A un año de la invasión de Rusia, Kiev y su gente normalizan la guerra y confían en la victoria
Ocho millones de ucranianos salieron del país, pero muchos ya volvieron y se acostumbraron a vivir entre sirenas y bombardeos; los testimonios de la resistencia en la capital
KIEV.- “Estoy un poco asustada porque mañana es el 24 de febrero y en las noticias dijeron que puede pasar algo, que puede haber más ataques rusos. Pero sé que estoy en mi país, que estoy con mi gente, que estamos más unidos que nunca y, aunque puede caer un misil, siento que estoy en casa, con mi gente, en mi tierra”.
Anastasia, una joven de 19 años que, como más de 8 millones de ucranianos, hace un año se vio obligada a escapar al exterior debido a la “operación especial” que lanzó Vladimir Putin, pero que hace unos meses regresó a su país, refleja cómo vive hoy en Ucrania este primer aniversario de una guerra sin solución a la vista, una guerra sin fin.
Aunque desde hace semanas las autoridades advierten que mañana, 24 de febrero, una fecha que ya es parte de la historia, que marcó un antes y un después para Ucrania y el mundo, puede llegar un enésimo ataque masivo de misiles rusos a cualquiera de las grandes ciudades de este país, no importa. La vida sigue. Es verdad hay algunos que, por miedo a que de nuevo lluevan bombas y se desate un nuevo apocalipsis en Kiev, decidieron empacar e irse. Tal como ocurrió el 24 de febrero del año pasado, cuando masivamente los habitantes de Kiev y de otras grandes ciudades, provocando atascos en las carreteras, escaparon hacia Polonia, Hungría, Moldavia y Rumania, en uno de los mayores éxodos que se recuerdan en Europa. Pero la consigna de la mayoría, de los que han vuelto y de los que se queda en su castigada tierra ahora bajo los reflectores porque escenifica una nueva y más peligrosa Guerra Fría, es no bajar los brazos. Y seguir luchando hasta derrotar al enemigo ruso.
A un año de la guerra que no sólo hundió en un infierno de sangre y lágrimas a Ucrania, sino también trastocó al mundo, llegar a Kiev después de haber recorrido el Donbass -la región industrial del sudeste en disputa desde 2014, donde se concentra ahora la guerra-, es como llegar a otro planeta, a otra realidad.
Aunque siguen de vez en cuando sonando las sirenas antiáreas, como ocurrió este jueves a las 11 de la mañana cuando se oyó una fuerte explosión -fue derribado un dron de reconocimiento ruso, explicaron-, llegar a Kiev es llegar a una metrópolis que parece haber vuelto a la normalidad. O, mejor dicho, que ha “normalizado” la guerra. Su fisonomía de grandes avenidas, palacios monumentales, monasterios con cúpulas tipo cebolla doradas, plazas, grandes teatros, monumentos, ya incorporó las barricadas, los erizos checos y las bolsas de arena, elementos de defensa que ya no aparecen extraños, sino como parte de la cotidianeidad.
Aunque sigue habiendo un toque de queda a las 23, sus restaurantes y cafés lucen repletos. Hasta dicen algunos que si no se reserva con anticipación no se encuentra lugar. El tránsito ha vuelto a las calles, es difícil encontrar lugar para estacionar y, aunque no hay cifras oficiales, se estima que ha regresado al menos la mitad de la población que, antes de la guerra que comenzó hace un año, rondaba los tres millones de habitantes.
La “normalización” de la guerra en Kiev y en el resto del país implica haberse acostumbrado a ver soldados, voluntarios, hombres y mujeres de todas las edades ataviados con ropa de camuflaje, en bares, estacionamientos, cafés, supermercados, algunos armados, como si nada. Implica haberse acostumbrado a que puede haber cortes de luz -la mitad del sistema energético de Ucrania fue dañado por los ataques rusos-, a organizarse con velas, generadores, baterías, linternas. Significa haberse acostumbrado a vivir sin agua corriente donde fueron dañados acueductos e ir estoicamente a buscar bidones de agua a camiones cisterna. Para miles de estudiantes de todos los niveles, significa haberse acostumbrado a seguir las clases a través de una computadora o un teléfono -como en tiempos de pandemia-, en forma remota, algo desastroso a nivel del aprendizaje educativo. ¿Cómo volver en forma presencial cuando pueden caer misiles en cualquier momento y hay que correr a los refugios (cosa que pocos hacen-, porque se normalizó la guerra)?
Aunque la “normalización” de la guerra implica, sobre todo, el drama de haberse acostumbrado a recibir noticias de parientes, amigos, vecinos, conocidos, que ya no están porque han caído en el combate. Y si miles y miles de personas han muerto, han derramado su sangre, por defender esta tierra, Ucrania, dicen todos, no puede haber sido en vano. Debe ser por algo, por la victoria. Una palabra que está en boca de todos, más allá del horror, la destrucción.
“¡Ucrania vencerá!”, clamó el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, en vísperas de este primer aniversario de una guerra que para muchos degeneró en una Tercera Guerra Mundial porque hay demasiados implicados.
“No nos hemos quebrado. Hemos superado muchas pruebas y triunfaremos. Pediremos cuentas a todos los que trajeron este mal y esta guerra a nuestra tierra. Todo el terror, todos los asesinatos, todas las torturas y todos los saqueos”, subrayó Zelensky, en un mensaje publicado en las redes sociales que reflejó el sentir popular. Fortalecido por ese respaldo sin condiciones del presidente de Estados Unidos, Joe Biden -que el lunes viajó sorpresivamente a esta capital-, de la Unión Europea y de la OTAN, que prometieron más y mejores armas, Zelensky ha logrado a unir a Ucrania como nunca. Y, con sus arengas y carisma, ha convencido a todos que la única opción para detener esta guerra -que todos saben que será larga-, es recuperar los territorios ocupados por los enemigos rusos, es decir, el Donbass y Crimea. Hasta que esto no ocurra, seguirá la lucha.
En este primer aniversario de la “operación especial” para “desnazificar” a Ucrania de Vladimir Putin, es este sentir que se palpa en las calles de esta exrepública soviética “rebelde”, donde el patriotismo, el nacionalismo y el amor a la bandera están en las estrellas.
La bandera amarilla y celeste de Ucrania está presente en carteles, posters, murales, gigantografías, que llaman, aquí en Kiev, pero también en otras ciudades, a enrolarse o a sostener a los héroes que combaten.
En víspera de una jornada en la que habrá ceremonias, recordatorios, exhibiciones, oraciones por la paz en la iglesias -tanto ortodoxas como greco-católicas-, muchos se acercan a la plaza que se levanta entre el monasterio de San Miguel y la catedral de Santa Sofía. Se exhiben allí tanques rusos destruidos en las batallas de Irpin y Bucha -localidades del norte de Kiev-, que grafican esa resistencia ucraniana extraordinaria, que sorpresivamente logró vencer a los rusos hace un año, cuando intentaron tomar Kiev. Sobre un monumento oculto por bolsas de arena hay carteles que llaman al mundo a sostener la lucha: “Mundo ayúdanos. Naciones, necesitamos armas por favor”, suplican.
En la Plaza Maidan, de la Independencia, la más emblemática de esta capital, protagonista de las masivas protestas con las que, en 2014, los ucranianos le dijeron basta a Rusia y que hace un año lucía desolada, vacía, también se recuerda el aniversario. En un cantero hay miles de banderitas ucranianas, cada una con el nombre de la persona que ya no está, que recuerdan a los caídos.
Anastasia, estudiante de Economía en Kiev, pero oriunda de Dnipro, recuerda que el 24 de febrero pasado se despertó con la noticia de que había comenzado la guerra. En marzo se refugió en Alemania en lo de una tía. Pasó a formar parte de los miles de refugiados ucranianos en Europa, vivió allá, en Alemania, siete meses y después decidió volver para comenzar a estudiar en Kiev. ¿Cómo se siente hoy, en el primer aniversario de la guerra? “Ahora me despierto y escucho las sirenas, sé que puede haber un ataque, pero estoy bien, estoy en casa”.