A pesar de todo, Bolsonaro todavía puede ganar la reelección en Brasil
Pasadas las críticas por la gestión de la pandemia, los votantes podrían inclinarse nuevamente por el presidente en lugar de su rival Lula da Silva, en base también a un clima social conservador
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Esta columna fue publicada originalmente en Americas Quarterly. El autor es su director.
SAN PABLO.- Al volver a Brasil después de dos largos años, hay varias cosas que me impresionaron de inmediato. Los miles de tonos distintos de verde, las sonrisas, la particular manera de los brasileños de hacer fácil lo difícil y de complicar lo que es fácil. Pero en abril de 2022 hay un fenómeno que solo puede percibirse estando en el lugar: la sensación de que el presidente Jair Bolsonaro, a pesar de todo, todavía podría encontrar la manera de ganar las elecciones de octubre, o al menos de acercarse tanto como para complicarlo todo.
Las encuestas más creíbles siguen mostrando al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a la cabeza y con 15 puntos porcentuales de ventaja o más sobre Bolsonaro. Pero ese margen se viene erosionando lentamente, en paralelo con la sensación de inevitabilidad de la candidatura de Bolsonaro durante todo el año pasado. En la semana que pasé en Río de Janeiro y San Pablo conversando con políticos, líderes empresarios, periodistas y gente común, escuché repetidamente que todavía la elección puede salir para cualquier lado, y que en este momento el terreno parece estar inclinándose a favor de oficialismo. La pregunta es por qué.
Una de las principales razones es la sensación de que la pandemia finalmente ha pasado. El Covid-19 dejó al descubierto muchos de los peores rasgos de Bolsonaro: su negación de la ciencia y los datos, la caótica gestión de la pandemia y la falta de empatía hacia los miembros vulnerables de la sociedad o la falta de voluntad de protegerlos. Brasil perdió a más de 660.000 personas por el Covid, lo que probablemente coloca al país entre las 15 tasas de mortalidad per cápita más altas del mundo. Si la elección se hubiera realizado en octubre de 2021, Lula probablemente habría destruido a Bolsonaro. Pero durante la semana que pasé en Brasil, y a medida que se derogaba el uso obligatorio de barbijo y el tránsito volvía a la normalidad, la sensación era de estar dando vuelta la página.
En mis charlas, incluso con algunos conocidos políticos brasileños, de lo único que querían hablar era de la cachetada de Will Smith en los Oscar. Cuando me manifesté asombrado, un amigo me dijo: “Tenés que entender que la gente está cansada, quiere olvidarse un poco de lo que pasó y poner la cabeza en otra cosa”. Una encuesta mostró que la mayoría de los brasileños califican el manejo de la pandemia como bueno o aceptable por primera vez desde principios de la crisis sanitaria, lo que probablemente refleja el alivio ante un capítulo que ahora parece terminado.
Pero si esta elección en Brasil no gira en torno a la pandemia, ¿a qué responderán los votantes? La respuesta convencional es que a la economía, y que eso favorece a Lula. Pero la realidad es compleja. En general, la actividad económica sigue moribunda, como lo ha estado durante la mayor parte de la última década, y se espera que este año el PBI de Brasil crezca apenas un 0,5%, uno de los peores pronósticos para cualquier economía del mundo, salvo Rusia y Ucrania. Y justamente esa guerra puede negarle a Brasil el alivio que Bolsonaro esperaba en el frente de la inflación, ya que se prevé que los precios aumenten un 7%, luego del 10% de 2021.
Pero no todo es malo: en febrero el desempleo cayó al 11,2%, su nivel más bajo para ese mes desde 2016. Alrededor de una cuarta parte de los brasileños viven en hogares que reciben Auxilio Brasil, el intento de Bolsonaro de rebautizar y modificar los programas sociales de la era Lula. El sector agrícola está en auge este año y el real ha sido la moneda importante de mejor rendimiento del mundo. Lo cierto es que la economía estuvo tan mal durante tanto tiempo que para los consumidores cualquier recuperación de 2022 es el Paraíso.
Lucha de valores
Todo esto podría darle un poco de margen a Bolsonaro para pelear las elecciones en el terreno que más le favorece, una gama de temas a los que me referiré como “valores”. Entre otras cosas, eso implica pintar a Lula y su Partido de los Trabajadores (PT) como izquierdistas radicalizados, fuera de sintonía con un Brasil que hoy es socialmente más conservador y está más dominado por votantes evangélicos que cuando Lula fue elegido por primera vez, hace 20 años. En 2018, los partidarios de Bolsonaro recurrieron mayormente a noticias falsas, pero muchos creen que esta vez los votantes brasileños serán más sabios, y las empresas de tecnología y las autoridades electorales parecen más dispuestas a tomar medidas enérgicas contra la desinformación.
Pero analicemos una foto absolutamente verídica que el instituto de Lula compartió en su cuenta oficial de Twitter hace dos semanas, donde aparece el popular artista y drag queen Pabllo Vittar ondeando una bandera de Lula en un festival de música.
Me permito desviarme un momento para decir que apoyo firmemente a Vittar y las libertades que representa el artista. Pero yo no soy el votante brasileño promedio. “Por cosas como esta es que Lula perderá esta elección”, me dijo un analista político, sacudiendo la cabeza, en referencia al impulso de una agenda progresista al estilo estadounidense o europeo en un país donde el 51% de los encuestados dijo recientemente estar de acuerdo con que “los comerciales con parejas homosexuales deben prohibirse para proteger a los niños”.
Entre los evangélicos, que representan alrededor de un tercio del electorado, actualmente Bolsonaro y Lula están empatados (37%-34%). Los asesores de Bolsonaro creen que si el presidente se enfoca en machacar incansablemente con “Dios, el género y las armas”, por citar algunos temas, puede recuperar los amplios márgenes que lo llevaron a la victoria en 2018.
El presidente se viene reuniendo con pastores para recordarles que nombró en la Corte Suprema a un juez evangélico y que podría nombrar a otro en un segundo mandato, y apuntó contra la decisión de febrero de un tribunal colombiano de despenalizar el aborto como prueba de los posibles riesgos para Brasil. Tales advertencias pueden repercutir mucho más allá de las megaiglesias: solo uno de cada cuatro brasileños apoya la legalización del aborto. Es por eso que el martes pasado incluso varios partidarios del PT se quedaron descolocados cuando Lula declaró que el aborto es una “cuestión de salud pública” y que las mujeres deberían poder acceder al mismo gratuitamente, una posición mucho más contundente que antes y que desató un vendaval de comentarios en las redes sociales.
¿Esto realmente está pasando? ¿Es posible que después de todo lo ocurrido en los últimos tres años, los brasileños vuelvan a votar pensando en las guerras culturales? Llegué a Brasil esperando encontrar la contienda electoral mayormente resuelta, después de las señales que mostraban que en medio de la pandemia los votantes habían perdido definitivamente la confianza en Bolsonaro. Tal vez sea el caso en otras partes del país, pero en las dos ciudades más grandes seguí encontrando gente con dudas, lo que revela una volatilidad que las encuestas no captan por completo.
“Bolsonaro es un ignorante, un bruto, pero al menos es honesto”, me dijo un dirigente social de Río de Janeiro, al parecer indiferente a las recientes acusaciones de corrupción contra el gobierno. “Todavía no estoy seguro.” Durante los próximos seis meses, los votantes de uno de los países con mayor número de usuarios de internet del mundo serán bombardeados con memes, videos, y noticias reales y falsas.
En conclusión, sigo creyendo que el favorito en esta elección es Lula, el político brasileño más talentoso del último medio siglo, quien según muchos de dentro y fuera del PT se terminará inclinando hacia el centro a medida que avance la campaña. Y no parece haber demanda de un candidato de la “tercera vía”, fuera de ciertas élites empresarias y de los medios de comunicación. Pero se ha abierto claramente una ventana para Bolsonaro, que contra todo pronóstico en los últimos meses se convirtió en el candidato más disciplinado.
Aunque el actual presidente no salga primero, si se acerca a unos pocos puntos de Lula podría sacar de la manga una de las jugadas de Donald Trump e intentar impugnar el resultado de las elecciones, una maniobra que según algunos ya viene preparando desde hace más de un año. Mientras tanto, las apuestas a favor de Bolsonaro siguen en alza: 79 legisladores renunciaron recientemente su anterior afiliación partidaria para sumarse a la coalición del presidente. En Brasilia y otras ciudades la opinión es clara: esta elección sigue teniendo un final abierto.
Traducción de Jaime Arrambide
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