Aborto en Estados Unidos: la decisión de la Corte enardece aún más a una sociedad ya dividida
Quienes apoyan la decisión del tribunal esperaban desde hace décadas la resolución, mientras los que se oponen temen que sea el comienzo de nuevas medidas
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WASHINGTON.- Hay un puñado de casos de la Suprema Corte de Estados Unidos que están grabados a fuego en la consciencia colectiva de los norteamericanos. Y el fallo del viernes en el caso Dobbs versus la Organización Jackson de Salud de la Mujer se sumará ahora a la lista: será recordado como la histórica marcha atrás de un derecho consagrado constitucionalmente desde hace medio siglo y que termina de echar nafta al fuego de un país ya profundamente dividido.
Al revertir el fallo Roe versus Wade y poner fin a la garantía constitucional de las mujeres al derecho a abortar en todo Estados Unidos, el nuevo bloque conservador de la Corte se abroqueló y encaminó al país a una guerra judicial y política que se prolongará durante años, un conflicto quizás incluso más encarnizado que el desatado en 1973 por el fallo Roe versus Wade.
Las implicancias de este fallo de la Corte son imposibles de exagerar y casi imposibles de predecir. El impacto inmediato lo sentirán millones de mujeres en estados que ahora aprovecharán para ilegalizar el aborto en todas o virtualmente todas las circunstancias. Pero sus efectos tal vez también alcanzarán a todos los que ahora sienten que sus derechos adquiridos y consagrados están en peligro, en especial los integrantes de las comunidades LGBTQ+.
Los efectos a largo plazo podrían terminar de dividir culturalmente a al país en enclaves demócratas y republicanos, con leyes y derechos diametralmente distintos, profundizando la balcanización de Estados Unidos. Tarde o temprano, incluso podría llegar a redibujar el paisaje político del país, aunque eso dependerá del nivel de movilización de los partidarios del aborto y de los opositores a la actual conformación de la Suprema Corte, así como se siguieron movilizando los antiabortistas durante décadas.
Al eliminar algo que era constitutivo de las vidas de las mujeres desde ya hace generaciones, la Suprema Corte se metió con un tema moral, sobre el que muchos estadounidenses tienen sentimientos encontrados y conflictivos, y al parecer desechó cualquier búsqueda de un terreno intermedio.
De los seis jueces conservadores de la Corte, solo el presidente del supremo tribunal, John G. Roberts Jr., buscó un camino menos divisivo. Pero no logró sumar a sus colegas conservadores, que tomaron un camino más absolutista, y terminó votando con ellos para tumbar Wade versus Roe. Para la historia, ningún otro fallo definirá tanto la Corte presidida por Roberts.
El fallo del viernes es un triunfo para la doctrina del originalismo, según la cual la Constitución tiene un sentido fijo establecido al momento de su entrada en vigor, cuyas consecuencias son de peso para un país con una población cada vez más diversa y tolerante. “Si limitamos la evidencia histórica a esos textos que los originalistas consideran míticos, lo que obtenemos son siglos de historia norteamericana donde las mujeres y las personas negras estuvieron completamente desamparadas y privadas de derechos”, dice la historiadora Jill Lepore. “Y es la misma base que ahora usan para seguir negando derechos.”
Temores a futuro
La Suprema Corte era considerada -tal vez exageradamente en los últimos años- como un poder del Estado que impulsaba la ampliación de derechos para todos los ciudadanos estadounidenses. Gran parte de esa reputación se la ganó durante el mandato como su presidente de Earl Warren, también exgobernador de California. Durante la presidencia de Warren, el más alto tribunal norteamericano rechazó la segregación en las escuelas -el histórico fallo Brown Versus Comité de Educación-, ratificó la constitucionalidad de la Ley de Derechos Civiles de 1964, y garantizó el derecho de las parejas casadas a la contracepción.
En años más recientes, la Corte fue tomando decisiones más mixtas en temas de derechos civiles, con posturas más progresistas en materia de matrimonio entre personas del mismo sexo, pero recortando derechos en otras áreas, en particular, el derecho al voto. “Creo que esta decisión es un signo de exclamación que confirma un cambio de dirección de la Corte que ya lleva décadas”, dice William Galston, de la Brookings Institution. “Después de este fallo, nadie se atreverá a negar que vivimos en una nueva era.”
Y para algunos norteamericanos, esa nueva era será muy parecida a la viejísima era, cuando los derechos de las mujeres y las minorías era limitados o no existían. El juez Samuel Alito, en su dictamen por la mayoría, buscó ahuyentar esos temores señalando que los argumentos que llevaron a revertir Roe versus Wade se aplican exclusivamente al tema del aborto. Pero el juez Clarence Thomas, en dictamen coincidente, dejó entrever que ahora debería ser reconsiderado todo el corpus de derechos civiles, incluido el matrimonio igualitario.
El fallo del viernes fue anticipado por Político en mayo, cuando publicó la filtración de un borrador del dictamen del juez Alito, que contenía palabras fuertes y señales de que no solo estaban los votos necesarios para confirmar la constitucionalidad de la ley de Mississippi que prohíbe el aborte después de las 15 semanas, sino que también les alcanzaba para ir más allá y tumbar el fallo Roe. Pero la decisión definitiva que se conoció el viernes igualmente cayó como una bomba, un estallido legal que cancela toda esperanza de que la Corte buscase un camino intermedio que restringiera un poco el derecho de la mujer a abortar, pero sin eliminarlo del todo.
El anuncio causó desolación y festejos, de uno u otro bando. Pocas horas después de la noticia, el presidente Joe Biden dijo que “no está dicha la última palabra” en la lucha por la legalizar el aborto a nivel nacional, y pidió que quienes preservar ese derecho se presenten a votar en noviembre. “En las elecciones de noviembre, en la boleta está Roe”, dijo Biden, en referencia a la mujer que ganó el histórico caso en 1973, y haciéndose eco de la furiosa Nancy Pelosi, presidente demócrata de la Cámara de Representantes, que había hablado más temprano a la mañana.
Los opositores al aborto, animados por una victoria legal que persiguen desde 1973, se manifestaron en dirección contraria. El exvicepresidente Mike Pence, uno de los más acérrimos opositores al aborto, elogió el fallo y pidió a las personas con ideas afines que presionen para prohibir el procedimiento en todos los estados del país. “No podemos descansar ni ceder un milímetro hasta que la santidad de la vida sea restaurada al centro de la ley en todos los estados del país”, declaró Pence.
Este es el momento que los opositores al aborto soñaban desde hace décadas y que los partidarios del aborto temían desde igual tiempo. Pero ni unos ni otros pueden saber qué ramificaciones y consecuencias tendrá con el tiempo. Las predicciones sobre el futuro siempre contienen grandes salvedades.
Quienes apoyan el aborto legal y la continuidad de los derechos según el fallo Roe suelen tener de su lado a la opinión pública, pero cómo no tienen los números en el Congreso, no logran que el fallo Roe quede consagrado en una ley de alcance nacional. Así que para convertir el apoyo de la opinión pública en verdadera influencia política, tendrán que moverse como nunca lo han hecho.
Los opositores al aborto y los gobernadores republicanos tal vez logren su objetivo en muchos estados, pero eso también implica un riesgo para sus aspiraciones y posición a nivel nacional. Y si después de las elecciones de noviembre los republicanos toman el control de la Cámara y el Senado, cualquier intento de promulgar una ley nacional que prohíba el aborto enfrentaría una feroz oposición pública en las calles y tener un efecto rebote muy negativo.
La Corte Suprema de Estados Unidos se ocupa anualmente de algunos casos importantes que involucran los temas más divisivos del país. Y justo un día antes de emitir su fallo sobre el aborto, los supremos anularon una centenaria ley de Nueva York que restringía la portación de armas en público. Controvertido en sí mismo y comunicado al mismo tiempo que el Congreso aprobaba la primera ley de seguridad de armas en años, el fallo fue apenas un preludio de la decisión de revocar Roe.
Hoy por hoy, la última palabra sobre las cuestiones de jurisprudencia más importantes para la vida de los norteamericanos está en manos del bloque conservador que creó el presidente Donald Trump con sus tres designaciones en el máximo tribunal y que quedó asegurado por la maniobra legislativa del anterior líder de la minoría del Senado, el republicano Mitch McConnell, diseñada expresamente para imposibilitar la incorporación de jueves progresistas. La decisión del viernes expone el verdadero poder que ahora tienen esos jueces y deja picando una pregunta: ¿Y ahora qué viene?
Por Dan Balz
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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