Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán dejaron atrás los altos niveles de pobreza después de la Segunda Guerra Mundial y lograron insertarse en el momento preciso dentro de los paradigmas emergentes de la industria tecnológica
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Impulsados por una rápida industrialización enfocada en exportaciones, los llamados tigres asiáticos han mantenido altos niveles de crecimiento económico desde la década de 1960 y se han unido a las filas de las naciones más ricas del mundo.
Con una población educada y altas tasas de ahorro fiscal, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán dejaron atrás los altos niveles de pobreza en los que estaban sumidos después de la Segunda Guerra Mundial y lograron insertarse en el momento preciso dentro de los paradigmas emergentes de la industria tecnológica.
Sin duda las circunstancias eran distintas hace 70 años. Sin embargo, dicen los expertos, Latinoamérica puede aprender ciertas lecciones para trazar su propio camino.
“Las oportunidades son un blanco móvil que cambia a medida que se expande cada revolución tecnológica”, dice Carlota Pérez, académica en el University College London y en la Universidad de Sussex, Inglaterra.
Los tigres, que en aquella época vivían bajo la sombra de gobiernos totalitarios, aprovecharon ese momento de la historia en que Occidente les entregó un “apoyo intensivo” como parte de la Guerra Fría.
Estratégicamente, Estados Unidos vio en esos territorios una manera de extender su influencia y contrarrestar la hegemonía de países como China y la ex Unión Soviética.
Más de medio siglo después, América Latina enfrenta otros desafíos y una encrucijada histórica que está evolucionando abruptamente después de la pandemia de covid-19 y la guerra en Ucrania, en medio de un cambio tecnológico cuya velocidad es imparable.
¿Qué puede aprender la región de lo que hicieron los tigres?
1. Aprovechar las revoluciones tecnológicas
“La oportunidad actual para América Latina está en el nuevo dinamismo tecnológico de los recursos naturales, la demanda global creciente y las exigencias de la transición verde”, argumenta la investigadora.
Desde ese punto de vista, la llamada “maldición de los recursos naturales” que ha hecho de la exportación de commodities uno de los pilares fundamentales de la región, podría transformarse en una plataforma para entrar en la próxima revolución tecnológica.
Es decir, convertir una supuesta maldición en una ventaja comparativa adaptada a los cambios tecnológicos.
Actualmente Hong Kong y Singapur están entre los centros financieros más importantes del mundo, mientras que Corea del Sur y Taiwán son economías esenciales para la fabricación mundial de componentes electrónicos y de automóviles, así como de tecnologías de información.
¿Tiene la región que seguir los mismos pasos? No, argumentan los expertos.
Lo que sí pueden hacer es utilizar los recursos naturales como punto de partida para desarrollar tecnologías emergentes en áreas como las energías renovables, nanotecnología, bioelectrónica o nuevos materiales.
“Combinando recursos naturales con tecnología y sustentabilidad social y ambiental, es posible un proyecto de desarrollo exitoso en esta década”, asegura la autora de “Revoluciones tecnológicas y capital financiero”, en diálogo con BBC Mundo.
Aunque dadas las circunstancias actuales de bajo crecimiento y alta inflación, con la guerra en Ucrania como telón de fondo, hay quienes advierten que si la región no hace cambios profundos ahora, podría encaminarse hacia otra “década perdida” como ocurrió en los años 80.
Cambios profundos como transformar la estructura productiva de los países con una estrecha colaboración entre el sector privado y el público.
Planteado de esa manera, el camino no solo tomaría décadas, sino también voluntad política para hacer planes de largo plazo que no dependan del gobierno de turno.
¿Difícil? Mucho. En relación con las nuevas oportunidades que tiene la región, la Comisión Económica para América Latina, Cepal, propone que los países se dediquen a desarrollar tecnologías para la transición energética, la electromovilidad, la bioeconomía o la industria manufacturera de la salud.
2. Enfocarse en las exportaciones
A diferencia de Latinoamérica, que ha basado gran parte de su desarrollo en exportar materias primas -con muy poco o sin valor agregado-, los tigres se enfocaron en abrirse al mundo con la exportación de productos tecnológicos y el ingreso de inversión directa desde el extranjero.
Conocida como la industrialización orientada a la exportación, esta estrategia hizo que los envíos al extranjero crecieran el doble de rápido que el promedio de la mayoría de los países en desarrollo.
Además, los tigres no permitieron que el tipo de cambio se sobrevaluara y los exportadores tuvieron acceso a subsidios e incentivos como exención de aranceles, zonas de libre comercio y mayor acceso a divisas.
“Sabían desde el inicio que tenían que exportar sus productos a los países desarrollados”, comenta Takashi Kanatsu, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Hofstra, Nueva York.
“Los países latinoamericanos deberían enfocarse en las exportaciones relacionadas con la industria de la alta tecnología”, asegura en diálogo con BBC Mundo.
Un ejemplo exitoso en la región, agrega, es la Empresa Brasileña de Aeronáutica, Embraer, que aprovechó las oportunidades tecnológicas como lo hicieron los tigres asiáticos.
Pero el desafío es gigantesco. Más aún ahora que la región apenas venía recuperándose de las huellas de la pandemia -que dejó altos niveles de deuda y déficit fiscales-, cuando le ha tocado enfrentar el golpe de una crisis económica a nivel global en medio de una ola inflacionaria que ha elevado las tasas de interés a máximos históricos.
Con esas dificultades, sumada a la polarización política que existe en muchos países, Latinoamérica pareciera estar un poco atada de manos en el corto plazo.
“Uno quisiera ser optimista, pero tengo ciertas dudas de que las cosas se estén moviendo en la dirección correcta”, argumenta Danny Leipziger, profesor de Negocios Internacionales en la Universidad George Washington.
“Hay muchos gobiernos menos interesados en ser eficientes y más interesados en programas populistas”, le dice a BBC Mundo.
En relación con los tigres asiáticos, Leipziger destaca la manera en que se incorporaron al comercio internacional. “Entraron en mercados desarrollados y para eso tuvieron que hacerse competitivos”, explica.
En el caso latinoamericano, a pesar de estar cerca de Estados Unidos, los países “no parecen beneficiarse tanto como podrían hacerlo con sus exportaciones”, agrega.
Países como Brasil o Argentina, dice el experto, están menos orientados a las exportaciones como lo hicieron los asiáticos, ya que tienen un gran mercado doméstico al que han dirigido una parte importante de sus esfuerzos.
En cambio, los tigres, precisamente porque no tenían tantos recursos naturales, dice el académico, “asumieron desde el primer momento que su mercado era el sistema global de comercio”.
¿Hacia dónde puede mirar Latinoamérica para salir de este laberinto? En una economía mundial digitalizada donde dominan los servicios, dice Leipziger, cada país de la región tiene que encontrar su ventaja para competir.
Pero un paso clave común, apunta, es que los países desarrollen la infraestructura básica de puertos, trenes y carreteras para facilitar las exportaciones. Sin eso, será muy difícil que sus exportaciones se vuelvan competitivas.
Un ejemplo más reciente para tener en cuenta es Vietnam, comenta el investigador, un país que consiguió sus mayores avances en los últimos 20 años, “principalmente gracias a la inversión extranjera directa y su orientación exportadora. “Si tienes un teléfono Samsung, fue hecho en Vietnam”.
3. Educar para innovar
Algo en lo que fueron exitosos los tigres asiáticos y, en general, los países de Asia del Este, es la importancia que le dieron a la educación dirigida a innovar.
Lo hicieron dándole prioridad a la formación técnica como base para la innovación tecnológica, un poco al estilo del modelo educativo japonés “Kosen”, dice el profesor Takashi Kanatsu.
Kosen es un sistema de educación formal que comenzó en 1962, durante un período de rápido crecimiento económico del Japón, para impulsar las industrias que el país quería desarrollar.
En vez de separar la educación secundaria de la universitaria, los alumnos japoneses ingresan a este sistema a los 15 años y estudian hasta los 20, con el foco puesto en el acrónimo en inglés “STEM”, que se refiere a los estudios en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas.
“Ese tipo de sistema educativo ha sido muy popular entre las empresas porque los estudiantes ingresan a la fuerza laboral cuando ya han estado en contacto con los productos del mundo real. Cuando han aprendido haciendo las cosas”, explica Kanatsu.
Como el sistema es menos costoso que enviar a los adolescentes a la universidad después de terminada la escuela, un modelo similar aplicado en Latinoamérica podría ayudar a seguir ampliando la clase media e impulsar el desarrollo.
Una advertencia: salto económico sin democracia
Una pieza esencial del rompecabezas es que el rápido desarrollo de los tigres asiáticos no ocurrió en sistemas políticos democráticos.
“El salto económico de los tigres asiáticos se dio bajo gobiernos controlados por un solo partido o regímenes militares”, dice Kanatzu.
Pero es importante entender, dice el investigador, que “eso no es una condición, no es algo necesario para desarrollarse como lo hicieron esos países”.
Japón es un buen ejemplo, argumenta, porque “la clave estuvo en el consenso”.
Es por eso que la advertencia de Kanatzu es que “cuando hay consenso en un país sobre cómo desarrollarse, no tienes que sacrificar la democracia”.
Lo difícil, claro está, es llegar a ese consenso.
El costo humano de crecer tan rápido
Con la mano dura aplicada por los tigres, muchos investigadores, han criticado la fórmula por el “costo humano” que implicó el modelo de desarrollo.
Incluso se habla del sacrificio de toda una generación para que hoy aquellos países tengan un mejor estándar de vida.
Y actualmente, muchas de las naciones del Este Asiático tienen una fuerza laboral exhausta por las altas exigencias de rendimiento.
Corea del Sur, por ejemplo, es uno de los países más privados de sueño del mundo, con un alto consumo de antidepresivos y con la tasa de suicidios más alta entre las naciones desarrolladas.
La paradoja es que ya no mueren de hambre, pero muchos mueren por los costos de vivir en un país rico. Por eso, dicen muchos expertos, vale la pena aprender de lo que han hecho bien, pero también de lo que han hecho mal.
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