Volver al llano
Cansada está la ciudadanía de alimentar con sus impuestos un enorme saco roto en el que muchos políticos, lejos de aspirar al honroso servicio público para el que fueron elegidos, solo parecen perseguir el beneficio propio.
Harta está la ciudadanía de continuar sustentándolos una vez concluidos sus mandatos cuando hábilmente se las ingenian para conservar algún cargo o canonjía, ellos o sus adláteres, con el fin de continuar viviendo a costa del Estado. También, de verlos alejarse de la función pública, a veces con apenas días o meses de trabajo, para garantizarse jubilaciones que ningún trabajador tras muchos años de esfuerzo y sacrificio verá jamás.
Por todo esto, no podemos menos que celebrar algunos ejemplos dignos de ser destacados. Uno es el de la exdiputada del Frente de Izquierda de los Trabajadores Mónica Schlotthauer, cuyo mandato venció en diciembre pasado. Un mes después, regresó a su antiguo trabajo en el sector de limpieza de la Estación de Once.
"Es necesario demostrar a la gente que se puede hacer algo distinto... abre la discusión de cómo se tienen que manejar los políticos", dijo con acierto, al tiempo que reconoció que la gente quiere otro modelo político y que por eso no se "atornilla" a los cargos públicos. El doctor Ricardo Monner Sans se refirió en una carta de lectores al tema: "Ante los numerosos ejemplos de la inmoralidad del acomodo para acceder a cualquier cargo con tal de que el ingreso mensual -u otros ingresos- sean trascendentes, hay todavía personas que justifican para qué viven".
Otro ejemplo, de los que lamentablemente no abundan, lo dio Nathalia González Seligra (Partido de los Trabajadores Socialistas), quien retomó funciones como docente secundaria al terminar su tarea como legisladora. También Rita Liempe (Unidad Popular), diputada bonaerense hasta 2017, que volvió a su trabajo de enfermera, en Junín, pues considera que "lo natural es que uno vuelva a su lugar de trabajo". Vilma Ripoll, dos veces diputada porteña por el Frente Izquierda Unida de la Ciudad de Buenos Aires y excandidata a presidenta en 2007, trabaja actualmente como enfermera en el Hospital Italiano. Lo mismo puede afirmarse de Bernardo Saravia Frías, quien le ahorró al Estado miles de millones de pesos durante su notable desempeño como procurador del Tesoro, y quien, una vez terminada la gestión de Cambiemos, regresó al ejercicio de la abogacía.
El sistema republicano supone la periodicidad del ejercicio del poder. No solo para que haya alternancia. También para garantizar que quien goza de las prerrogativas de la función pública no se aparte mucho tiempo de las rutinas del ciudadano común.
La administración de los asuntos públicos requiere políticos profesionales, capacitados en el manejo del Estado. Para ese fin fueron creados los partidos. Pero ese requerimiento no significa que parte de la dirigencia se transforme en una casta que vive del erario público. Esa deformación trae consigo muchas otras. Entre ellas, vuelve cada vez menos transparente y violenta la competencia política. Cuando lo que debería ser un servicio se transforma en un modus vivendi, se vuelve habitual, y a la vez intolerable, que los funcionarios se aferren a sus posiciones como un náufrago a la tabla.
Ojalá los ciudadanos pudiéramos descansar en que quienes nos representan desde un cargo electivo o quienes acceden a la función pública por la vía que sea serán merecedores de nuestro agradecido reconocimiento simplemente por ser capaces de volver al llano.