A cinco años de los ataques en París: los desafíos europeos frente al islamismo radical
PARÍS.– Azotada por el coronavirus y golpeada nuevamente por la violencia terrorista, Francia conmemoróel quinto aniversario de los atentados que provocaron la muerte de 130 personasen París y en el suburbio de Saint-Denis el 13 de noviembre de 2015. Esa amenaza, que está lejos de ser exclusivamente francesa, preocupa a Europa al punto de reflexionar sobre la posibilidad de endurecer los controles en las fronteras exteriores del bloque.
El delirio de sangre y violencia que se abatió aquel día sobre la sala de conciertos parisina del Bataclán y otros sectores de la capital francesa en nombre de la organización islamista radical Estado Islámico (EI) también provocó 350 heridos. Acusadas de ser los ejecutores de aquella masacre, 20 personas deberían ser juzgadas —seis de ellas por contumacia— el año próximo por una corte especial.
Desde entonces, la situación cambió pero la amenaza persiste. Desde que Estado Islámico fue derrotado en Siria en 2017, la violencia terrorista se manifiesta en Europa en forma mucho más insidiosa y difícil de evitar.
"Europa está ante un jihad (guerra santa) individual, religioso y no reivindicado", explica Bernard Squarcini, ex director de la Dirección General de la Seguridad Interior (DGSI) francesa. A su juicio, la Unión Europea (UE) está enfrentada a "una nueva generación de extremistas islamistas".
Después de la decapitación de un profesor de Historia y Geografía en Conflans-Sainte-Honorine, no lejos de París, y de tres fieles en la basílica Notre-Dame de Niza, un "simpatizante" de EI dio muerte a cuatro personas en pleno corazón de Viena el 3 de noviembre.
Casi todos esos jóvenes extremistas son el símbolo del nuevo desafío planteado a las autoridades europeas: ninguno era conocido por las fuerzas de seguridad, nunca juraron fidelidad a un grupo terrorista, tampoco declararon una motivación política, sus armas se limitaban a simples cuchillos de cocina y —cuando se notaban—, sus signos de radicalización solo se expresaban a través de las redes sociales.
Con escasas diferencias, lo mismo se puede decir del atentado de Viena, cuyo autor, armado de un fusil, era un ciudadano austriaco que había sido condenado por tratar de viajar a Siria para incorporarse al EI.
En resumen, se trata de un nuevo terrorismo que no tiene nada que ver con los ataques de hace cinco años, perpetrados mediante planes elaborados y armas sofisticadas, reivindicados por el Estado Islámico y Al-Qaeda.
Permanente desde los asesinatos cometidos por Mohammed Merah en la región francesa de Tolosa en 2012, la amenaza actual está "acentuada por el contexto internacional", estima Arnaud Danjean, diputado europeo y miembro de la subcomisión de Seguridad y Defensa.
"Las tensiones con Turquía, cuyo presidente, Recep Tayyip Erdogan, se ve como el líder del islam político, desinhiben las iniciativas individuales. Tanto Emmanuel Macron como el canciller austriaco, Sebastian Kurz, están entre los dirigentes europeos más críticos de ese islam político, representado por Erdogan y los Hermanos Musulmanes", precisa.
Para Danjean, dos problemas se plantean a la Unión Europea: "La heterogeneidad en la percepción de la amenaza" y, en consecuencia, "en la respuesta que se le debe dar".
Para Thomas Renard, investigador del Instituto Egmont de Bruselas, esa amenaza sería ahora "más difusa, es decir más difícil de anticipar". Con excepción de Viena, los atentados de Conflans-Sainte-Honorine y de Niza no fueron planificados por una organización terrorista, sino más bien "inspirados por el mensaje de la organización que encuentra un eco en individuos radicalizados o vulnerables psicológicamente".
La primera ola de atentados que golpeó el continente llevó a Europa a mejorar los controles en sus fronteras. La masacre cometida en 2014 en el Museo Judío de Bruselas por Mehdi Nemmouche —primer "regresado" de Siria—, provocó un cambio de estrategia. Ahora los ciudadanos europeos son controlados y la Agencia Europea Frontex ve continuamente sus medios financieros y de personal reforzados.
"Las cosas mejoran, pero lo que sucedió con el tunecino, autor del ataque de Niza, demuestra que todavía hay distancia entre la teoría y la práctica", afirma el presidente de la Fundación de Robert Schuman, Jean-Dominique Giuliani.
Llegado a Italia por la isla de Lampedusa en forma ilegal pocos días antes, Brahim Issaoui, de 21 años, viajó especialmente a Niza para cometer su atentado, menos de un día después.
De hecho, las entradas ilegales en territorio de la UE siguen siendo el punto débil del dispositivo, señala Amanda Paul, investigadora de Terrorismo en el European Policy Center (EPC) de Bruselas.
"Imposible obtener datos sobre esa gente. Nadie sabe que atravesaron las fronteras exteriores". Peor aún: "Una vez al interior del espacio Schengen, pueden moverse de un país al otro con toda libertad", concluye.
"Europa necesita una política de inmigración más firme y más asumida", dice Giuliani, para quien "el control de las fronteras exteriores del bloque debería ser mucho más riguroso". A su juicio, la UE también debería hacer más presión sobre los países de origen para que acepten el regreso de sus ciudadanos indocumentados.
Esta semana, una mini-conferencia virtual reunió a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE para estudiar la posibilidad de reformar los acuerdos de Schengen, que establecen la libre circulación de las personas dentro el bloque. La medida es periódicamente planteada por el presidente Macron, para quien "la lucha contra la inmigración clandestina es parte del combate contra el terrorismo".
La UE concentra también sus esfuerzos en la prevención de contenidos terroristas en línea. En los próximos días, las negociaciones en curso desde hace tres años deberían sancionar un reglamento relativo al retiro de contenidos terroristas. Cada vez que uno de esos contenidos sea señalado, deberá ser retirado por las plataformas en menos de una hora.
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