100 días de gobierno: Kamala Harris se hace cargo del trabajo pesado
Lejos de los rumores sobre su ambición que circularon durante la campaña, la vicepresidenta es una de las mayores defensoras de la agenda de Biden
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WASHINGTON.- Cuando el presidente Joe Biden eligió a Kamala Harris como su compañera de fórmula, hubo rumores sobre las ambiciones de la flamante candidata: ¿Un ex adversario podía ser leal a un presidente al que criticó tan duramente en la campaña electoral?
Para colmo, la relación que mantenían Biden y Harris —cordial, aunque al principio no especialmente cercana— no hizo más que fogonear esos rumores.
Pero a 100 días del inicio del mandato de Biden, la cosa parece bien distinta. Harris se ha convertido en uno de los defensores más prominentes de la agenda de gobierno de Biden, mostrándose a su lado durante sus anuncios importantes y construyendo una relación que, según fuentes de la Casa Blanca, es más estrecha que la de la mayoría de los presidentes con sus vices.
Harris ha tomado a su cargo una de las tareas más difíciles de la administración: enfrentar las causas de fondo de la migración a Estados Unidos desde México y América Central. El problema atormenta a presidentes de ambos signos políticos desde hace décadas y no tiene soluciones fáciles.
Tina Flournoy, jefa de gabinete de Harris, dijo que la vicepresidenta “ha asumido la tarea con entusiasmo”. “Me dijo que si una decide postularse para un cargo y pone su nombre en la boleta, no hay una caja que dice ‘trabajo fácil’ y otra que dice ‘trabajo difícil’,” dice Flournoy.
En cuanto a los problemas difíciles, Flournoy se pregunta: “¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿Ignorarlos porque son difíciles? ¿O hay que ponerse a investigar las causas para tratar de solucionarlos?”.
El mayor desafío para la administración Biden durante sus primeros 100 días de gobierno ha sido sin dudas la pandemia de Covid-19, una crisis sanitaria y económica de proporciones históricas que ha obligado a la Casa Blanca a funcionar de manera diferente desde al primer día del mandato de Biden.
La pandemia limitó drásticamente los viajes del presidente y la vicepresidenta, pero eso al menos ha tenido un costado positivo: como Harris no ha tenido que viajar tanto como sus antecesores en los primeros meses de gobierno, tuvo oportunidad de pasar más tiempo con Biden y así consolidar la relación. Suelen almorzar juntos los viernes, y en un día típico pasan entre cuatro y cinco horas en reuniones conjuntas, lo que garantiza que la voz de Harris sea escuchada y que sus huellas dactilares queden impresas en las principales decisiones políticas. Como ejemplo de sus prioridades, sus colaboradores señalan la ampliación de la exención tributaria por hijo y los fondos para el cuidado infantil.
Harris participó de la elaboración de la agenda de gobierno de Biden y también “de la estrategia para venderla, tanto al pueblo estadounidense como al Congreso”, dice Flournoy.
Sus colaboradores dicen que a medida que se interiorizó del programa de gobierno, Harris también empezó a interesarse por algunos aspectos menos glamorosos del plan de infraestructura de 2,3 billones de dólares, como el problema del agua —un tema en el que acumuló experiencia cuando era senadora por California—, el acceso a Internet y las regulaciones para la expansión del uso de vehículos eléctricos.
Ser la primera vicepresidenta negra, de origen surasiático, y mujer de Estados Unidos le imprime rasgos propios, pequeños y grandes, a su cargo y a su gestión. Y ayer, cuando Biden se dirigió por primera vez al plenario de ambas cámaras del Congreso, Harris tuvo un lugar destacado detrás del presidente.
Harris ha elegido defender las mismas causas que han sido sus prioridades durante gran parte de su carrera política y que reflejan su experiencia vivida. En su primer día en el cargo, les dijo a sus asistentes que quería abocarse a ayudar a la pequeña empresa. También quiere enfocarse en las políticas que afectan a las mujeres y los niños, incluido el problema de los altos índices de la mortalidad materna entre las mujeres negras. La vicepresidenta ya ha llamado la atención sobre el desproporcionado impacto de la pandemia y de la crisis económica en las mujeres y las personas de color.
Harris ha decorado su oficina con pequeños guiños al lugar histórico que le ha tocado ocupar: un busto del abolicionista Frederick Douglass, donado por su alma mater, la Universidad de Howard, y las charreteras de la primera mujer negra comandante de brigada en la Academia Naval de los Estados Unidos.
Su apoyo al presidente y a su agenda de gobierno tal vez haya fortalecido la relación entre ambos, pero hay algunos activistas que esperan más de ella en dos temas fundamentales: la reforma de la justicia penal y la cuestión inmigratoria.
En cuanto a la reforma de la justicia penal, una de las prioridades de su campaña, Harris casi no se ha metido. Si bien habló junto a Biden cuando se produjeron los recientes tiroteos masivos y en el posterior anuncio del decreto presidencial sobre las armas, el gobierno en su conjunto todavía no le ha dado un impulso público significativo al tema.
Andrea James, directora ejecutiva y fundadora del Consejo Nacional para Mujeres y Niñas Presidiarias y Expresidiarias, dice que tomando en cuenta que la vicepresidenta es “una mujer de color, con su historia personal, su orgullo al hablar de su madre, que fue una mujer valiente que luchó contra todos los obstáculos por el color de su piel”, esperaban que Harris impulsara más esa agenda.
Pero sus colaboradores dicen que Harris está operando sobre ese tema tras bambalinas, en contacto con el Capitolio y la Justicia.
En cuanto a la inmigración, Harris ha sido criticada por derecha y por izquierda, tras asumir su nuevo objetivo de enfrentar de raíz las causas de la migración por la frontera sur.
Si bien los republicanos critican a Biden y Harris por desentenderse del problema y ni siquiera haber visitado la frontera, los grupos progresistas se quejan de que el gobierno no ha presentado ninguna propuesta para regularizar la situación de millones de indocumentados.
Lorella Praeli, presidenta de Community Change Action, dice que como senadora, Harris fue “una verdadera defensora de los inmigrantes”, y que era importante que ahora “de un paso al frente y ayude a resolver el problema”.
Algunos de los aliados de Harris están preocupados, porque creen que se trata de un problema tan amorfo e intratable que no hay soluciones claras, y que Harris será juzgada con dureza, por más que haga progresos.
En parte, esa preocupación surge del deseo de proteger el futuro político de Harris. Si bien Biden insiste en que planea postularse para la reelección, muchos observadores políticos creen que al final no lo hará, despejando el camino para Harris.
Los expertos y activistas del tema inmigratorio dicen que es demasiado pronto para juzgar su gestión en esas áreas. Hasta ahora, la vicepresidenta ha mantenido conversaciones con los líderes de México y Guatemala, y su primer viaje a la región está previsto para junio.
Dan Restrepo, investigador principal del Centro para el Progreso Americano, que ha participado de reuniones con Harris sobre el tema, dice que la vicepresidenta “hace muy buenas preguntas” y que su iniciativa inicial de reunir a los expertos en temas migratorios “es una señal sumamente alentadora”. Restrepo también rechaza las críticas que dicen que Harris no tiene experiencia suficiente en el tema.
“En tanto política exitosa y alguien con llegada a la gente, aporta un saber y una capacidad inestimables”, dice Restrepo.
Ese enfoque humano, dicen sus colaboradores, también da forma a su enfoque general, desde la política hasta la diplomacia.
“Ella siempre recalca que tenemos que hablar directamente con el pueblo estadounidense, que no quiere retórica vacía”, dice Rohini Kosoglu, asesora de política interna del gabinete de Harris.
En la carpeta informativa que le pasan antes de cada reunión o llamado con un líder extranjero, Harris no solo quiere que incluyan los tópicos políticos, sino también detalles sobre los intereses y pasatiempos de esos mandatarios, “para hacerse una idea real de cómo es esa persona”, dice Flournoy. A principios de abril, cuando se comunicó con el primer ministro de Japón, Harris quiso detalles sobre su afición por el béisbol.
Y cada vez que le toma juramento a un nuevo miembro del gabinete en el salón de ceremonias del edificio de la vicepresidencia, junto a la Casa Blanca, Harris le pide que se tome un momento para pensar “en todas las razones que te trajeron aquí y en todo el trabajo que vas a hacer”.
A continuación, los acompaña hasta su balcón, desde donde ven flamear la bandera de Estados Unidos allá en lo alto del Ala Oeste.
Traducción de Jaime Arrambide
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