Abusos: el Papa escribió una carta a los sacerdotes para que no se desanimen
ROMA.- En un "annus horribilis" por el
escándalo de abusos sexuales de menores
por parte del clero, que afectó como nunca la credibilidad de la Iglesia y de su propio pontificado,
el Papa le escribió una
a los más de
400.000 sacerdotes que hay en el mundo,
con un objetivo muy claro: alentarlos en este momento de turbulencia.
Consciente de que el horror cometido por una minoría repercute en el ánimo de la gran mayoría y de que "nuestros sacerdotes se sienten ridiculizados y culpabilizados por crímenes que no cometieron", Francisco llamó a todos a no desalentarse. Lo hizo en una carta de ocho carillas publicada hoy, en coincidencia del 160 aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, patrono de los párrocos, escrita en español y con muchos de su clásicos porteñismos.
En la misiva el Papa se dirige directamente a los curas que "sin hacer ruido, lo dejan todo", que "trabajan en la trinchera", que "dan la cara cotidianamente, sin darse tanta importancia, a fin de que el Pueblo de Dios esté cuidado y acompañado". Y les pide que, más allá del dolor y la indignación por el escándalo de abusos, no se desanimen. Les agradece su trabajo contra viento y marea y, pese al descrédito de estos tiempos, les deja claro su sostén y los alienta a renovar su fe.
El Papa escribió esta carta –dividida en cuatro temas: Dolor, Gratitud, Ánimo, Alabanza–, durante su período de vacaciones, que pasó, como siempre, en su casa, la residencia de Santa Marta, en el Vaticano. El 20 de agosto del año pasado, en víspera de su visita a Irlanda y luego de que saliera a la luz un estremecedor informe de abusos sexuales cometidos en Pensilvania, Estados Unidos, y del destape, antes, de un horror similar en Chile, Francisco escribió una Carta al Pueblo de Dios. Dirigida a los católicos de todo el mundo, allí condenaba sin medias tintas los abusos sexuales de menores cometidos por el clero, el fracaso de la jerarquía de la Iglesia católica para responder a este espanto, el encubrimiento sistemático y llamaba a toda la Iglesia a reaccionar, a "erradicar una cultura de muerte".
En el texto publicado hoy, en el que se presenta como "hermano mayor y padre", vuelve a tocar el tema, pero se dirige a los sacerdotes. Y deja claro de que es consciente de que en muchos países del mundo, después de la nueva oleada de casos de abusos en Estados Unidos, Australia, Irlanda, Chile, Alemania y demás, su moral se encuentra por el piso.
Dolor
"En estos últimos tiempos hemos podido oír con mayor claridad el grito, tantas veces silencioso y silenciado, de hermanos nuestros, víctimas de abuso de poder, conciencia y sexual por parte de ministros ordenados", reconoce en la primera parte, dedicada al Dolor. "Sin lugar a dudas es un tiempo de sufrimiento en la vida de las víctimas que padecieron las diferentes formas de abusos; también para sus familias y para todo el Pueblo de Dios", admite. Y recuerda lo hecho hasta ahora para revertir las cosas. "Como ustedes saben estamos firmemente comprometidos con la puesta en marcha de las reformas necesarias para impulsar, desde la raíz, una cultura basada en el cuidado pastoral de manera tal que la cultura del abuso no encuentre espacio para desarrollarse y, menos aún, perpetuarse", asegura. "No es tarea fácil y de corto plazo, reclama el compromiso de todos", advierte. "Si en el pasado la omisión pudo transformarse en una forma de respuesta, hoy queremos que la conversión, la transparencia, la sinceridad y solidaridad con las víctimas se convierta en nuestro modo de hacer la historia y nos ayude a estar más atentos ante todo sufrimiento humano", recuerda.
Subraya luego que en las diferentes visitas pastorales realizadas tanto en Roma, como en el resto del mundo, al reunirse con sacerdotes, muchos le manifestaron su indignación por lo sucedido, "y también cierta impotencia, ya que además del desgaste por la entrega han vivido el daño que provoca la sospecha y el cuestionamiento, que en algunos o muchos pudo haber introducido la duda, el miedo y la desconfianza". "Sin negar y repudiar el daño causado por algunos hermanos nuestros sería injusto no reconocer a tantos sacerdotes que, de manera constante y honesta, entregan todo lo que son y tienen por el bien de los demás y llevan adelante una paternidad espiritual capaz de llorar con los que lloran; son innumerables los sacerdotes que hacen de su vida una obra de misericordia en regiones o situaciones tantas veces inhóspitas, alejadas o abandonadas incluso a riesgo de la propia vida", afirma. "Reconozco y agradezco vuestro valiente y constante ejemplo que, en momentos de turbulencia, vergüenza y dolor, nos manifiesta que ustedes siguen jugándose con alegría por el Evangelio", añade. "Estoy convencido de que, en la medida en que seamos fieles a la voluntad de Dios, los tiempos de purificación eclesial que vivimos nos harán más alegres y sencillos y serán, en un futuro no lejano, muy fecundos. ¡No nos desanimemos! El señor está purificando a su Esposa y nos está convirtiendo a todos a Sí. Está soplando su Espíritu para devolver la belleza a su Esposa sorprendida en flagrante adulterio. Nuestro humilde arrepentimiento, que permanece en silencio, en lágrimas ante la monstruosidad del pecado y la insondable grandeza del perdón de Dios, es el comienzo renovado de nuestra santidad", asegura.
Gratitud
En la segunda parte, dedicada a la Gratitud, Francisco recuerda palabras del padre Lucio Gera, "gran maestro de vida sacerdotal de mi país natal". Y la importancia de "no perder la memoria agradecida del paso del Señor por nuestra vida, la memoria de su mirada misericordiosa que nos invitó a jugárnosla por Él y su pueblo", sobre todo en momentos de tribulación. Les da las gracias a los sacerdotes fieles a los compromisos contraídos: "Es todo un signo que, en una sociedad y una cultura que convirtió ‘lo gaseoso’ en valor, existan personas que apuesten y busquen asumir compromisos que exigen toda la vida". Vuelve a recordar, asimismo, la importancia de la cercanía. "Gracias por las veces en que, dejándose conmover en las entrañas, han acogido a los caídos, curado sus heridas, dando calor a sus corazones, mostrando ternura y compasión como el samaritano de la parábola. Nada urge tanto como esto: proximidad, cercanía, hacernos cercanos a la carne del hermano sufriente. ¡Cuánto bien hace el ejemplo de un sacerdote que se acerca y no le huye a las heridas de sus hermanos! Reflejo del corazón del pastor que aprendió el gusto espiritual de sentirse uno con su pueblo; que no se olvida que salió de él y que sólo en su servicio encontrará y podrá desplegar su más pura y plena identidad, que le hace desarrollar un estilo de vida austera y sencilla, sin aceptar privilegios que no tienen sabor a Evangelio; porque «eterna es su misericordia".
Ánimo
En la tercera parte, el Papa se centra en el Ánimo. "Frente a experiencias dolorosas todos tenemos necesidad de consuelo y de ánimo. La misión a la que fuimos llamados no entraña ser inmunes al sufrimiento, al dolor e inclusive a la incomprensión; al contrario, nos pide mirarlos de frente y asumirlos para dejar que el Señor los transforme y nos configure más a Él", indica. Y denuncia esa "tristeza dulzona" que paraliza el ánimo. "Hermanos, cuando esa tristeza dulzona amenace con adueñarse de nuestra vida o de nuestra comunidad, sin asustarnos ni preocuparnos, pero con determinación, pidamos y hagamos pedir al Espíritu que venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos las costumbres, abramos bien los ojos, los oídos y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado", pide. El exarzobispo de Buenos Aires también recuerda la importancia de la oración. Y que "para mantener animado el corazón es necesario no descuidar dos vinculaciones constitutivas de nuestra identidad": la primera, Jesús, la segunda, el pueblo de Dios. "No se aíslen de su gente. Menos aún se enclaustren en grupos cerrados y elitistas. Esto, en el fondo, es asfixia y envenena el alma. Un ministro animado siempre es en salida".
Alabanza
En la última parte, dedicada a la Alabanza, finalmente recuerda a los sacerdotes que "es imposible hablar de gratitud y de ánimo sin contemplar a María". "Mirar a María es volver a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Dejemos que sea la gratitud lo que despierte la alabanza y nos anime una vez más en la misión de ungir a nuestros hermanos en la esperanza. A ser hombres que testimonien con su vida la compasión y misericordia que sólo Jesús nos puede regalar".
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