“Acá se cambió la historia”: el pueblo de Ucrania que se enorgullece de haber impedido la invasión rusa a Kiev
Las cicatrices de la guerra siguen visibles en varios localidades cercanas a la capital que sufrieron en carne propia el conflicto
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MOSHCHUN, Ucrania.- Poco antes del fin de 2021, la ucraniana Iryna Kabalska, residente de Moshchun, una apacible localidad en medio del bosque en las afueras de Kiev, compró su primer dron. “Era casi como un juguete”, cuenta. No sabía que solo dos meses después sería el dispositivo clave que le salvaría la vida cuando estalló la invasión rusa a gran escala, el 24 de febrero de 2022, con el asalto al aeropuerto de Hostomel, justo al otro lado del río Irpin.
“Usamos los drones con una estrategia creativa y con efecto máximo, como guía para el escape. Veíamos por dónde se movían los rusos: estos aparatos son como ojos para la larga distancia. Fue una habilidad crítica saber manejarlos”, señala Kabalska, cuyo antiguo trabajo en la industria farmacéutica ucraniana la llevó a vivir en Buenos Aires durante un año, en 2019. Mientras relata la odisea, muestra videos de las tropas rusas al acecho, hechos desde un sótano.
Casi dos años y tres meses después de aquel fatídico día, los cerca de 1000 habitantes de Moshchun aún se enorgullecen de ser considerados como la “zona cero” de la defensa para impedir la invasión de los rusos a Kiev. “Acá se cambió la historia, porque de haber caído el pueblo, desde aquí los rusos hubieron entrado a la capital”, dice Kabalska.
Después de que las fuerzas rusas tomaran el control del aeropuerto de Hostomel el 25 de febrero de 2022, lanzaron una ofensiva masiva contra Kiev desde Bielorrusia a través de la zona de exclusión de la planta nuclear de Chernobyl. En el curso de un rápido avance, las tropas del Kremlin tomaron el control de Chernobyl, Ivankiv, Dymer y Borodyanka. También llegaron a las afueras de Bucha, donde se produjo una masacre. Muy cerca quedó el intento de tomar Moshchun, pueblo al que los rusos pudieron cruzar tras detectar una zona baja del río y montar un puente móvil, relata Vadim Zherdytsky, alcalde de la localidad, que estaba allí durante el ataque.
“Se cortaron las señales, bloqueamos mapas virtuales y hasta pusimos señalizaciones falsas para confundir a los rusos”, dice Zherdytsky a un grupo de periodistas de medios sudamericanos, entre ellos LA NACION, que recorrieron distintas localidades de esta zona clave en el inicio de la invasión ordenada por el presidente Vladimir Putin.
Para disuadir el avance ruso, las tropas ucranianas volaron los puentes que cruzaban el río Irpin mientras se retiraban a otras posiciones. Los bombardeos y los combates continuaron a lo largo del río durante varios días. Se enviaron refuerzos para fortificar Moshchun: Oleksandr Syrskyi, el comandante que en ese momento supervisaba la defensa de Kiev, mostró especial interés en proteger esa localidad, ya que podría servir como puerta de entrada a la capital.
Kabalska, de 35 años, logró escapar del infierno. “Tuve suerte”, dice. Pero casi la totalidad de su pueblo quedó en ruinas tras un mes de batallas. Las paredes de muchas casas con impactos de la munición rusa, y otras sin techos, son el testimonio del horror que aún queda latente. Según recuentos oficiales, 126 militares y 15 civiles ucranianos murieron allí, incluido un matrimonio de ancianos que no pudo ser evacuado.
Tras la expulsión de las tropas rusas, Kabalska decidió dejar su trabajo, aquel que la había llevado a vivir en Recoleta. “Me encantaba estar en Buenos Aires. Los parques, la gente muy abierta, con predisposición a ayudar. El estilo de vida con los cafés y los bares… pero ahora casi no hablo español. Tengo más spanglish. Toda mi memoria cambió desde 2022″, confiesa. “Ah, y cuando descubrí la carne argentina, pensé: ‘Acá me quedo para siempre´”, añade.
Abandonó la industria farmacéutica –por la que también vivió en otras ciudades de la región, como Medellín-, volvió para trabajar como voluntaria en Moshchun y, desde hace dos meses, es la encargada de inversiones y desarrollos regionales de Hostomel. Su casa había sufrido daños por un misil que explotó a 10 metros, pero pudo reacondicionarla. Cerca, en el bosque, se levanta un memorial por los caídos en aquella batalla y un pequeño monumento con el número 2022, que recuerda cómo repelieron a los invasores.
Muy cerca de Moshchun, Irpin fue otra de las ciudades asediadas por los rusos en su intento por rodear Kiev. Hasta allí se llega tras pasar retenes militares. Su actual alcalde, Oleksandr Markushyn, era en ese momento jefe del batallón de defensa territorial de la zona. Fueron 30 días de cruentas batallas y una dramática evacuación de 95.000 civiles, casi la totalidad de la población, recuerda. Fue la ciudad más dañada de la región de Kiev, con el 70% de las edificaciones destruidas y la totalidad de la infraestructura civil.
“De no haber hecho la evacuación hubiera sido una masacre total: hubo 300 civiles muertos en ese mes”, resume, y recuerda que fue la primera gran victoria militar en la guerra contra los rusos, por lo que el presidente Volodimir Zelensky le dio el estatus de “Ciudad heroica”. Markushyn cuenta la historia de la defensa ante decenas de vehículos destruidos en los enfrentamientos. Cerca de allí está el emblemático puente de Irpin, destruido por las fuerzas ucranianas para evitar el avance de los tanques rusos. El mandatario también quiere que ese lugar sea un memorial.
Pegado a Irpin, Bucha fue uno de los lugares que más conmovieron al mundo, con imágenes espeluznantes tras el retiro de las tropas rusas. El padre Andrew, de la iglesia ortodoxa ucraniana local, aún hoy recuerda el horror casi al borde de las lágrimas. Cuerpos atados y con balazos en la cabeza y las rodillas, algunos quemados e irreconocibles. “Muchos curas en Bucha fueron asesinados”, dice, y cuenta que por eso él vestía de civil. En su iglesia una muestra fotográfica rememora las escenas de la masacre rusa.
Unos 25 kilómetros al oeste, Borodyanka fue tomada por los rusos. Abundan las historias de civiles muertos en bombardeos y ataques de artillería pesada. “No había dónde esconderse”, cuenta Natalya, una residente local cuya familia logró ser evacuada. En medio de la destrucción de un complejo de edificios, donde aún hoy vive 10 familias, está el grafiti del artista británico Banksy, titulado “David y Goliat”, hecho en octubre de 2022 y que parodia a un niño volteando con una toma a un Putin vestido de judoca.
“No hay una sola persona que no haya sido afectada por la guerra en esta zona”, recuerda Natalya. Muchos de los que perdieron sus hogares fueron reubicados y aún no pudieron volver. En un pequeño cuarto de un centro de rehabilitación vive Tetyana, de 69 años, junto con su nieta, Mylana, de 12. Sus padres fueron asesinados en la toma de la ciudad. En medio de dibujos pintados, junto a la cama cucheta, la mujer relata su historia al borde del llanto: “Así es como vivimos ahora por culpa de los rusos”.
Este artículo es parte de una serie de publicaciones del proyecto de cobertura de conflictos internacionales de la Fundación Gabo.
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