Vivir de pie
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El sacerdote argentino Pedro Opeka ha sido nuevamente nominado al Premio Nobel de la Paz. A lo largo de 30 años, su labor en Madagascar ha sacado a más de 500.000 personas de la extrema pobreza. “Albañil de Dios” apodan a quien fundó la Asociación Humanitaria Akamasoa, que significa “los buenos amigos” en malgache.
La Argentina tiene sus Áfricas, es una de las tantas reflexiones publicadas en el IG de @Akamasoa_Argentina. En los últimos 52 años duplicamos la población pero multiplicamos por 15 el número de pobres: 63% de los menores de 17 años son pobres y el 50% de los alumnos no terminan el secundario. Una tragedia.
No hay armas más poderosas que la voluntad y la determinación. Adentrarse en la labor de más de 500 voluntarios que transpiran a la par para contribuir a poner de pie a compatriotas, capacitándolos, convencidos de que solo el trabajo conduce a la dignidad, es recibir una bocanada de aire fresco.
El milagro de Madagascar ha comenzado a replicarse ya en la localidad de Lima, en el partido bonaerense de Zárate. El sueño está en marcha y necesita del compromiso de una sociedad que debe salir de la apatía y la desesperanza para volcarse a compartir esfuerzos en pos de cuidar y promover a los más desfavorecidos. Apostar al capital humano de una sociedad es hacer la mejor inversión. Es construir futuro. Siempre, recurrentemente, volvemos al sendero de la educación como única herramienta para dotar de autonomía, libertad y pensamiento crítico a quienes hoy viven en la extrema pobreza, abandonados a su suerte o encadenados al asistencialismo proselitista.
No importa cuán desfavorable el escenario, siempre estará la posibilidad de mejoría. “Buscamos construir un oasis de esperanza”, alientan y contagian desde sus redes, suscitando el entusiasmo y las ganas de ayudar de quienes tomamos conocimiento de la ciclópea labor que se han propuesto concretar siguiendo el exitoso ejemplo de Opeka.
El desafío arrancó en enero de 2019. Ya adquirieron un predio de cuatro hectáreas y el proyecto arquitectónico del primer oasis de esperanza está en marcha. Hoy cuentan con un jardín Montessori, guardería, sala de atención primaria de salud, escuela de adultos y de enseñanza de diversos oficios. El siguiente paso es comenzar la urbanización comunitaria para albergar a niños, jóvenes, adultos y ancianos en situación de vulnerabilidad extrema.
La obra del Padre Opeka nos interpela, su propuesta probadamente exitosa nos convoca a hacer lo que esté a nuestro alcance para que los compatriotas más desprotegidos accedan a una vida digna. No habrá para él mejor premio que la satisfacción de acompañarnos a construir juntos un futuro que nos incluya a todos. Construir dignidad, con ladrillos de educación y trabajo.