Tragedia de los Andes: Carlos Páez, a 48 años del "milagro" de Navidad que nadie esperaba
Hace exactamente 48 años, Carlos Páez Rodríguez y otros 15 compañeros fueron rescatados tras 72 días de innumerables padecimientos. Hoy el empresario y conferencista revive cómo fueron esos más de dos meses en la cordillera, en lo que el mundo conoció como la Tragedia de los Andes.
El viernes 13 de octubre de 1972, cinco tripulantes y 40 pasajeros, en su mayoría rugbiers del club Old Christians y excompañeros del colegio Stella Maris, emprendieron vuelo desde Montevideo rumbo al aeropuerto internacional Comodoro Arturo Merino Benítez de Santiago de Chile.
Una tormenta de nieve los hizo descender en el aeropuerto argentino El Plumerillo de la ciudad de Mendoza, para luego continuar viaje al país trasandino. Pero a una hora del segundo despegue, el avión se estrelló en un risco de la cordillera de los Andes a más de 3500 metros sobre el nivel del mar.
Tras 10 días de búsqueda y sin haber encontrado ningún rastro del avión, los dieron por muertos. Lo que había comenzado como una pesadilla, terminó por convertirse en una verdadera prueba de vida.
Desde que se conoció la noticia de la tragedia, el artista plástico Carlos Páez Vilaró (1923-2014) se instaló en la capital chilena porque creía que su hijo Carlitos, uno de los pasajeros, estaba vivo.
Gracias a la expedición que iniciaron Fernando "Nando" Parrado y el "médico" (en aquel entonces, estudiante de medicina) Roberto Canessa dieron con Sergio Catalán Martínez, un arriero que se cruzaron en el décimo día de travesía.
Catalán fue el nexo con los carabineros. Finalmente, una patrulla de dos helicópteros llegó hasta el lugar en helicópteros y así fue que entre el 22 y 23 de diciembre se produjo un milagro anticipado de Navidad: 16 sobrevivientes regresaron a casa después de la odisea donde el límite entre la montaña y el cielo es bien difuso.
En diálogo con LA NACION, Carlos Páez Rodríguez, uno de los 16 hombres que sobrevivieron a esa epopeya, revivió distintos momentos, compartió el después de esa experiencia sin igual y comentó acerca de la actividad que desarrolla gracias a la Tragedia de los Andes.
Además de las condiciones extremas por el frío y la nieve, uno de los factores que condicionaron la supervivencia fue el alimento. "No había nada en el avión porque era un vuelo militar, de la Fuerza Aérea. No llevábamos nada porque era un vuelo de tres horas y uno espera llegar rápido. El avión paró en Mendoza y creo que el piloto compró mariscos", recuerda por teléfono Páez Rodríguez desde Montevideo, mientras se recupera de Covid-19.
Como es sabido, para poder subsistir debieron recurrir a la antropofagia, es decir, el consumo de carne humana. Páez Rodríguez reveló un acuerdo de caballeros realizado en esa situación extrema, de esa unión que tienen los rugbiers en el campo de juego ante lo peor: "Hicimos un pacto que si alguno de nosotros moría quedaba a disposición del grupo, para la subsistencia de los demás".
Sobre el trato que la prensa le dio al tema, Páez Rodríguez que siempre fueron respetuosos sobre el tema. "La nuestra está considerada como la historia líder de supervivencia a nivel mundial. Vos ves grandes historias de tragedias como es el caso de las Torres Gemelas de Nueva York (2001) o el Titanic (1912) y son cosas que duraron cuestión de horas. Nosotros logramos sobrevivir 72 días", remarca.
72 días en donde el único contacto con la tecnología que tenían era la radio del avión. Radio por la que, pese a haberse enterado de la interrupción de la búsqueda, pudieron seguir de cerca algo de lo que pasa en el mundo. Luego lo único que quedaba eran los astros en el cielo inmenso. "Mi madre [Madelón Rodríguez] tenía fascinación por la luna y yo heredé eso de ella. Mirar a la luna fue una forma de comunicarnos con la civilización, en un tiempo donde no había tecnología, en el que no existían los teléfonos celulares. Por eso fue que mi padre tomó eso y tituló su libro Entre mi hijo y yo, la luna (1982)", comenta.
Pasados esos 72 traumáticos días, 13 de los 16 sobrevivientes pasaron Nochebuena en Santiago de Chile. Consultado sobre los recuerdos de aquella cena, Páez Rodríguez resalta que fue de lo más emotivo. "Fue en el [hotel] Sheraton donde estábamos con nuestros familiares. Fue muy emocionante ya que nosotros nos habíamos puesto como objetivo llegar a la civilización antes de la Navidad", recuerda.
Antes de fin de año de 1972, los 16 sobrevivientes ya estaban en suelo uruguayo. Si bien fueron parte del mismo grupo, en cada uno de ellos habían experiencias distintas. Fernando "Nando" Parrado perdió a su madre y a su hermana en la tragedia. En una entrevista, uno de los rugbiers que emprendieron la expedición que terminó salvando al grupo relató que al llegar a Montevideo tuvo sensaciones encontradas ya que su ropa ni sus cosas estaban: lo habían dado por muerto. "En mi caso fue al revés. Mi padre fue quien mantuvo la esperanza de encontrarnos con vida, de hecho se fue desde el comienzo a Chile", sostiene Páez Rodríguez.
Catalán Rodríguez, el arriero que los salvó y el grupo de sobrevivientes, mantuvieron una relación estrecha hasta su fallecimiento. En los diarios de la época se mencionaba que se le otorgaría una recompensa económica y que una calle de Montevideo llevaría su nombre. Consultado sobre estos dos datos, Páez Rodríguez recuerda que la primera vez que el hombre pisó Uruguay le dieron una suma de dinero equivalente a una Fiat 1600. "Siempre que pudimos lo ayudamos, de hecho antes de morir le conseguimos una prótesis para la cadera. Lo de la calle es una deuda pendiente que debería saldarse en breve", sostiene.
Páez Rodríguez volvió en tres oportunidades al lugar de la tragedia, la última vez, junto a dos hijos y cuatro nietos. Conciso, con la claridad de los protagonistas, describe las sensaciones que le produce. "En el lugar donde nosotros estuvimos se respira mucho dolor. Es necesario volver porque son cosas que están en el pendiente y fue muy emotivo todo. Llegar hasta allí es un homenaje a la vida".
Además de la recordada película Viven (1993), de la que los sobrevivientes participaron del guión, durante estos 48 largos años dieron conferencias y charlas contando su experiencia. El propio Páez Rodríguez encontró una manera de ayudar a otros a partir de su experiencia de vida. "Las charlas motivacionales surgieron a instancias de las empresas. Ya que las instituciones buscan despertar en sus empleados muchas de las cosas que nosotros desarrollamos naturalmente en la Cordillera: trabajo en equipo, adaptación al cambio, búsqueda de recursos, etc.", describe.
Atravesado por la pandemia, 2020 fue un año que obligó a trasladar, como en tantísimas disciplinas, lo tradicional a lo virtual. Y las charlas no fueron la excepción. A lo largo de 2019 di 102 conferencias presenciales y este año 47 por videollamada. Si bien el panorama es incierto, las empresas prefieren la modalidad presencial", enumera.
Sobre la pandemia de coronavirus, que también vivió en carne propia, Páez Rodríguez la relaciona con lo vivido a partir de aquel 13 de octubre. "Es muy comparable con el tema de la pandemia, porque es adaptarse a lo imprevisible. Se trata de vivir un día a la vez hasta tanto uno tenga certezas de que está la vacuna, de que es efectiva y una vez que eso se sepa se irán cerrando acuerdos", concluye.
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