A casi un año de la invasión, ¿Rusia ya perdió la guerra de Ucrania?
Los estrategas debaten cómo puede evolucionar el conflicto en los próximos meses, pero el final aún parece muy lejano
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WASHINGTON.- Los políticos, militares y diplomáticos de Occidente coinciden en la prioridad número uno de sus agendas: derrotar a Rusia. La edición 2023 de la Conferencia de Seguridad de Múnich llega a casi un año de la invasión de Putin a Ucrania, que desató una guerra abierta en Europa continental con decenas de miles de muertos, millones de desplazados, ciudades ucranianas devastadas y miles de millones de dólares en daños. La guerra despabiló al Occidente geopolítico, empoderó a la OTAN y fogoneó su inminente ampliación a otros países del continente.
Los funcionarios de Estados Unidos y Europa se muestran públicamente envalentonados. Se espera que este sábado, en Múnich, la vicepresidenta norteamericana, Kamala Harris, dé un discurso para reafirmar el compromiso de Estados Unidos con Ucrania y garantizarle a Kiev la continuidad del vital apoyo de Estados Unidos para sostener el esfuerzo bélico y repeler la invasión de Rusia. En su discurso, el presidente francés, Emmanuel Macron, planea discutir la forma de garantizar la derrota rusa y el modo en que Occidente puede apuntalar a Kiev en los meses por venir.
En sus reuniones de esta semana con ministros de defensa de la OTAN en Bruselas, el secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin, dijo que la posible contraofensiva ucraniana de los próximos meses “tiene buenas chances de volcar la balanza en el campo de batalla, para recuperar la iniciativa”. En las reuniones laterales del encuentro, el general Mark A. Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano, declaró que la empobrecida y aislada Rusia ya había fracasado.
“Ahora Rusia es un paria global y el mundo sigue admirado de la valentía y resiliencia del pueblo ucraniano”, dijo Milley. “En pocas palabras, Rusia perdió: perdieron en lo táctico, en lo estratégico, y en lo operacional.”
No caben dudas de que la guerra del presidente ruso, Vladimir Putin, ha sido desastrosa para su país. Se estima que las pérdidas rusas en el campo de batalla alcanzan los 200.000 soldados. Los 300.000 reservistas movilizados por la leva masiva impuesta por Putin en septiembre parecen haber sido desplegados solo parcialmente en el campo de batalla de Ucrania, y en el mejor de los casos, apenas han servido para evitar que los ucranianos recuperaran territorio ocupado por Rusia. Las perdidas rusas de las últimas semanas han sido particularmente graves y desmoralizantes.
Y hay rumores de una nueva ofensiva de Rusia que podría ser todavía más sangrienta. “Si nos llevamos por la tasa de bajas actuales, el próximo ataque podría provocar una pérdida de vidas sin precedente y desencadenar el total colapso de la moral de las tropas rusas, que ya están sumamente desmoralizadas”, señala Peter Dickinson, del Consejo Atlántico. “Sería una debacle para el ejército ruso en Ucrania, porque podrían producirse motines o situaciones de indisciplina que conspirarían contra su capacidad de realizar operaciones ofensivas.”
Para colmo, el arsenal militar ruso está severamente desabastecido. Rusia perdió casi la mitad de sus principales tanques de guerra, según estimaciones publicadas esta semana por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, y ahora está escarbando en el inventario de armas de la exUnión Soviética. Las reservas de municiones de Rusia están mermando rápidamente, aunque también las de Ucrania.
Reacción de la población rusa
La guerra y la movilización popular desataron un masivo éxodo de casi un millón de emigrantes desesperados por abandonar Rusia. Los activistas y los periodistas independientes se fueron del país, pero también el 10% de todos los profesionales de tecnología de la información. “Este éxodo es un golpe terrible para Rusia”, dijo a los periodistas Tamara Eidelman, una historiadora rusa que se exilió en Portugal después de la invasión. “La capa social que podría haber cambiado algo en Rusia ha desaparecido”.
Las sanciones occidentales contrajeron la economía rusa, impactaron en la capacidad de algunos sectores industriales del país, y frenaron una era de paulatina integración con Europa. Pero si bien las sanciones se cobraron un precio muy alto, no obligaron a Putin a reconsiderar su guerra de revanchismo neoimperialista.
“En vez de crecimiento, tenemos una caída. Más allá de eso, definitivamente no es un colapso ni un desastre”, dijo el mes pasado Sergey Aleksashenko, exvicepresidente del Banco Central de Rusia, en una mesa redonda en Washington. “No se puede decir que la economía rusa esté hecha pedazos o destruida, ni que Putin carezca de fondos para continuar con su guerra. Eso no es así.”
En parte eso se debe a los significativos ingresos que siguen generando las importaciones de gas y petróleo rusos por parte de Europa. Más allá de su deseo declarado de dejar de depender de la energía rusa, la mayoría de los países europeos no pudieron desentenderse de la energía rusa ni siquiera cuando la máquina de guerra de Putin está demoliendo Ucrania. Pero el nuevo reordenamiento geopolítico impulsado por la invasión podría acelerar la transición de Europa hacia economías descarbonizadas y debilitar aún más la influencia de Rusia sobre el continente.
“Los números hablan por sí solos: el año pasado, por primera vez en Europa la energía eólica y solar combinadas generaron mayor proporción de energía eléctrica que el petróleo y el gas”, escribió Brent Peabody en Foreign Policy. “Y eso ni siquiera refleja otros los demás esfuerzos de descarbonización, como los subsidios de la Unión Europea para bombas de calor, los incentivos para la energía limpia en Estados Unidos, y la proliferación de los automóviles eléctricos en muchos países.”
A pesar de tantas certezas sobre el fracaso ruso, la guerra no parece ni cerca de terminar. En parte, los analistas lo atribuyen a la determinación personal, y al autoengaño, del propio presidente ruso.
“En febrero de 2022, el mundo se enteró de que Putin quiere crear una nueva versión del imperio ruso basada en sus obsesiones de la era soviética y una interpretación propia de la historia”, escribieron Fiona Hill y Angela Stent en Foreign Affairs. “El lanzamiento de la invasión fue una demostración en sí misma de que sus puntos de vista sobre eventos del pasado pueden causar un masivo sufrimiento humano. Ha quedado claro que es muy poco lo que otros Estados y actores globales puedan hacer para disuadir a Putin de lanzarse a una guerra si está decidido a hacerlo, y que el presidente ruso es capaz de adaptar las viejas narrativas o de abrazar otras nuevas con tal de que se ajusten a su objetivo.”
Frente a un adversario turbio e implacable, lo menos que quieren los estrategas de Washington es una guerra prolongada. El propio Milley reclamó mayor cuota de realismo en ambos bandos del conflicto. “Para los rusos será casi imposible lograr sus objetivos políticos por la vía militar. Es muy improbable que Rusia arrase Ucrania. Eso simplemente no va a pasar”, le dijo Milley al diario Financial Times. “Pero también es sumamente difícil que este año Ucrania logre expulsar a los rusos de cada centímetro de territorio ocupado. No quiere decir que no pueda suceder... Pero es extraordinariamente difícil. Para que ocurra, el ejército ruso básicamente tendría que colapsar.”
Como informaron los medios a principios de esta semana, si bien la administración de Biden reafirma su apoyo a Kiev, también les ha dejado en claro a las autoridades ucranianas que el nivel actual de seguridad y de asistencia económica puede ser difícil de sostener, especialmente con la actual composición de la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos. “Estamos tratando de hacerles entender que no podemos ocuparnos de todo para siempre”, dijo un alto funcionario de la Casa Blanca, en referencia al gobierno de Ucrania.
Por Ishaan Tharoor
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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