Agresivo y sin máscaras, Xi Jinping regresó con todo a la escena internacional
Así como se reunió con Alberto Fernández, el presidente chino apuesta a fortalecer los vínculos bilaterales mediante su “diplomacia personal”
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PEKÍN.- El presidente Xi Jinping, que durante el aislamiento de China por la pandemia estuvo flagrantemente ausente de la arena diplomática internacional, fue todo sonrisas y apretones de mano en su retorno de esta semana, que incluyó una seguidilla de reuniones con las que Pekín quiere empezar a reconstruir sus deterioradas relaciones con algunos países.
Pero en un intercambio captado por las cámaras que se viralizó en la redes, pudo verse a un Xi sin máscaras reprendiendo al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, tras la Cumbre del G-20, al parecer por la filtración a los medios del contenido de la reunión bilateral que había mantenido el día anterior. La escena fue una rara oportunidad de ver al líder chino sin disimulos, y un recordatorio de las crispadas relaciones de Pekín con Occidente.
Diplomáticos y expertos coinciden en que la ausencia de China de los encuentros cara a cara durante la pandemia tuvo un precio muy alto, y durante ese tiempo las relaciones de Pekín con Estados Unidos y con algunos de sus vecinos asiáticos se deterioró por diversos enfrentamientos.
Como en los últimos tiempos los líderes del mundo han tenido tan poco acceso a los máximos funcionarios chinos, la presencia de Xi esta semana en la isla indonesia de Bali para la Cumbre del G-20, seguida de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Bangkok, fue doblemente valiosa por su rareza.
La reanudación del diálogo -incluido el primer encuentro de Xi con el presidente norteamericano, Joe Biden, y las primeras charlas directas con el primer ministro de Australia desde 2016- es positivo en sí mismo, dicen los analistas, aunque no redunde en resultados concretos en lo inmediato.
Además de Biden, Trudeau y el australiano Anthony Albanese, en Bali el líder chino también mantuvo reuniones bilaterales con los mandatarios de Corea del Sur, Italia, Argentina, Holanda y Francia. El encuentro con el flamante primer ministro británico, Rishi Sunak, fue cancelado por problemas de agenda, según informó Downing Street, pero Xi tiene previsto encontrarse en Bangkok con Fumio Kishida, de Japón, y con la neozelandesa Jacinda Ardern.
Leif-Eric Easley, profesor de estudios internacionales en la Universidad Ewha en Seúl, describió la apretada agenda de Xi como una “ofensiva de seducción”, después del confinamiento de China durante casi tres años y de la consolidación del poder de Xi, que el mes pasado se aseguró un tercer mandato.
“Es probable que las reuniones no sean suficientes para avanzar en los temas económicos y de seguridad más espinosos, pero podrían impedir que las relaciones se sigan deteriorando”, dice Easley.
Biden y muchos más
La semana de Xi llegó a su clímax con la reunión de tres horas con Biden, donde se vieron señales de deshielo en las frías relaciones bilaterales y hasta se habló de que el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, viaje a Pekín a principios del próximo año.
Daniel Russel, máximo diplomático estadounidense para el Este de Asia durante el gobierno de Barack Obama, dice que las señales de que China estaría dispuesta a dar los primeros pasos hacia una cooperación en algunos temas globales “deberían ser tomadas como una tentativa, no como un acuerdo ya cerrado”.
Y aunque Biden regresó a Washington después del G-20 y en la reunión de APEC estará representado por la vicepresidenta Kamala Harris, Xi participa en ambos eventos, que se llevan a cabo en una región que China considera su patio trasero.
Ja Ian Chong, politólogo de la Universidad Nacional de Singapur, dice que fueron varios los líderes que esta semana se dedicaron a evaluar el estado de sus relaciones con China, “especialmente ahora que el régimen de Pekín es mucho menos accesible y mucho menos transparente que antes”.
Xi se trasladó por Bali en su propia limusina Hongqi, la versión china de la limusina presidencial norteamericana, conocida como “La Bestia”.
A diferencia de Biden, Xi asistió incluso a la cena grupal del G-20. En septiembre, se había saltado la cena oficial de la cumbre de un grupo de seguridad regional en Asia Central, su único otro viaje al extranjero durante la pandemia.
“Diplomacia de superpotencia”
Para China, el acercamiento a otros líderes es una oportunidad de retomar la iniciativa en una competencia cada vez más encarnizada por la influencia global con Estados Unidos, cuyo contundente apoyo a Taiwán en el Pacífico y su alianza de estrategia militar AUKUS con Australia y Gran Bretaña causan creciente alarma en Pekín.
China también se ve presionada por las medidas de Estados Unidos para cortarle el acceso a la tecnología avanzada de semiconductores, lo que llevó a Xi a quejarse del “desfasaje” y la politización de los problemas económicos y comerciales ante el primer ministro Mark Rutte, de los Países Bajos, hogar del gigante de los microchips, la empresa ASML.
“A China le interesa picotearle a Estados Unidos la mayor cantidad de socios posibles”, dice Masafumi Iida, miembro del Instituto Nacional de Estudios de Defensa, Japón.
“Ese objetivo queda el descubierto en las cumbres que Xi a celebrado con el autraliano Albanese y con el mandatario surcoreano Yoon Suk-yeol, con la esperanza de forjar mejores relaciones con ellos.”
Ese regreso de la “diplomacia personal” también le da a Xi una plataforma para impulsar las iniciativas que consolidan aún más el status de China como líder del mundo emergente. En su reunión con el presidente de la Argentina, Alberto Fernández, el líder chino aprovechó para impulsar su iniciativa conocida como la Nueva Ruta de la Seda.
A nivel interno -donde están reapareciendo brotes de Covid y donde la década de Xi en el poder estuvo marcada por un proceso de creciente autoritarismo-, la semana de reuniones internacionales transmite el mensaje de la estatura global de China y una sensación de normalidad, aunque su cobertura estuvo limitada básicamente a los medios estatales.
Antes de la pandemia, Xi era un practicante entusiasta de la diplomacia personal, y China amplió su presencia en el escenario internacional a través de iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda, que fueron particularmente bien recibidas en los países en desarrollo, cuyos líderes fueron honrados con una reunión cara a cara y fotos con Xi.
Li Mingjiang, profesor adjunto de relaciones internacionales en la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam, Singapur, dice que la presión que percibe Pekín por la contundencia global de Washington puede haber funcionado como un “incentivo adicional” para que Xi apurara su regreso.
“Creo que en los próximos años seremos testigos de los esfuerzos de China para implementar su diplomacia de superpotencia”, dice Mingjiang.
Por Eduardo Baptista y Martin Quin Pollard
Traducción de Jaime Arrambide
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