Educación, un desafío renovado
Urge capitalizar las experiencias impuestas por la cuarentena y aprovechar la oportunidad para mejorar las deficiencias de nuestro sistema de enseñanza
Los desafíos en materia educativa no cesan. Si hasta aquí proclamábamos la necesidad cada día más imperiosa de transformar los aprendizajes para acompañar en el tiempo la formación de una mayor cantidad de jóvenes, hoy la realidad nos confronta con un statu quo claramente disruptivo pero que, de aprovecharse, podría contribuir a impulsarnos en la dirección deseada.
Frente a la intempestiva suspensión del dictado de clases presenciales que impuso el avance de la pandemia, muchos nos sorprendimos al enterarnos de que la ley de educación nacional, sancionada en el año 2006 de esta era digital, no permite la educación a distancia para menores de 18 años, con excepción del ámbito rural.
Si bien distintas experiencias han confirmado que nuevas modalidades virtuales combinadas con el dictado tradicional de clases encierran un enorme potencial, no podemos desconocer que muchísimas familias carecen tanto de dispositivos tecnológicos como de conectividad o de los fondos para pagar un uso intensivo de internet. Ni hablemos de los segmentos más postergados, en los que la posibilidad de una educación a distancia es una utopía por infinidad de razones; basta con pensar en tantas familias numerosas en las que un simple dispositivo móvil no permite satisfacer las necesidades de niños y adultos a la hora de aprender o de entretenerse.
Ni todas las escuelas contaban con los recursos necesarios para encarar la crisis ni todas las familias estaban preparadas para acompañar a los jóvenes ante dinámicas no habituales, pero la nueva realidad obliga a repensar las aulas. Nos referimos a dar rudimentariamente los primeros pasos, con las limitaciones que la realidad nos impone, pero en la dirección correcta, tomando lo mejor del pasado y proyectando la transformación que hoy claramente se nos propone. No será sencillo acortar la brecha entre alumnos de contextos tan disímiles, pero debemos propulsarnos hacia el futuro para evitar quedar atrapados en una inercia que atrasa y nos condena a renunciar al único instrumento de desarrollo posible.
El doctor Alberto Taquini (h.), destacado experto en políticas educativas desde hace más de 50 años, observa que la educación será una más de todas las actividades que continuarán registrando profundos cambios a partir de los avances de las comunicaciones. "Ante la pandemia, la educación a distancia está en ciernes y, aunque todavía débil, hay que usarla ya", alega convencido.
Por su parte, el prestigioso psicopedagogo italiano Francesco Tonucci asegura que el encierro demuestra "todavía más" que la escuela, como hoy la conocemos, no funciona. La crisis nos acerca aceleradamente un futuro diferente en materia de educación.
Las variantes que se impusieron ante la necesidad de aprender desde el hogar deben sistematizarse y regularizarse. Nadie puede desconocer la importancia de una enseñanza presencial a edades tempranas, pero aun así urge impulsar un proyecto que derogue aquel arcaico artículo 109 y que habilite, en todos los niveles, modalidades y edades, el sistema de educación a distancia como complemento imprescindible. El proyecto de reforma en este sentido, impulsado por el diputado nacional José Riccardo (UCR-San Luis), contempla convocar al Consejo Federal de Educación.
Muchos alumnos, padres y docentes tienen hoy la posibilidad de acceder al conocimiento que habita en la nube gracias a la tecnología. Con educandos que son nativos digitales, poco a poco, la sociedad deberá organizar formas eficaces de sistematizar los nuevos aprendizajes, flexibilizar normas que ya se muestran indiscutidamente obsoletas e impulsar los cambios que sean necesarios para otorgar validez a los nuevos procesos pedagógicos. Apoyar y capacitar adecuadamente a los docentes para ser instrumento de la transformación que se propone en estos nuevos escenarios, revisar contenidos, rediseñar currículas, fijar nuevas maneras de evaluar a los alumnos son solo algunos de los desafíos que hoy enfrentamos con la transformación digital y la incorporación de la virtualidad.
El cambio se impone inexorablemente. Está claro que no habrá ya vuelta atrás y que las resistencias ante instrumentos largamente rechazados y cuestionados se han reducido sobre el terreno, en un contexto inédito de distancia social impuesta que obligó a muchos a improvisar. Abruptamente, la burocracia educativa se topó con una demanda de complejos sistemas, como las plataformas educativas, que muchos no pudieron anticipar y los vínculos virtuales plantearon nuevos roles; hubo también que encontrar formas para dar continuidad a los procesos de aprendizaje de un día para el otro.
Ojalá podamos capitalizar estas experiencias aún en ciernes y aprovechar la oportunidad que se nos presenta de mejorar las graves deficiencias que, en términos de estándares internacionales, muestra nuestro vetusto andamiaje educativo, disparador de deserción y repitencia. Ante una pandemia que nos fuerza a cambiar la mirada y a impulsar una profunda e impostergable transformación educativa, desperdiciar tan trascendente oportunidad sería condenarnos imperdonablemente a una merecida decadencia.