Aguas turbulentas: por qué el Mar Negro se convirtió en uno de los escenarios más calientes de la guerra de Ucrania
El Mar Negro, un frente de batalla mayormente soslayado de la guerra en Ucrania, de pronto se ha convertido en una hoguera de tensiones geopolíticas y militares; La región es de suma importancia tanto para Rusia como para Ucrania y Occidente.
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KIEV.- Los barcos de guerra rusos patrullan las aguas del Mar Negro, lanzan misiles contra las ciudades ucranianas y generan un bloqueo de facto que amenaza a cualquier embarcación que pretende atravesarlo.
En vuelo rasante sobre la superficie del agua, los drones explosivos de Ucrania se dirigen sigilosamente hacia los puertos y naves de los rusos. Desde el aire, los aviones y drones de vigilancia de la OTAN y sus aliados sobrevuelan aguas internacionales y recolectan información de inteligencia que sirva para frenar la invasión rusa, por más que Moscú atiborre los cielos con sus propias aeronaves.
Rodeado por Ucrania, Rusia y tres países de la OTAN, pero muchas veces soslayada en el transcurso de esta guerra, el Mar Negro se ha convertido en una hoguera cada vez más peligrosa de tensiones militares y geopolíticas, tras la decisión de Moscú, el mes pasado, de dar de baja el acuerdo que garantizaba el salvoconducto de las exportaciones de granos de Ucrania.
A pesar de estar apartado del feroz frente de batalla terrestre, en el Mar Negro las fuerzas de Rusia y las de la OTAN quedan en un nivel de proximidad que no se da en otros escenarios de la guerra, multiplicando el riesgo de un enfrentamiento directo.
“El Mar Negro ha pasado a ser una zona más del conflicto, un frente de guerra que para la OTAN es tan relevante como el oeste de Ucrania”, dice Ivo Daalder, exembajador norteamericano ante la OTAN y actual director del Consejo de Asuntos Globales de Chicago.
Tras dar de baja unilateralmente el salvoconducto cerealero, Rusia pulverizó los puertos ucranianos del Mar Negro para impedir las exportaciones de granos esenciales para la economía ucraniana, y hasta atacó puntos del río Danubio que se encuentran a apenas unos cientos de metros de la frontera con Rumania, país miembro de la OTAN. La escalada rusa en la región ha profundizado el temor de que la alianza transatlántica se vea arrastrada a entrar de manera directa en el conflicto.
La semana pasada, Ucrania respondió con dos ataques consecutivos contra los barcos rusos, demostrando que con sus drones también puede alcanzar puertos rusos situados a cientos de kilómetros de las costas ucranianas. Kiev también emitió una alerta según la cual los puertos rusos sobre el Mar Negro y sus accesos serán considerados “zonas de riesgo de guerra” hasta nuevo aviso.
“Tenemos que defender nuestras costas, empezando desde la costa del enemigo”, dijo en mayo el contralmirante Oleksiy Neizhpapa, comandante de la Marina ucraniana, cuando reclamó una respuesta más contundente contra lo que calificó como una “tiranía” de Rusia en las aguas internacionales del Mar Negro.
La batalla por el control del mar podría repercutir en los mercados mundiales de energía y en el suministro global de alimentos. Y es casi seguro que también planteará nuevos desafíos para la OTAN, que busca defender el derecho de libre navegación de los mares, un principio central del derecho internacional, sin llevar a la alianza a un conflicto directo con las fuerzas rusas.
A principios de la guerra, los funcionarios del gobierno de Biden expresaron sus reservas sobre la posibilidad de que Ucrania atacara objetivos o realizara sabotajes dentro de territorio de Rusia, incluidos sus puertos del Mar Negro, por temor a que tales ataques solo aumentaran las tensiones con el presidente Vladimir Putin. Esas preocupaciones de Washington han disminuido, aunque no desaparecido.
Estados Unidos ha prohibido el uso de armas de fabricación norteamericana en cualquier ataque contra territorio ruso, y los funcionarios de la Casa Blanca dicen que ellos no eligen los blancos bélicos de Ucrania. Pero hace tiempo que Estados Unidos y sus aliados occidentales le suministran a Ucrania información de inteligencia, que sumada a la recopilación de sus propias redes, Kiev utiliza para seleccionar sus objetivos militares.
Proyectar poder
Desde hace siglos, el Mar Negro está en el centro de los esfuerzos de Rusia para extender su esfera de influencia geopolítica y económica, lo que ha provocado enfrentamientos con otras potencias mundiales, incluidas varias guerras con el Imperio Otomano.
Esos puertos de aguas cálidas facilitaban el comercio durante todo el año, y su ubicación, en una crucial nodo geopolítico, le dio a Rusia una base desde donde proyectar su poderío político sobre Europa, Medio Oriente y más allá.
Putin ha buscado acrecentar la influencia de Moscú en la cuenca del Mar Negro durante años, con fuertes inversiones para el desarrollo de puertos costeros y centros vacacionales, y reforzando las instalaciones navales que usa su Flota del Mar Negro.
El año pasado, pocas horas después del inicio de su invasión a gran escala, las fuerzas rusas lanzaron un misil que impactó en el barco comercial Yasa Júpiter, de bandera de las Islas Marshall, y al menos otros dos barcos civiles fueron alcanzados durante los ataques rusos sobre puertos ucranianos situados a lo largo de la costa.
Desde entonces, Moscú ha ocupado tres importantes puertos ucranianos. Ha minado fuertemente las aguas, neutralizado a la armada ucraniana e impuesto un bloqueo de facto a la navegación civil hacia y desde todos los puertos controlados por Ucrania.
A pesar del deseo expreso de la OTAN de evitar una confrontación directa con Rusia, el riesgo de que un incidente involuntario se salga de control viene en aumento.
La OTAN y sus Estados miembros están llevando a cabo misiones de patrullaje y vigilancia aérea sobre el territorio de la OTAN, sus aguas territoriales, y las aguas internacionales del Mar Negro, pero con cuidado de no desviarse hacia la zona de conflicto.
Hasta donde se sabe, en marzo se produjo el único contacto físico de esta guerra entre el ejército ruso y el norteamericano, cuando un avión de combate ruso impactó con un dron de vigilancia estadounidense, que debió ser estrellado en el mar por sus propios operadores.
Pero en los últimos tiempos la OTAN ha redoblado los vuelos de vigilancia y patrullaje, según anunció el 26 de julio tras la segunda reunión del Consejo OTAN-Ucrania.
Desde la invasión rusa, Turquía, que en virtud de una convención de 1936 controla el paso de entrada y salida del Mar Negro a través de los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, ha prohibido que los barcos de guerra rusos y ucranianos usen esos estrechos, una medida muy elogiado por Ucrania y la OTAN.
Pero Turquía también les ha pedido a los aliados que no envíen sus propios buques de guerra a la zona.
“Acá la tensión subyacente es la mirada que tienen Estados Unidos y Turquía sobre el Mar Negro y cómo lo enmarcan dentro del paraguas de seguridad de la OTAN”, señala Sinan Ulgen, analista experto en temas turcos. “Pero hasta ahora, desde que Turquía cerró el Bósforo a los buques de guerra rusos, Estados Unidos no ha tratado de arrinconar a Turquía”.
El impacto económico
Pero la invasión rusa no solo ha provocado indignación generalizada en Occidente, sino que también ha profundizado el temor a un nuevo aumento del precio del petróleo que podría trastocar por completo la economía mundial.
Más del 3% del petróleo y sus derivados a nivel global pasan por el Mar Negro. Históricamente, alrededor de 750.000 barriles de petróleo ruso —el 20 % de sus exportaciones de crudo—, zarpan de sus puertos sobre el Mar Negro, aunque esos despachos se han reducido a entre 400.000 y 575.000 barriles diarios, porque Rusia busca sostener su precio junto con su socio y también gran productor de petróleo, Arabia Saudita.
Los funcionarios ucranianos han dejado en claro que el objetivo de extender la guerra a los puertos de Rusia en el Mar Negro es dañar económicamente a Rusia.
Actualmente el crudo cotiza a alrededor de 85 dólares el barril, un precio que se mantuvo estable incluso después de que Ucrania hizo impacto en un barco petrolero ruso, el fin de semana pasado.
“Ahora la gran pregunta es si los ucranianos piensan repetir ese tipo de ataques una y otra vez”, dice Sarah Emerson, presidenta de la consultora de energía Energy Security Analysis. “Porque de ser así, el mercado energético, que ya se está contrayendo, se endurecerían todavía más”.
Por Marc Santora y Steven Erlanger
Traducción de Jaime Arrambide
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