas en todo el mundo las toman para la salud del corazón.
Nuestro cuerpo produce colesterol, una sustancia grasa que se transporta en la sangre y que es vital para producir estrógeno, testosterona, vitamina D, entre otros compuestos esenciales. Hay dos tipos principales de colesterol: el LDL (lipoproteína de baja densidad), conocido como el colesterol “malo”, y el HDL (lipoproteínas de alta densidad), conocido como el “bueno”. De ese, necesitamos todos para mantenernos sanos.
Por el contrario, niveles altos del colesterol “malo” están relacionados con enfermedades como la arterioesclerosis, pues puede llevar a la formación de placa que se pega a las paredes de las arterias y, al acumularse, obstruir el flujo sanguíneo. Eso aumenta el riesgo de sufrir un ataque cardíaco y un derrame cerebral.
“La función de la estatina es bloquear una enzima dentro del hígado que impide que ese órgano sintetice el colesterol y lo vierta al torrente sanguíneo”, indicó Guillem. Lo que el fármaco hace es bajar los niveles del colesterol “malo” y ayuda a subir el “bueno”.
Como un terremoto
Aunque las estatinas son uno de los fármacos más comunes entre las personas mayores de 65 años, también es usada en pacientes más jóvenes. “Hay personas que de forma genética tienen hipercolesterolemia familiar y pueden ser jóvenes. En ellos también se recetan estatinas para controlar el colesterol”.
La hipercolesterolemia familiar es una enfermedad que clínicamente se manifiesta desde el nacimiento. Es causada por un defecto en el cromosoma 19, que provoca que el cuerpo no pueda eliminar el colesterol “malo” de la sangre a nivel hepático. El medicamento también es clave cuando se sufrió un primer evento cardiovascular, como explicó la experta.
“Imagina un paciente que sufrió un infarto que no fue fulminante, sino que fue una obstrucción con un ateroma de una venita del corazón”.
“Como sucede con los terremotos, en los que posteriormente hay réplicas que llevan a un segundo sismo, los infartos funcionan igual: a veces preceden a otros infartos que pueden afectar venas mayores y, por supuesto, tener consecuencias mayores”.
“La gente se olvida que cuando hablamos de eventos cardiovasculares no solo es el corazón sino también es la circulación venosa periférica y también la circulación cerebral”. De esa forma, las estatinas también ayudan a reducir los accidentes cerebrovasculares.
Con más futuro
Guillen explicó que aparte de su función principal, hay muchos equipos de investigación científica que intentaron utilizar la estatinas en ensayos para demostrar que también tienen aplicaciones en enfermedades relacionadas con el deterioro cognitivo, sepsis bacterianas y en determinados tipos de cáncer.
“Creo que es muy importante que un medicamento tan habitual como la estatina tenga otras posibles indicaciones terapéuticas”, señaló. “Porque a veces estamos pendientes de encontrar nuevos medicamentos y pueden pasar desapercibidos fármacos de toda la vida que poseen más aplicaciones de las que habíamos descubierto inicialmente”.
Como ocurre con otras medicinas, indicó la profesora, con las estatinas hay que hacer controles regulares para asegurarse de que el medicamento no produce efectos adversos o algún daño paralelo.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de defunción en el mundo y según estimaciones, se cobran 17,9 millones de vidas cada año”. Para combatirlas es fundamental llevar una dieta balanceada, baja en grasas saturadas, evitar el tabaco y el consumo nocivo de alcohol, hacer ejercicio de forma regular.
De hecho, hay casos en los que la mejora en la alimentación y en la actividad física logran reducir los niveles de colesterol. Por eso, es clave consultar con el médico y no automedicarse.
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