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SANTIAGO, Chile.- La historia de éxito más renombrada de América Latina transita por un espiral de suspenso. Luego de años de simbolizar la imagen corporativa de la estabilidad, Chile enfrenta un cambio de ciclo con las elecciones presidenciales más inciertas desde el retorno de la democracia. Y lo hace, además, de la mano de un histórico proceso constitucional todavía en ciernes, y en un contexto político de polarización que ha generado el avance de liderazgos populistas.
Los augurios de las principales encuestadoras chilenas han dado cuenta del protagonismo de las posturas más extremas, un fenómeno reflejado por quienes irrumpen como los principales favoritos para la cita electoral del próximo domingo que definirá al sucesor de Sebastián Piñera, la nueva composición del Parlamento (diputados y senadores), y una serie de autoridades locales.
¿Los probables protagonistas de esa jornada? Por un lado, José Antonio Kast, líder de extrema derecha, de ADN bolsonarista y rostro del Partido Republicano; versus Gabriel Boric, diputado de izquierda, exlíder de las manifestaciones estudiantiles de 2011, representante del Frente Amplio, y hoy aliado del Partido Comunista.
Según el sondeo Pulso Ciudadano de Activa Research y difundido el 6 de noviembre, Kast lidera la intención de voto con 21,7% de respaldo, mientras que Boric alcanza 17,7% de las preferencias.
Más atrás, y casi ya sin chances de entrar en el ballotage, asoman representantes moderados como la democratacristiana Yasna Provoste (10,9%) y el liberal Sebastián Sichel (8,2%), candidato del bloque oficialista que se impuso en las primarias de la centroderecha de julio, y cuya performance en el último debate generó optimismo en sus filas. Cierran el listado el economista independiente Franco Parisi (7,3%) y Marco Enríquez-Ominami (3,9%), cercano al presidente argentino Alberto Fernández.
Pese a su liderazgo en el sondeo, el referente conservador también figura como el candidato con mayor rechazo y, en un escenario de segunda vuelta, Boric se impondría por un estrechísimo margen. En tanto, la encuesta Cadem también ha evidenciado el alza de Kast y un estancamiento en las cifras de Boric con miras a los comicios de los próximos días. Incluso, en un posible de ballottage, el estudio indica que el abanderado del Frente Social Cristiano registraría un 44% y Boric, un 40%. ¿El punto crítico? Su pobre cometido en el debate presidencial que cerró la campaña y que podría restarle puntos.
Por cierto, la campaña ha ido tomando temperatura y perfilando los proyectos de los postulantes al sillón de La Moneda. Mientras Kast propone bajar el impuesto a las empresas a 17% y ha deslizado la idea de construir una zanja para frenar la migración irregular en el norte de Chile; Boric propone el fin de las administradoras de fondo de pensiones privadas, la reducción de la jornada laboral a 40 horas y un impuesto a las grande fortunas del país.
Expectativas de una transición inconclusa
Si se concreta aquel escenario y Kast y Boric obtienen las dos primeras mayorías y se enfrentan en el ballottage fijado para el 19 de diciembre, el nuevo mandatario representará a una fuerza política distinta a las que gobernaron en los últimos 30 años tras la dictadura de Augusto Pinochet y que transformó al país a la economía en desarrollo más promercado del mundo y en un imán para las inversiones extranjeras.
Se trata de un ciclo rotulado como la “transición a la democracia” y en la que diversas administraciones (cinco de centroizquierda y dos de centroderecha) le inyectaron estabilidad macroeconómica y fortaleza institucional al país, pero no pudieron limitar el avance de desigualdades de base en áreas como salud, justicia, educación y pensiones.
“La crisis chilena se hace estructural porque no se manejaron adecuadamente los conflictos y contradicciones, en medio de un contexto global propio del desplome de las democracias liberales y el neoliberalismo. La grieta institucional escaló aspectos de corrupción política, indolencia del sistema judicial y colusiones económicas, que no fueron procesadas adecuadamente en ninguno de los gobiernos de ese periodo”, dijo a LA NACION Claudio Elórtegui Gómez, académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Las cifras, en todo caso, se han puesto sobre la mesa y han dado pie para sostener los principales argumentos de quienes han defendido el modelo y han destacado el salto que Chile experimentó con respecto al resto de países de América Latina en las últimas décadas.
¿Ejemplos? Entre 1990 y 2017, el crecimiento acumulado ascendió al 748 % y el PIB per cápita aumentó de US$2494 en 1990 a US$15.888 en 2018, aunque a raíz de la pandemia en 2020, bajó a US$13.200. De manera paralela, y según informe del Ministerio de Desarrollo Social chileno y con datos de la Encuesta Casen, mientras en 1990 el país registraba un nivel de pobreza en torno al 38,6%, en 2017 se logró disminuir al 8,5%.
“El gran temor era si las nuevas administraciones de centroizquierda iban a mantener las reformas económicas del gobierno militar, o se volvería al intervencionismo estatal aún vigente en América Latina en esa época. Se optó por lo primero, y los gobiernos que vinieron mantuvieron el modelo económico, lo que generó un periodo de sustancial crecimiento: con Patricio Aylwin (1990-1993) fue de 7,2%; luego con Eduardo Frei (1994-1999) se llegó a un 5,4%, y con el presidente Ricardo Lagos (2000-2005) se alcanzó un 4,8%”, dijo Tomás Flores, exsubsecretario de Economía del primer gobierno de Sebastián Piñera.
“A partir del primer gobierno de la presidente Bachelet este convencimiento sobre el modelo económico comienza a cambiar y se incrementa un movimiento autoflagelante que rechaza un modelo económico establecido por el gobierno militar”, agregó Flores.
El quiebre del estallido
“En medio de esta América Latina convulsionada, Chile es un verdadero oasis con una democracia estable”, dijo el presidente Sebastián Piñera en octubre de 2019, en una especie de proyección del excepcionalismo chileno como modelo de éxito y ejemplo de la consecución del sueño liberal, pero sin imaginarse lo que ocurría días más tarde.
Las palabras del Jefe de Estado retumbaron con fuerza aquel 18 de octubre cuando un estallido social cambió para siempre el rumbo de su gobierno. La revuelta popular, plasmada en todas las regiones del país a través de manifestaciones y un clima de violencia, se convirtió en el hito desde el cual se revalidaron una serie de demandas sociales como las mejoras en el sistema de pensiones, el acceso a la educación y salud.
Sin embargo, la consecuencia más importante vino a través de un proceso constituyente que, a través de una vía institucional, buscó generar una nueva Carta Magna en reemplazo a la fundada durante la dictadura.
“El cambio del ciclo político en Chile estará dado, formalmente, por el plebiscito de salida del trabajo constitucional de la Convención. Una nueva Constitución marcará el hito de esta nueva fase sociopolítica, orientada por un especial énfasis medioambiental, descentralización política y cesión de poder de las instituciones presidencialistas que forjaron la identidad del periodo anterior”, señaló Claudio Elórtegui, también investigador en comunicación política.
“Por ese motivo las próximas elecciones son fundamentales. Al próximo presidente de Chile, y también al Congreso, le corresponderá continuar con la siguiente etapa del proceso constituyente, consistente en la priorización y adecuación de los diversos cambios políticos y normativos que el nuevo texto constitucional obligará”, manifestó Sebastián Salazar Pizarro, docente académico de la Universidad de O’Higgins (UOH).
Milagro en entredicho
Convertido en una especie de modelo en el cono sur, Chile se erigió como uno de los países con mejores tasas de crecimiento, ejemplo de políticas públicas por parte de organizaciones internacionales y su transición fue elogiada por los principales países del mundo, que miraron con interés cómo las políticas económicas de apertura al exterior permitieron financiar un gasto social en aumento.
De hecho, desde 1990 hasta el 2000, el ingreso promedio se duplicó, la pobreza se redujo a la mitad y la bolsa de valores del país se multiplicó por catorce. Por otra parte, el PIB por persona casi se triplicó entre 1990 y 2015, el número de estudiantes universitarios se quintuplicó en el mismo periodo y la desigualdad de ingresos cayó hasta más abajo del promedio regional.
“Si bien Chile tuvo cifras económicas importantes, el gran problema que se produjo en el país fue la concentración de la riqueza y que las desigualdades económicas crecieron. El proyecto económico finalmente derivó en una concentración, lo que trajo un problema mayor, producto de las insatisfacciones de la sociedad”, analizó Máximo Quitral, analista político y académico de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM).
Aquella contradicción también golpeó la imagen de Chile en los últimos años y las mismas publicaciones de renombre internacional que antes elogiaban al país, hoy miran su futuro con desconfianza.
“Luce peor que en cualquier otro momento desde el regreso de la democracia”, editorializó The Economist, bajo un encabezado igual de inquietante: “Chile, una vez considerada la Finandia de Latinoamérica, está en problemas”
“Desde que se llevaron a cabo grandes manifestaciones en octubre de 2019, en las que murieron al menos 30 personas y las estaciones de metro e iglesias fueron arrasadas, la violencia se ha vuelto mucho más común”, planteó la publicación británica.
Señales positivas
Pese al panorama polarizado que se ha generado en el ánimo de los sus ciudadanos en la previa de las próximas elecciones, hay algunas señales que han llamado a la ilusión.
Una de ellas provino de la propia OCDE que indicó en sus proyecciones que Chile será la única gran economía latinoamericana que volverá este 2021 a la renta per cápita previa a la crisis, gracias al luminoso ciclo que ha vivido el precio del cobre (su principal producto de exportación) y el robusto plan de vacunación al que se ha sometido su población para enfrentar la pandemia de Covid-19, el mismo que lo tiene como es uno de las naciones con la mayor tasa de inmunización en el mundo.
“Se prevé que el crecimiento repunte hasta el 6,7% en 2021 y 3,5% el próximo año. El consumo privado será el principal motor de la recuperación, estimulado por las medidas de apoyo a los hogares. La inversión recobrará impulso paulatinamente gracias a la subida de los precios del cobre, la inversión pública y las favorables condiciones de financiamiento”, informó la entidad, aunque todo este escenario favorable también dependerá en gran medida de que lo que arrojen los resultados de las próximas elecciones
“Si bien existe más polarización hacia los extremos y una mayor identificación con la izquierda y con la derecha, el votante moderado sigue siendo mayoritario en Chile. Y si hay algo que han mostrado las encuestas, es que a medida que nos hemos ido alejando del estallido social vamos volviendo a esta especie de normalidad, con un centro muy fuerte”, señaló Mario Herrera, académico del Centro de Análisis Político de la Universidad de Talca.
En ese sentido, y si bien las candidaturas de Boric y Kast representan dos mundos opuestos y han hecho más visible la identificación de sus votantes a posturas de derecha y a izquierda, la competencia por el eje del centro obligará a ambos presidenciables a moverse hacia discursos menos polarizados.
“Cualquier opción más extremista deberá moderarse en una eventual segunda vuelta, sobre todo es si se aspira a ganar las próximas elecciones presidenciales”, añadió Salazar Pizarro, académico de Universidad de O’Higgins,
Con todo, las franjas electorales televisadas y los debates presidenciales también ha despertado el interés de los electores y de un número importante de indecisos que podrían desequilibrar la balanza el 21 de noviembre, en unos comicios que siguen siendo voluntarios y cuya abstención ha rondado históricamente el 50%. Un fenómeno que refleja un “voto informado” y que exhibe el deseo de los chilenos de ser partícipes de un proceso trascendental en su historia.
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