La historiadora venezolana Margarita López Maya es una de las mayores expertas sobre el 11-A; ha analizado a través de los años las implicaciones de lo que ocurrió ese día
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Dos décadas después, el 11 de abril (11-A) de 2002 sigue siendo una herida abierta para los venezolanos.
La histórica marcha que cruzó Caracas desde el este hasta el centro de la ciudad, la balacera de tres horas cerca del palacio presidencial de Miraflores, los 19 muertos y 69 heridos y quiénes estaban implicados son elementos que siguen generando acalorados debates.
Pero no sólo eso: los días siguientes son una sucesión de momentos rocambolescos y confusos que están en la historia del país petrolero.
El presidente Hugo Chávez fue sacado del poder por cerca de unas 48 horas después de que el general Lucas Rincón dijera su famosa frase: “Se le solicitó al presidente de la República la renuncia de su cargo, la cual aceptó”.
Le siguió un gobierno relámpago del empresario Pedro Carmona “El Breve” y su polémico Carmonazo con el que derogaba la Constitución de 1999; y finalmente, el sorpresivo regreso de Chávez a la presidencia el 13 de abril para gobernar de forma continua hasta diciembre de 2012.
La historiadora venezolana Margarita López Maya es una de las mayores expertas sobre el 11-A. Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela, es presidenta del Latin American Studies Association; y ha analizado a través de los años las implicaciones de lo que ocurrió ese día de abril de 2002.
En una entrevista con BBC Mundo, López relata que ella no asistió a la histórica marcha por no sentirse convocada. Pero recuerda que la noche anterior se había reunido con un grupo de académicos para discutir lo que ocurría en el país y lo preocupante que se veía el porvenir de Venezuela.
20 años después, seguimos discutiendo lo que ocurrió el 11-A. ¿Por qué es un tema vigente?
Porque los actores son los mismos y porque las consecuencias del 11-A siguen evolucionando. Creo que hay una secuencia continua en lo que ocurrió ese día y el régimen autoritario cerrado que tenemos hoy.
El 11-A sirvió para una polarización política que se está extinguiendo en la población de Venezuela, pero no en las élites de poder.
En las élites sigue esta polarización porque los actores siguen siendo más o menos los mismos y son los que hoy se sientan en la mesa de negociación. Y es uno de los problemas por el cual no podemos salir de esta situación.
Mismos actores pero un contexto político completamente distinto
Es interesante. Sobre todo cuando reviso la bibliografía más actualizada sobre el golpe de Estado, particularmente la entrevistas que se les hizo al entorno militar de Chávez, que fueron los que al final dieron el golpe de Estado y que no quisieron asumirlo.
Y es que el golpe no fue un hecho sorpresivo ni fortuito. Estaban todos los elementos allí cuando días antes, el 7 de abril, Chávez sostiene una reunión con el alto mando militar dejando entrar al Comando Táctico de la Revolución, civiles, en una reunión que era confidencial. Entonces el ministro de Defensa, José Vicente Rangel, empieza a hablar de cómo van a defenderse de un golpe de Estado que era inminente.
Eso nunca lo dijeron los militares sino cuando se les hicieron las entrevistas posteriores. Pero eso explica por qué los militares no obedecen a Chávez el 11-A cuando este manda a activar el Plan Ávila (plan de contingencia militar).
Y para mí tiene todo el sentido del mundo, porque el día que cae Chávez, cae por unas declaraciones determinantes del oficial Efraín Vásquez Velasco, quien dijo que no iban a obedecer al Presidente ni a activar el Plan Ávila. Y lo dijo por esa reunión del 7 de abril.
¿En qué momento Venezuela cruzó el punto de no retorno?
Fue un proceso largo. Depende de lo que significa el punto de no retorno.
Chávez era un líder populista de izquierda. Desde que asume el poder hay una tensión entre una manera de gobernar populista y la manera de gobernar de una democracia participativa liberal. Es un líder carismático, y los líderes carismáticos no suelen ejercer una legitimación de las leyes, del estado de derecho. La legitimidad de ellos procede de su carisma.
Nosotros, los que estábamos haciendo análisis político, teníamos claro que había cambiado la hegemonía, que Chávez tenía tendencias autoritarias, que había mandado a aprobar por decreto 49 leyes sin ninguna necesidad y sin pasarlas por la Asamblea Nacional.
Chávez utiliza el carisma, la polarización y todos los elementos del populismo para ganar las elecciones. Y ahora desde el poder sigue practicando este estilo populista. Esto es distinto a otros líderes que utilizan el populismo para llegar al poder y luego acogerse al estado de derecho.
Chávez empieza a forcejear con esto, pero también hay que entender que no era un líder autoritario en ese momento. Sí, tenía tendendencia autoritaria, pero su coalición política no era autoritaria.
Lo que pasa es que el enfrentamiento polarizado con las élites de la oposición, cuando esta entra por los cauces extraconstitucionales al dar el golpe de Estado, hace que Chávez se vaya radicalizando. Quizás siempre tuvo esta idea en su cabeza; pero con el 11-A, a Chávez le dieron la oportunidad de oro para radicalizarse.
¿Fue el 11-A entonces la oportunidad de Chávez para su visión del país?
Yo creo que sí. Chávez tenía infiltrada la conspiración de estos militares que con Pedro Carmona dieron lo que yo llamo el “golpe de Estado antichavista”, que era un grupo reducido de militares pero también de empresarios y civiles.
Pero algo que no teníamos tan claro era que Chávez tenia su plan B. Chávez, que es un hombre bastante audaz, capaz de jugar fuerte, decidió dejar que el golpe prosperara, creando una estrategia para poder utilizarlo a su provecho.
Y eso fue lo que pasó. Chavez jugó, pero cayó por unas 48 horas. Quedó preso y aislado; y cuando pidió un avión para ir a Cuba, los militares no le concedieron ese puente de plata.
¿Qué fue lo que vimos? Un país y unas élites absolutamente polarizadas. Y de parte de la oposición, algo en lo que he enfatizado mucho, varias conspiraciones. Es importante decir que no todos los actores de la oposición estaban involucrados, algo que el chavismo ha estigmatizado.
Estaban jugando dos extremos que, pensaban, eran muy parejos y que podían exterminarse, aniquilar al otro. Y en ese juego, Chavez jugó.
Cuando el general (Raúl Isaías) Baduel le permitió regresar, Chávez se demoró en darse cuenta que había triunfado. Entonces empezó a tantear la situación llamando a la OEA y al Centro Carter para que viniesen al país a mediar, que quería diálogo. ¿Y qué hizo la oposición? Seguir conspirando, tratar de que el plan no volviese a fallar. Y eso fue un desastre para Venezuela.
Cuando yo veo ahora la mesa de negociación de México, que el gobierno no está dispuesto a entregar el poder, yo lo que veo es que todavía no se supera el 11-A.
Sin embargo, esto contrasta con la creencia extendida de que Chavez venía radicalizándose y se radicalizó aún más con el 11-A. En cambio, usted dice que intentó mediar.
Yo lo veo como un proceso. El 11-A fue muy traumático y fue quizás lo más traumático que le pasó a Chávez en su carrera política. Era un hombre muy desconfiado, diría que bastante paranoico. Nunca se recuperó de la desconfianza que sintió hacia las élites políticas que dieron el golpe.
No fue un proceso que se dio al día siguiente cuando se despertó. El chavismo se sentó en las mesas de negociación, pero los que participaban del otro lado no era los partidos políticos sino las élites de poder pidiendo que se derogaran las 49 leyes aprobadas por Ley Habilitante.
Y ahí es cuando surge la radicalización, cuando hay el convencimiento de que no hay ninguna posibilidad de ir a un proyecto consensuado, que tienen que imponerse. Y Chávez, que en el fondo era revolucionario, siempre lo deseó. Revolucionario era entonces tener un proyecto distinto al de la democracia.
Volviendo al punto de no retorno, creo que este no se da en el primer gobierno de Chávez (2000-2006). Comienza a ser mucho más claro en el segundo periodo (2006-2012), cuando se impone un proyecto que no es consensuado por la sociedad venezolana, el del socialismo del siglo XXI.
Pero pese a la radicalización, Chavez sigue ganando las elecciones con 10 y 12 puntos de ventaja. Está ejerciendo una especie de autoritarismo competitivo: deja espacios abiertos para el pluralismo pero está imponiendo, con su carisma y con el dinero, un proyecto que, en definitiva, la población venezolana le había dicho que no.
Entonces hay una ambigüedad ahí: el camino es autoritario, pero sigue ganando con ventaja.
¿Cómo se refleja esa radicalización en la Venezuela actual de Nicolás Maduro?
Cuando Chávez muere se acaba el carisma. Entonces ves a su sucesor, Maduro, con todo el ventajismo, ganar con solo 1,4% de los votos. Me pregunto entonces cuál fue el mandato popular.
Yo pensaba que cuando gana Maduro en 2013, el chavismo tenía la posibilidad de abrirse para hacerse más populares y amplios. Pero lo que hizo fue llamar a los militares para que los ayudaran a seguir gobernando.
Entonces, con las elecciones de 2013 se hace muy cerrado. En 2015 el chavismo permitió unas elecciones legislativas que perdió y ahí ya se trancó el juego. Salieron las sentencias de 2017 con las que le quitaban a la oposición las competencias de la Asamblea Nacional; y después vinieron las palabras de la Fiscal General diciendo que se había roto el hilo constitucional.
Fue en ese período que el chavismo entró a las instituciones del país para desmantelarlas. Entonces ya es una dictadura. Ahí está el punto de no retorno.
¿Y si el 11-A no hubiese ocurrido o hubiera sido solo una marcha cívica?
Bueno, sabes que yo soy historiadora y no me gusta la futurología (ríe).
Sin embargo, ya para ese momento, la popularidad de Chávez era bastante baja. No era para dar un golpe de Estado ni para creer que todavía no tenía la mayoría, que fue lo que hicieron creer los medios de comunicación. Pero su popularidad iba bajando, algo típico de los populismos.
Él tenía derecho a una reelección. Yo pienso que uno de los escenarios probables hubiese sido su salida. Pero como digo, él tenía un plan B.
La cosa es si en las elecciones de 2006 iba a permitir la alternancia. Eso no lo sabemos, no lo podemos concretar. Pero lo más seguro es que su reelección iba a ser muy difícil con el contexto que tenía en 2002.
Claro que en el 2003 vino la prosperidad petrolera. Entonces capaz sí hubiese ganado esa reelección. Creo que el fortalecimiento del chavismo y de su ala radical tiene que ver con el 11-A.
¿Cuáles son las dudas que todavía quedan sin responder sobre el 11 de abril?
Quedan algunas dudas. Según la fuente que yo manejé, hubo tiros de lado y lado, con la Guardia Nacional de un lado y la Policía del municipio Libertador del otro. La pregunta es si los tiros fueron el resultado de la emoción de dos multitudes enardecidas.
Pero también, y esto lo dijo mucho el diario Tal Cual, hubo francotiradores en las azoteas de algunos edificios cercanos a Miraflores que pudieron haber disparado los primeros tiros. Y en la información que manejé, los cartuchos fueron recogidos por la Fiscalía General y desaparecieron. No se sabe de qué armas eran esas balas.
Sí me quedan muchas dudas: ¿de quién fueron los primeros disparos? ¿Estaban involucrados en el golpe? ¿O fueron los tiros una reacción espontánea? Esos disparos significaron una balacera de tres horas, la desobediencia de las Fuerzas Armadas, y la evidencia de que fuimos manejados mediáticamente por los medios de comunicación.
Y después del 11-A encontramos que Chávez tenía otro plan. No el de la democracia participativa, sino el que él dice en los documentos de 2006 y 2007: una democracia revolucionaria, algo más parecido al modelo cubano.
Las fuentes que manejamos son militares. Algunos fueron juzgados y otros se exiliaron. La información sobre Carmona quedó más restringida, porque dieron el golpe y hacen ese decreto que abolía los poderes públicos, aquella locura. Entonces las fuentes son buenas pero no son suficientes.
Se iniciaron muchas investigaciones sobre lo que ocurrió el 11-A, pero muy pocas llegaron a conclusiones certeras. ¿A quién le conviene que no se sepa la verdad?
A ambos lados.
No deja de llamarme la atención que en algunos momentos se refiere a Chávez en tiempo presente pese a que falleció hace nueve años ¿Está Venezuela atrapada en el 11-A y en la figura de Chávez?
Yo creo que sabemos que Chávez murió pero que las consecuencias de Chávez sobre el país siguen volando sobre nosotros, encubriendo el cielo de Venezuela.
Nosotros no terminamos de procesar, porque es que no procesamos nuestros errores. Y en ese sentido, Chávez es vigente porque es una figura poderosa todavía en el discurso, en la práctica de lo que hace Maduro y la oposición. Estamos atrapados en una polarización estéril, una fragmentación que no nos lleva a ninguna parte, en una intolerancia de unos hacia los otros y unas desconexiones con la realidad en esta crisis humanitaria compleja que estamos sufriendo.
El problema es que nos estamos muriendo de hambre, que ya no hay control sobre el territorio porque se lo están tomando las mafias y la guerrilla, que tenemos seis millones de personas fuera del país, muchos sin los derechos más básicos como población.
Pero seguimos enfrascados en ver cómo sacamos a Maduro del poder. Es absurdo. Y eso tiene que ver con eso que nos dejó Chávez: una fantasía de adolescente de que Venezuela iba a ser, no sé, un paraíso; y ha convertido esto en un infierno.
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