A casi diez años de convertirse en papa, Francisco acelera su agenda y ya piensa en su legado
Pese a sus problemas de salud y su edad, se mostró muy activo en los últimos meses y se cree que busca avanzar en sus asuntos pendientes, para lo que los vaticanistas llaman la “etapa de fin de pontificado”
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ROMA.- El papa Francisco cumplirá el próximo 17 de diciembre 86 años y en pocos meses, diez años de papado. Jorge Bergoglio fue electo pontífice el 13 de marzo de 2013, después de la histórica renuncia de Benedicto XVI, papa emérito.
Nadie duda de que, por su edad y tiempo al frente del timón de la barca, Jorge Bergoglio, el papa “outsider”, el primero que llega a Roma desde el otro lado del Atlántico, venido desde el fin del mundo, ha alcanzado lo que los vaticanistas llaman la “etapa de fin de pontificado”. Aunque reiteradas veces dijo que no tendría problemas en seguir el ejemplo de su predecesor alemán, llegado el caso de no estar en condiciones, también dejó claro que eso no está en su mente ahora.
Y lo que más llama la atención en el Vaticano es la aceleración que le ha impuesto a su pontificado, donde la consigna parece ser avanzar lo más rápido y no dejar asuntos pendientes. Contrariamente a lo que podría pensarse, o lo que ocurrió en la última etapa de san Juan Pablo II o de Benedicto XVI, Francisco no ha reducido su agenda ni el ritmo de trabajo, pensando en cuidar su salud y tomarse las cosas con calma, sino todo lo contrario. En los últimos meses y pese a sus problemas de movilidad por su dolencia en la rodilla derecha, ha habido una aceleración evidente.
Su programa diario es cada vez más intenso, frenético. Todos los días recibe personas, tanto en la agenda pública, la que sale en el boletín oficial, como en la personal -la que maneja él, sin intermediarios- y que suele terminar por la tarde.
Descansa lo mínimo, se la pasa recibiendo en audiencia jefes de Estado y de gobierno, diplomáticos, prelados, congregaciones, grupos. Concede entrevistas sin parar a diversos medios -seguramente se ha vuelto el Pontífice que más entrevistas ha dado-, asiste a convenios, envía cartas y sigue viajando o planeando viajes, con silla de ruedas, andador y bastón a cuestas. Sin contar que se somete a sus varias sesiones de fisioterapia para su añejo problema de ciática y el más nuevo, de la rodilla. Pero no pierde ni el humor ni el sueño por todo eso.
Reforma de la curia
Este año finalmente concluyó y puso en vigor la reforma de la curia con la constitución apostólica Predicad el Evangelio, que firmó el 19 de marzo. Se trata de la cuarta gran reforma de la curia romana -la administración central de la Iglesia- en 500 años después de la de Pío X, Pablo VI y Juan Pablo II, que puso a punto en los últimos años no sólo junto al consejo de cardenales de todos los continentes que lo asesora, sino también tras consultar a los episcopados de todo el mundo.
En este marco y con la idea clave de una curia romana que no solo debe estar al servicio del Pontífice, sino también y sobre todo de los obispos de todo el mundo y de la iglesia universal, en clave misionera y evangelizadora, está haciendo los nombramientos correspondientes, que crean gran trepidación en el Vaticano.
La reforma marcó un giro dramático: si el “ministerio” más importante siempre fue la Congregación para la Doctrina de la Fe -también llamada “Santa Inquisición” o “Santo Oficio”-, ahora este pasó a estar en segundo lugar. Y, en un cambio radical, el dicasterio número uno es el de Evangelización, presidido por el Pontífice. En tercer lugar, está el Dicasterio para el Servicio de la Caridad, es decir, los pobres. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres” había dicho en los primeros días de su pontificado Francisco, sorprendiendo al mundo.
Otro punto importante de la reforma de la curia es que hasta ahora el poder de gobierno estaba relacionado con el poder del orden sagrado, es decir, sólo alguien ordenado sacerdote podía llegar a cargos dirigenciales. Con Francisco ya no, tanto es así que es un laico el prefecto del Dicasterio para las Comunicaciones (Paolo Ruffini), algo que podrá ocurrir en algunos otros “ministerios” vaticanos.
Asuntos pendientes
“A los diez años de pontificado no estamos asistiendo a la decadencia del pontificado, para nada, pero por una cuestión de edad y de tiempo está claro que el papa Francisco está acelerando todo ese cajón de asuntos pendientes, a los que quiere darle forma”, dijo a LA NACION Eva Fernández, vaticanista de la radio española Cope y autora del libro El Papa de la misericordia.
“Para algunos está acelerando demasiado, pero creo Francisco prefiere ser él quien tome las decisiones ahora, a que sean otros en su lugar, por más que se muestren en el futuro equivocadas”, agregó Fernández, que consideró que hay quienes creen que está tomando en algún caso decisiones que parecen precipitadas en cuanto a nombramientos o cambios drásticos. En este sentido, causó gran sorpresa el descabezamiento decretado esta semana de la cúpula de Cáritas Internacional después de que una investigación sacó a la luz no escándalos de dinero, sino de mala gestión, maltrato y abusos de poder.
“Viendo que tiene cada vez menos tiempo, la sensación es que tiene prisa y que quiere dejar las cuentas claras y rematar asuntos pendientes. Es más, creo que desde que se dio cuenta de que el asunto de la rodilla no lo limitaba, sino que podía igual seguir viendo gente, viajando, etcétera, nada lo frena”, destacó Fernández.
“El problema de la rodilla al final está funcionando como una especie de palanca que refuerza esa aceleración”, agregó la experta, que recalcó que por primera vez el fin de semana pasado Jorge Bergoglio viajó a visitar a sus familiares a Asti, Piamonte, algo que evidentemente tenía pendiente.
“Lo que se ve es que tiene una agenda diaria cada vez más densa, que, en vez de rebajarse, acelera, que es una agenda que agotaría a cualquier persona más joven, pero a él no”, precisó, al no ocultar su asombro ante una energía admirable en alguien de casi 86 años.
La mayor apuesta
Aunque prisa no quiere decir hacer las cosas en forma atropellada. Tanto es así que a mediados de octubre pasado el Papa sorprendió a todos al anunciar que extenderá un año más el sínodo sobre sinodalidad -término que significa caminar juntos- que abrió hace un año. Se trata del mayor proceso de consulta jamás realizado por la Iglesia católica, en el que participa no sólo la jerarquía eclesiástica, sino todos los bautizados y cuyo fin es escuchar todas las voces para luego hacer las reformas necesarias para el futuro.
El Sínodo sobre Sinodalidad se considera la mayor apuesta de esta fase del pontificado de Francisco, que apunta a darle un ulterior sacudón a la Iglesia católica. La idea es superar ese clericalismo tan denostado por Jorge Bergoglio y que todos los bautizados se sientan responsables y puedan tejer una nueva relación con sus pastores.
El hecho de que el Papa decidió extender este sínodo reafirmó su importancia, al punto de que algunos observadores hasta lo ven como una de sus mayores contribuciones en el marco de las reformas impulsadas por el Concilio Vaticano II (1962-65), que hace 60 años marcó el inicio de una apertura de la Iglesia católica al mundo moderno. Laicos de todo el mundo participan de este proceso global de búsqueda, considerado por muchos “revolucionario”, que ha despertado entusiasmo en algunas partes, aunque también escepticismo en la oposición a Francisco, quien, al cumplirse diez años de papado, es un secreto a voces que se prepara para la sucesión.
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