Akihito y Michiko, la historia de amor del amor que revolucionó a Japón
TOKIO.- Después de 30 años y cinco meses de reinado, Akihito dejará mañana el Trono del Crisantemo al príncipe heredero Naruhito, en la primera abdicación de un emperador de Japón en dos siglos.
En estos años, el emperador Akihito y la emperatriz Michiko han cambiado con suavidad el muy rígido sistema imperial japonés, acercándose al pueblo y propagando un mensaje de paz.
Bajo su aspecto frágil y apagado, el monarca de voz dulce, que optó por un matrimonio de amor con una plebeya a la que conoció en una pista de tenis, ha llegado a expresar en sus viajes remordimiento por los abusos cometidos por el antiguo ejército imperial durante la primera mitad del siglo XX en varios lugares de Asia.
Su forma de ser, sus visitas a víctimas de catástrofes naturales, del brazo de Michiko, quizá contrariaron a los tradicionalistas, para quienes su rol debería limitarse estrictamente a la oración y a la ejecución de una multitud de ritos, pero le granjearon el respeto y el afecto de sus compatriotas.
Akihito nació el 23 de diciembre de 1933, cuando su país se lanzó a una conquista militarista de Asia, en nombre de su padre, el emperador Hirohito. Tenía 11 años cuando la Segunda Guerra Mundial terminó el 15 de agosto de 1945 con una humillante e incondicional capitulación de Japón.
Hirohito fue despojado entonces de su estatuto semidivino y se convirtió, en virtud de la Constitución pacifista impuesta por el ocupante estadounidense, en "símbolo del Estado y de la unidad del pueblo", carente de poder político.
Akihito heredó el trono en enero de 1989 a la muerte de su padre, aunque la ceremonia de entronización se celebraría al año siguiente, convirtiéndose en el 125º emperador de Japón.
Con los afectados
Michiko Shoda, un año menor, hija de un empresario cerealero y alumna de un centro católico de Tokio, se convirtió en la primera emperatriz que no procedía de la nobleza. Su matrimonio, en 1959, causó sensación en todo el país.
La pareja decidió vivir con sus tres hijos, una chica y dos chicos, entre ellos el príncipe heredero Naruhito, nacido en 1960, en lugar de dejarlos en manos de institutrices.
El propio Akihito fue entregado a los tres años a una educadora, la estadounidense Elisabeth Gray Vining, quien hablaría en sus memorias la vida "triste y aislada" del "pobre pequeño".
La ruptura con la tradición atrajo las miradas, y los gestos de Michiko fueron continuamente observados.
La emperatriz acompañó a su esposo en la mayoría de sus numerosas obligaciones. Ambos, que llegaron a asemejarse con sus cabellos gris perla y su lento y elegante andar, parecían inseparables.
Michiko contribuyó a humanizar la relación entre el soberano y el hombre de la calle. Fue ella quien enseñó al emperador a arrodillarse o acuclillarse para hablar con las víctimas de los desastres naturales.
Después del terremoto y el tsunami de 2011, que provocaron la catástrofe nuclear de Fukushima, Akihito pronunció un inédito discurso por televisión para alentar a la población. Dos meses después, la pareja viajó a la región afectada.
Un preciosos legado
"El legado más precioso de Akihito y Michiko reside en sus esfuerzos concertados para poner su prestigio imperial al servicio de los miembros menos favorecidos de la sociedad japonesa", dijo Kenneth Ruoff, especialista de Japón en la universidad de Portland. Al respecto, "ningún político" los ha igualado, afirmó.
Para muchos, la popularidad del emperador permitió a este hombre traspasar límites y expresar de forma sutil sus opiniones, pese a que la Constitución le impide tratar temas políticos.
Akihito mostró claramente una aversión hacia el nacionalismo, y expresó su remordimiento por los "excesos" de su país en el siglo pasado, una posición interpretada a veces como un rechazo a la postura nacionalista del primer ministro Shinzo Abe. Durante una famosa visita en 1992, admitió que Japón "infligió grandes sufrimientos a la población china".
En 2001, llegó a recordar, en rueda de prensa, que parte de sus antepasados procedían de la península de Corea, algo inaceptable para los nacionalistas.
"Creo que jamás hemos visto a un emperador tan honesto y humano como él" escribió Masayasu Hosaka, autor de un libro sobre Akihito y su padre.
Agencia AFP
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