La abrasadora ola de calor en Europa expone que las ciudades no se prepararon para esto
Los gobiernos del continente demoraron la implementación de medidas para mitigar el calor extremo, con el consecuente aumento de los fallecidos en los últimos años
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FLORENCIA, Italia.- Frente al majestuoso Duomo de Florencia, los turistas hacen fila con el paraguas abierto, para protegerse un poco del sol. Los vendedores callejeros ofrecen ventiladores portátiles y sombreros de paja, y los residentes locales entierran la cabeza en los antiguos bebederos que todavía hay repartidos por la ciudad, todos en busca de un poco de alivio de la nueva ola de calor que azota al continente europeo.
“Me siento como en casa”, dice Alina Magrina, una turista de 64 años de California, que al igual que gran parte del sur de Estados Unidos también viene sufriendo temperaturas astronómicas. “Pero allá en California, por lo menos pasamos de un aire acondicionado a otro.” Caminar por Florencia con ese calor, dice Alina, hace que le falte el aire, y se detiene a comprar un ventilador portátil en uno de los puestos del icónico Ponte Vecchio.
Los fenómenos de calor extremo ya se han convertido en un rasgo obligado de los veranos en muchas partes del mundo, pero sobre todo en Europa. Sin embargo, y por más que Europa se esté calentando más rápidamente que el promedio global, cada verano que pasa el continente parece menos preparado para enfrentarlo.
Los expertos dicen que los gobiernos europeos desoyeron las alarmas que están sonando desde hace 20 años, cuando la ola de calor de 2003 -el año más caluroso registrado en el continente- se cobró la vida de unas 70.000 personas, según diversas estimaciones. Y un informe publicado esta semana le atribuye 61.000 muertes a la ola de calor del verano pasado en Europa.
Este año la calamidad amenaza con repetirse. En algunos lugares de Europa, las olas de calor arrancaron en mayo, en medio de la primavera. Y la nueva ola de calor de esta semana -bautizada “Cerberus”, por el perro multicéfalo que custodia los portales del Averno- llevó las temperaturas por encima de los 37°C en lugares como Florencia, Roma, y partes de las islas de Sicilia y Cerdeña.
Debido al centro anticiclónico sobre el continente africano, para los próximos días Europa espera una nueva ronda de temperaturas extremas que podrían superar los 48°C.
Desde el asfixiante verano de 2003, los gobiernos europeos pusieron en marcha estrategias de adaptación y empezaron a emitir regularmente alertas de calor y recomendaciones para los residentes. Pero también han incumplido sistemáticamente los objetivos de reducción de emisiones de carbono tendientes a desacelerar el cambio climático, y tampoco invirtieron en soluciones tangibles.
“Lamentablemente, Europa no aprovechó como debería los últimos 20 años para tomar las acciones necesarias y reorganizar sus centros urbanos”, dice Benjamin Kötz, director de proyectos sustentables de la Agencia Espacial Europea, que le suministra a los planificadores de políticas públicas las imágenes satelitales que pueden ayudar a los gobiernos a planificar su “resiliencia climática”.
Parte del problema es que gran parte de la carga recae en gobiernos municipales, que tienen recursos y caminos limitados para mitigar el calor en lugares donde el casco histórico es invaluable y está protegido de cualquier alteración drástica de su fisonomía.
Y Florencia es un excelente ejemplo, tanto del impacto de las crecientes temperaturas como de los esfuerzos de adaptación y sus limitaciones.
Hace casi dos décadas que la ciudad intenta adaptarse al cambio climático: reacondicionó oficinas públicas, escuelas y hospitales, plantó miles de árboles, y planificó nuevos parques y plazas en las áreas suburbanas. Sin embargo, como todas las ciudades históricas italianas y europeas, Florencia no ha logrado que el casco histórico de la ciudad sea más verde, fresco y ventilado.
Desde su oficina con aire acondicionado y decorada con frescos en interior del Palazzo Vecchio, el alcalde de Florencia, Dario Nardella, dice que “se ha hecho mucho” desde principios de la década de 2000, aunque agrega que también “queda mucho por hacer”.
Los sectores más calurosos de Florencia, que según el mapeo realizado por la universidad local se encuentran en el casco histórico y un barrio del noroeste de la ciudad, comparten una serie de características: casi no tienen árboles y hay mucho cemento.
El alcalde explica que la ciudad plantó miles de árboles y lleva invertidos más de 1000 millones de dólares para reducir el ingreso de autos al del centro de la ciudad, con la construcción de dos nuevos tranvías que conectan los suburbios con el casco urbano.
Nardella también exhibe el modelo terminado de la renovación planificada de una calle del centro, donde el asfalto será reemplazado por baldosas de pietra serena [una arenisca típica de la zona]” y habrá hileras de naranjos. El alcalde dice que es un ejemplo, y agrega que introducir cambios en el casco histórico es sumamente difícil.
“La ley nacional de protección del patrimonio cultural es una traba”, dice Nardella. “Pero ese patrimonio es también nuestra identidad cultural y nuestra historia. Nuestras ciudades han sido así durante siglos”.
Los expertos coinciden en que las modificaciones que debería encarar Europa para mitigar los efectos del calor son abrumadoras. “Europa tiene un montón de planes de acción en marcha, pero la magnitud de los cambios necesarios para adecuar las ciudades al cambio climático es enorme”, dice Roop Singh, asesora de riesgo climático del Centro Climático de la Cruz de la Media Luna Roja.
Los especialistas en adaptación urbana coinciden en que la transformación atañe a todos los sectores, “desde la construcción hasta el transporte, desde la salud a la agricultura y los índices de productividad”, apunta Ine Vandecasteele, experta de la Agencia Ambiental Europea.
Además, el cambio afecta a todos los niveles de gobierno, ya que también hay que enfrentar el problema de la escasez de agua y de las inundaciones, otros de los riesgos que entraña el cambio climático. “La mayoría de los países todavía no están cumpliendo con todo lo necesario, pero de todos modos se han hecho grandes avances”, concluye Vandecasteele.
Por Gaia Pianigiani
Traducción de Jaime Arrambide
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