Violencia y apuestas escolares
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Muchos de nuestros jóvenes enfrentan dos realidades complejas y de difícil abordaje. A ambas nos hemos referido reiterada y separadamente desde este espacio. La novedad es que episodios recientes que se repiten reflejan cómo pueden explosivamente combinarse y potenciarse.
En la Escuela Media N° 80 de Lomas del Mirador, en La Matanza, tuvo lugar una situación de violento acoso escolar. Grupos autodenominados “matones reguetoneros” apuestan respecto de poder golpear a compañeros para dejarlos knock out o sin conocimiento. Aparentemente, un alumno del último año habría apostado 20.000 pesos a que dejaba fuera de combate a un compañero en un solo golpe. La víctima terminó en el hospital y el agresor recibió una leve reprimenda del establecimiento educativo. Los casos similares denunciados las últimas semanas en el AMBA, en escuelas secundarias de Quilmes, Lomas de Zamora, Flores, Almagro y San Isidro, ya superan los 32. Por cuestiones como esta, nuestro país ocupa el tercer lugar mundial en casos graves de bullying.
La ONG internacional Bullying Sin Fronteras reportó que la situación argentina en materia de bullying no deja de empeorar. Destaca que las Naciones Unidas consideran que, junto con el calentamiento global y la pobreza, la epidemia de bullying es uno de los 20 problemas a enfrentar en este siglo. Ya suman 112 muertes por suicidio y por homicidios a partir del bullying y el ciberbullying, y ahora se agregan las apuestas de dinero sobre lesiones a compañeros. En el combo corresponde también tener presentes otras expresiones de violencia protagonizadas por padres o profesores, cada vez más frecuentes, pero igualmente inaceptables, de las que también nos hemos ocupado.
El bullying y la violencia en las escuelas, tanto primarias como secundarias, saltan a las noticias cada vez con mayor frecuencia luego de años de ser invisibilizados.
Así como están los ánimos, la menor discusión puede escalar hacia un violento altercado. Lo que ocurre en el mundo adulto se replica peligrosamente entre los más jóvenes y, lamentablemente, demasiadas grietas nos dividen como sociedad. Urge detener ambas espirales, la de violencia y la del juego descontrolado.
Familias y educadores deben articular esfuerzos para que estas situaciones no se repitan, asumiendo seriamente la responsabilidad que les cabe a la hora de dar los ejemplos que los chicos necesitan. Consentir livianamente el agravamiento de estos escenarios es asumir un peligroso futuro. La violencia nunca puede ser el camino.