A dos años del incendio en Notre Dame: las hipótesis detrás de las llamas que arrasaron el ícono parisino
El 12 de abril de 2019 una de las catedrales más emblemáticas del mundo ardía; los planes para volver a levantar la aguja y una pregunta que se repite: ¿qué fue lo que realmente pasó?
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Hace exactamente dos años atrás el mundo se asombraba ante uno de los acontecimientos más tristes del siglo XXI. La imagen de la catedral de Notre Dame ardiendo generaba no solo tristeza sino un sinfín de dudas sobre las causas detrás del incendio de uno de los monumentos más importantes de la historia.
“Como todos nuestros compatriotas, estoy triste esta noche al ver que esta parte de nosotros se quema”, decía el presidente francés, Emmanuel Macron, a través de su cuenta de Twitter, en un momento en que París ardía por otra razón, aunque política: los chalecos amarillos.
Pero la prioridad para el primer mandatario pasó inmediatamente a ser otra: Notre Dame. Desde entonces, los 14 millones de turistas que cada año caminaban sus pasillos, recorrían sus recovecos y lanzaban la mirada hacia arriba para contemplar su inmensidad, quedarían cristalizados como una cifra del pasado que hasta el momento no se pudo repetir.
Su largo proceso de reconstrucción, además de la llegada de la pandemia, la convirtieron en un gigante que, si bien sigue representando un símbolo ineludible para París y el continente europeo, por el momento tan solo “se mira y no se toca”.
Es hasta el día de hoy que la sociedad se sigue preguntando qué pasó para que la catedral, que en sus nueve siglos de historia no había sufrido ningún daño -ni siquiera durante la Revolución Francesa ni la Segunda Guerra Mundial, cuando la rodearon de bolsas de arena para protegerla-, viviera ahora un incendio de tal magnitud, que dejaría a turistas y locales observándola desde los alrededores de la Isla de la Cité, con lágrimas en los ojos y más de un “por qué” atragantado.
Las hipótesis del incendio
La imagen más icónica e impactante del incendio de la catedral fue la de su aguja cayendo, en llamas, en lo alto del edificio sobre la nave, y un techo debajo que también era colmado por el fuego. Sin embargo, gracias a la labor de los bomberos se evitó que el resto de la estructura se viera comprometida, sobre todo la torre norte, que en un momento pareció ser amenazada por las llamas.
En ese entonces, Notre Dame estaba atravesando un proceso de restauración que llevaría bastante tiempo, pero nadie imaginó que ocurriría algo como lo acontecido, que luego obligaría a algo mucho más trabajoso y largo: una reconstrucción.
Lo cierto es que, a pocos días del acontecimiento, la Fiscalía de París ya sostenía que la causa estaba ligada a un accidente. Sin embargo, quedarían largos procesos de investigación por delante para develar el misterio.
Un cigarrillo mal apagado, un cortocircuito en el ascensor que conducía hacia la aguja o un desperfecto en los cables que activaban las campanas fueron las hipótesis más fuertes que los investigadores barajaban medio año después del incendio y que parecen mantenerse inconclusas hasta ahora, a dos años de la desgracia arquitectónica.
Sin embargo, el arquitecto responsable de la catedral, Phillipe Velleneuve, se opuso a tales conjeturas meses después de la catástrofe y, en entrevista con Le Figaro, señaló que en el interior de Notre Dame “solo había una compañía de andamios”, por lo que tales hipótesis no eran posibles, y que la policía se llevaba todos los días escombros para analizarlos.
Por otro lado, se pensó en si el incendio era evitable o no. Benjamin Mouton, el arquitecto encargado de supervisar el diseño del sistema contra incendios de la catedral, reconoció que hubo un error al calcular que, si la madera de roble de la estructura se encendía, ardería lentamente, dado que sucedió lo contrario.
Hubo una demora de 23 minutos entre la primera alarma de incendios, que sonó a las 18:20 de aquel 12 de abril mientras se celebraba una misa en Notre Dame y no se localizó ningún área con fuego pero la gente fue evacuada, y la segunda alarma, que se escuchó a las 18:43, cuando finalmente se encontraron las llamas en el techo.
Fue recién entonces cuando se le notificó al cuerpo de bomberos acerca del incendio y se dio otro retraso de 15 minutos hasta que los oficiales llegaron al lugar y consiguieron después subir al ático con los equipos.
“Es absolutamente incomprensible. El roble ardió a una velocidad alucinante. Notre Dame se quemó como una iglesia de fósforos”, consideró Mouton, quien fue inculpado por algunos expertos que alegaron que fue ridículo el retraso de 20 minutos dado que, cuando la madera empieza a arder, “es imposible apagarla”.
Lo cierto es que la cronología de los hechos dice que las llamas avanzaban y avanzaban, hasta que a las 19:57 los ciudadanos de a pie de París vieron una de las escenas más tristes al observar cómo la aguja de 96 metros de la catedral, obra del siglo XIX de Viollet-le-Duc, comenzaba a caer. La capital francesa perdía otro de los íconos que se observan casi desde cualquier parte de la ciudad, además de la Torre Eiffel.
En un trabajo incansable de los bomberos, fue recién a las 9:50 de la mañana del día siguiente que el fuego finalmente se extinguió. La esencia de Notre Dame seguía viva, aunque dañada. El presidente Macron prometía restaurarla.
¿Cómo reconstruirla?
Después de las lágrimas y el profundo dolor que el incidente causó, comenzaron a llegar donaciones, que acumularon 1000 millones de dólares procedentes de más de 150 países distintos. Entonces, la sociedad empezó a debatir automáticamente qué se debía hacer con la aguja y con la estructura devastada por el incendio.
Las discusiones se centraban en si la reconstrucción de la icónica aguja debía ser una fiel representación de la original o si debía tener un “gesto arquitectónico moderno”, tal como había deslizado el presidente francés. Sobre esta última postura, el propio rector de la catedral, monseñor Patrick Chauvet, había expresado que hacía falta “mucha humildad” para “desfigurar la catedral”, dado que esta representaba “una tradición”.
Tras una extensa reunión de cuatro horas con la Comisión nacional del patrimonio y de la arquitectura (CNPA), que se dio en julio de 2020, Macron rectificó su postura y definió que la catedral se reconstruiría de forma idéntica a la levantada a partir del siglo XII.
Para avanzar con las obras, primero era preciso retirar el andamiaje que se había instalado previo al incendio para restaurarla. Este material compuesto por 40.000 tubos fundidos significaban en total un peso de más de 200 toneladas y algunos alcanzaban una altura de más de 40 metros. Tal operación comenzó a mediados del año pasado y concluyó a fines de noviembre, para dar comienzo a la reconstrucción.
La ambiciosa meta de Macron fue, desde un principio, culminar con las obras para los Juegos Olímpicos de París de 2024, pero algunos arquitectos la consideraron una hazaña casi imposible: la pandemia retrasó cualquier avance y conseguir los materiales no resultaba una tarea para nada sencilla.
Sin embargo, la noticia más reciente y optimista fue la relacionada con la expedición de los expertos forestales que ya se encuentran recorriendo diferentes rincones franceses para seleccionar árboles de más de 100 y 200 años, que cumplirían con características algo cercanas a las de la estructura de madera original de Notre Dame.
Según describió al sitio France Inter un experto forestal de la localidad francesa de Louviers, François Hauet, los árboles cuentan con grandes dimensiones que varían entre los 50 o 90 centímetros de diámetro y tienen entre ocho y 14 metros de altura.
Pero el reloj corre si es que se quiere cumplir con el plazo establecido por el presidente galo y hay ciertos procesos que no se pueden acelerar, como por ejemplo, el de esperar que los troncos, una vez cortados, permanezcan secos de 12 a 18 meses.
Ahora solo queda esperar un largo periodo de tiempo para mirar hacia arriba y ver la catedral tal cual los ojos del mundo siempre la capturaron. Mientras tanto, quienes tengan el privilegio de caminar las calles parisinas apreciarán la imponente estructura que todavía se mantiene en pie y añorarán el recuerdo de la Notre Dame impoluta que alguna vez supo ser.
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