11-M: las incógnitas que quedan a diez años de los atentados de Madrid
Un repaso por las dudas y los interrogantes que dejó el ataque terrorista de 2004 en el país europeo; los frentes abiertos
Los españoles se despertaron el 11 de marzo de 2004 con la peor de las noticias: una serie de bombas habían explotado en varios trenes de Madrid con pocos minutos de diferencia.
Los primeros minutos de confusión dejaron pronto paso a una certeza: era una masacre. El recuento de víctimas parecía no acabar, el balance final fue de 191 muertos y 1.800 heridos.
Diez bombas hicieron explosión casi al tiempo en cuatro trenes de cercanías repletos de trabajadores y estudiantes de la periferia de Madrid que, como cada mañana, se desplazaban al centro de la ciudad.
La emergencia y el desconcierto inicial dieron paso rápidamente a la ceremonia de la confusión acerca de qué había pasado y, sobre todo, quién había sido.
Pese a que en un principio casi todas las miradas apuntaban a la organización separatista vasca ETA por su largo historial de atentados con bomba en el país, una teoría que fue impulsada con fuerza por el gobierno, ese mismo día comenzó a hablarse de un posible ataque islamista de alguna célula vinculada a Al-Qaeda.
Quedaban tres días para las elecciones generales en las que se elegiría al presidente que iba a sustituir al conservador José María Aznar, del Partido Popular, y a nadie se le escapaba entonces que el atentado tendría consecuencias políticas claras.
Hay cierto consenso en considerar que, de confirmarse el origen islamista, la opinión pública vincularía el atentado con el apoyo del presidente Aznar a la guerra de Irak.
No está tan claro si al conservador Partido Popular le beneficiaba políticamente que hubiera sido ETA, aunque cabe pensar que hubiera propiciado cierto sentimiento de solidaridad después de que se posicionara públicamente como azote de esa organización.
Diez años después todavía permanece parte de aquel ruido mediático principalmente porque, como en cualquiera de los grandes atentados registrados en occidente (Nueva York 11S o Londres 7J), en los de Madrid también existen detalles sin esclarecer, sobre todo si los autores actuaron por motus propio o alguien dio la orden.
¿Qué pasó?
Según la investigación judicial, un grupo de radicales islamistas colocó trece mochilas bomba -tres no explotaron- en cuatro trenes de cercanías de Madrid en la estación de Alcalá de Henares.
El juez Gómez Bermúdez considera que ya nadie cree que ETA está detrás de los atentados.
Las bombas, que contenían tornillos y clavos para hacer de metralla estaban fabricadas a base de dinamita -conseguida en una mina de Asturias (norte)- y un detonador que era activado por un teléfono celular, en concreto la alarma despertadora.
Las explosiones se sucedieron entre las 7:37 y las 7:40. La primera en la estación de Atocha, donde murieron 35 personas; no muy lejos, en la calle Téllez, perdieron la vida 63; en la estación de El Pozo, 65; y en la de Santa Eugenia, 14.
El resto, hasta completar 191, murieron en hospitales víctimas de las heridas sufridas.
Al día siguiente, según la versión oficial, se encontró más bien por casualidad una de las mochilas que no hizo explosión en El Pozo.
La tarjeta SIM del teléfono que había en esa bolsa fue la principal pista que llevó a la policía a un apartamento en la ciudad de Leganés, a las afueras de Madrid, donde se resguardaba la célula islamista que la sentencia de la Audiencia Nacional considera los autores.
El 3 de abril, la policía rodeó a los presuntos responsables. Éstos los recibieron con disparos primero y, en el momento del intento de asalto de los agentes, los ocupantes del piso provocaron una enorme explosión que acabó con sus vidas y con la de un subinspector.
En el apartamento, la policía encontró cintas de vídeo en las que reivindicaban los atentados.
¿ETA?
Hasta aquí, el relato es el de los hechos considerados probados por las autoridades judiciales españolas, después de una investigación plasmada en un sumario que tiene más de 100.000 folios y que descarta cualquier vínculo de ETA.
Sin embargo, esa versión oficial en su momento -no tanto ahora– fue fuertemente contestada por determinados medios de comunicación de línea cercana al PP y por el propio gobierno.
Según escribió José María Aznar en su libro El compromiso del poder, en el que el mandatario hace un repaso de la época, lo "lógico" era pensar en ETA: "Sabíamos que querían intervenir antes de la campaña".
Pese a que entre los funcionarios judiciales y policiales que llevaban la investigación oficial fue imponiéndose la hipótesis de los yihadistas, Aznar seguía insistiendo en expresar sus dudas de que hubiera sido ETA incluso tiempo después.
Esa versión fue alimentada sobre todo desde el periódico El Mundo y la cadena de radio COPE -propiedad de la Iglesia Católica- que pasaron años insistiendo en vincular a la organización vasca con los atentados, llegando a acusar a la policía de falsificar pruebas para que nada vinculara al 11-M con ETA.
En la COPE, el entonces periodista estrella Federico Jiménez Losantos llegó a hablar de una conspiración del entonces opositor Partido Socialista Obrero Español (PSOE) para que su candidato, José Luis Rodríguez Zapatero, ganara las elecciones.
El 14 de marzo de 2004, tres días después de ser golpeados por los atentados, los españoles fueron a las urnas y el candidato socialista fue elegido nuevo presidente, pese a que el PP estaba por delante en las encuestas hasta que ocurrió el atentado.
La conspiración
Uno de los elementos fundamentales de quienes refutan la tesis oficial fue poner en duda una de las mochillas que no fue activada porque supuestamente el explosivo no estaba dentro cuando fue encontrada y sí en la comisaría a la que después fue trasladada.
Además, el diario El Mundo contaba con las confesiones de José Emilio Suárez Trashorras, exminero condenado por haber facilitado los explosivos de los atentados, y que implicaba no sólo a ETA sino también al PSOE.
En 2006, El País publicó una transcripción de una conversación que Trashorras mantuvo en la cárcel durante una visita de sus padres a los que parecía confesarles que había mentido por dinero. Posteriormente, en una reciente entrevista con El Confidencial, el minero reconocía que "lo de implicar a ETA en el 11-M fue una tontería" y aseguraba haber dado versiones "para distraer".
Por su parte, El Mundo publica un editorial este martes en que se considera atacado " por no conformarse con la verdad oficial", afirma haber sabido "reconocer algunos errores" pero dice que su "intención es seguir indagando en la búsqueda de la verdad".
La gran incógnita
Y aunque la confrontación de versiones mediáticas en torno al caso no ha parado diez años después, parecen quedar pocas dudas en torno a la autoría de los ataques.
Este lunes, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, del conservador Partido Popular -que está de nuevo en el gobierno-, consideró "evidente" que la masacre fue obra de yihadistas y descartó la autoría de ETA.
Pero aunque el caso ya fue juzgado, aún hay detalles que se desconocen, como quiénes fueron los que llevaron en una furgoneta las mochilas hasta Alcalá de Henares y las colocaron en los trenes o quién es el octavo fallecido en el piso de Leganés.
Entre las incógnitas que persisten, sigue sin estar del todo claro si se trató de un grupo de "lobos solitarios" o respondían a instrucciones de alguna estructura superior.
El profesor Fernando Reinares, investigador del Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos, descarta que fueran unos lobos solitarios y argumenta que el ataque a los trenes fue ideado en la ciudad paquistaní de Karachi por la red al Qaeda.
Reinares, autor de "¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11M y por qué se atentó en España", defiende que los atentados fueron una represalia contra el desmantelamiento de una célula de al Qaeda en España y no que no fue una consecuencia de la guerra de Irak.
El magistrado de la Audiencia Nacional, Javier Gómez Bermúdez, presidente del tribunal que juzgó el caso, considera que no hubo "una orden directa de Al Qaeda de cometer el atentado", ni en los procedimientos usados.
Y aunque, a una década de los ataques, admite en declaraciones a El País que "no se sabe todo", considera "un absurdo conceptual" pretender conocer cada detalle de un atentado.
"No se sabe todo ni en este atentado ni en (los atentados de ETA) de Hipercor, ni en la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, ni en la muerte de Kennedy".
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