Viajes de egresados
El ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, y el secretario de Turismo, Daniel Scioli, anunciaron medidas dirigidas a ordenar el turismo estudiantil para que los estudiantes queden protegidos por un sistema efectivo de garantías.
En respuesta a un reclamo de empresas del sector, se atendieron principalmente dos cuestiones. Hasta aquí, los operadores de turismo estudiantil debían renovar sus certificados una vez por año; a partir de ahora, el certificado se tramitará de manera digital y por única vez, manteniendo su vigencia de manera continua e ininterrumpida.
En segundo lugar, se da por finalizado el régimen de cuota cero que cada egresado abonaba. Este contemplaba una garantía equivalente al 6% del valor del paquete básico que las empresas registradas debían depositar en el Fondo de Turismo Estudiantil, administrado por Nación Fideicomisos SA, recibiendo a cambio el sellado de un cupón.
Los fondos fiduciarios vienen siendo, en la práctica, multimillonarias partidas que alimentan la política, sumidos en una irritante opacidad. Cabe recordar que los 29 fondos activos concentran un presupuesto equivalente a casi el 2% del PBI.
El cambio anunciado impactará en una reducción del 6% en los costos para los viajeros y termina con un pozo negro que nadie sabe “de quién era ni dónde estaba”, en palabras de Sturzenegger. De aquí en más, bastará con que las empresas acrediten garantías suficientes, bancarias, financieras o mediante seguros de caución de forma privada para cubrir en un 100% la eventualidad de que no se pueda concretar el viaje.
Los cambios en materia de viajes de egresados habían llegado también forzosamente a la provincia de Buenos Aires y el “Kici Tour”, que por tercer año pretendía asegurar viajes de egresados “gratuitos” en un territorio en el que amplios sectores de la población no llegan a cubrir sus necesidades básicas, cayó afortunadamente en desgracia. El realismo triunfó sobre el populismo para que cada peso tenga un destino razonable, claro y auditable.
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