Aislada, pero no lo suficiente
BERLIN.- Si hay alguien a quien los funcionarios europeos les gustaría leer el pensamiento es Angela Merkel, que ayer se reunió con Nicolas Sarkozy en el Elíseo para encontrar una solución a la crisis de deuda. La crítica que más frecuentemente se le hace a la canciller alemana es que carece del necesario sentido de urgencia que hace falta para restablecer la confianza en el euro y apaciguar la crisis.
Un paseo por las calles de Berlín en pleno verano deja en claro por qué Merkel permanece tan imperturbable. Aunque ayer se reveló que el crecimiento económico alemán prácticamente se estancó en el segundo trimestre, las calles están tranquilas y los cafés, colmados. Los ciudadanos, muy bronceados, están regresando al trabajo después de pasar sus vacaciones en países con graves problemas fiscales, como Grecia y Portugal.
Alemania posiblemente sea el único país europeo lo suficientemente grande y rico como para cubrir las deudas de sus vecinos en dificultades, pero sus ciudadanos se muestran reticentes a ser la fuente de un rescate. En muchos sentidos, Alemania se encuentra en el ojo de la tormenta, y apenas percibe los vientos que se arremolinan en las proximidades.
No hay gas lacrimógeno como en Atenas, ni neumáticos quemados como en Londres, ni se ven multitudes que corean consignas y atestan las plazas como en España.
"Es como si tuviéramos una nube negra flotando sobre nuestras cabezas de la que nada cae", dijo Markus Ponick, de 38 años, un maestro de Berlín. "Los efectos de esta crisis son imperceptibles aquí", agregó.
La explicación más simple radica en el empleo. Según cifras oficiales, en mayo de este año había 706.000 más alemanes empleados que el año pasado, de los cuales 415.000 tenían trabajos de tiempo completo y 289.000 empleos de tiempo parcial.
En cuanto a los jóvenes, el índice de desempleo es uno de los más bajos de Europa, después del de Holanda y de Austria. Sólo el 9,1% de las personas entre los 15 y los 24 años están desempleadas en Alemania, menos de la mitad del promedio de 20,5% que se registra en Europa.
"No protestaría, porque estoy muy satisfecha con mi situación", dijo Kristina Kuhn, de 21 años. "La gente joven puede estudiar y trabajar, y tiene buenas oportunidades para desarrollar una carrera", explicó.
En una encuesta preparada para la revista de negocios Wirtschafts Woche por el Instituto para la Investigación de la Opinión Pública Allensbach, un 53% de los encuestados dijo que era optimista con respecto a los próximos 12 meses.
"Se enteran por las noticias, pero, para la mayoría de los alemanes, lo que experimentan en sus vidas es completamente distinto de lo que dicen las noticias. La crisis es virtual", dijo Renate Köcher, directora del instituto. "Lo que es decisivo para la mayoría de las personas es su propia situación, y, para muchos, esa situación mejoró considerablemente en los últimos tres o cuatro años", añadió.
Sin embargo, para un país cuyo crecimiento depende de las exportaciones, la posible desaceleración de la economía global podría tener drásticas y repentinas repercusiones. Nadie puede prever de qué manera pueden reaccionar los alemanes si las cosas se ponen feas aquí, en el caso de que disminuyera el mercado de sus exportaciones. Pero si el pasado sirve como elemento de juicio, dijo Köcher, es posible que se mostraran aún menos generosos con sus vecinos y menos proclives a favorecer a la Unión Europea (UE).
En Francia, el mayor socio comercial de Alemania, el gasto en el consumo cayó un 0,7% en el segundo trimestre, y el índice de crecimiento permaneció igual. La producción industrial de los 17 países de la eurozona cayó un 0,7% en el mes de junio.
"Alemania es muy dependiente del mercado de sus exportaciones, y muy dependiente del crecimiento mundial", dijo Stefan Bach, investigador en economía en el Instituto Alemán de Investigación Económica de Berlín. "Pero, por ahora, el mercado de empleo sigue desarrollándose con fuerza, a diferencia de lo que ocurre en muchos otros países europeos."
No resulta claro por cuánto tiempo esa afirmación seguirá siendo válida. Según las cifras de la agencia estatal de estadísticas publicadas ayer, la economía creció apenas un 0,1% en el segundo trimestre, comparado con el primero. Un augurio inquietante para toda la economía europea.
Esta desaceleración tuvo como causa el escaso consumo y las rezagadas inversiones en los proyectos de construcción, según explicó la agencia estatal.
Experiencia
En algunos aspectos, Alemania ya estuvo en la tortuosa ruta hacia la reestructuración económica que ahora transitan sus socios europeos. Durante el gobierno de Gerhard Schröder, el predecesor de Merkel, estallaron protestas como respuesta a difíciles reformas del mercado laboral, que incluyeron la facilitación de los despidos. Los trabajadores alemanes sufrieron traslados al exterior y despidos, e incluso muchos que conservaron sus empleos padecieron años de salarios estancados. Pero ahora, por lo que parece, todos esos sufrimientos valieron la pena.
La fuerza de Alemania no es una anomalía, sino más bien una evidencia de la manera en que el euro favorece al país. Ahora que economías menos eficientes, como las de Grecia y Portugal, están atrapadas en el empleo de la misma moneda, y no pueden devaluar para que sus productos sean competitivos en términos de precio, Alemania puede seguir vendiéndoles sus productos.
Como resultado, Merkel se encuentra bajo una creciente presión exterior para que Alemania mantenga a flote a los Estados más débiles, y enfrenta la acusación de que está poniendo en peligro la estabilidad financiera del bloque y, con ella, la del mundo, debido a que sólo autoriza medidas a medias.
En el ámbito interno, enfrenta duras críticas por aceptar lo que sus críticos llaman una unión basada en las transferencias, porque envía fondos alemanes a sus vecinos holgazanes.
Sin embargo, hasta ahora, la confianza alemana en el euro permanece firme. Una encuesta conducida por el instituto encuestador Enmid a principios de agosto, y publicada en el diario Bild del domingo, reveló que el 65% de los alemanes cree que el euro seguirá vigente en 2021, versus un 31% que cree que no.
Traducción de Mirta Rosenberg
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