Vejez, divino tesoro
El 26% de la población británica superará los 65 años en 2041. En España, esto ocurrirá en 2033. Para 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16%). Hoy es una de cada 11 (9%). Entre nosotros, casi 7 millones de personas superan hoy los 60 años, esto es el 15,5% de la población: el 43% son varones y el 57%, mujeres.
El informe Perspectivas Mundiales de Población que presentó la ONU confirmó esta tendencia, que resulta en que más países ven decrecer su cantidad de habitantes ante el descenso de los niveles de fecundidad sin que guerras, crisis o migraciones lo justifiquen, por simples razones demográficas. La combinación de mayor esperanza de vida y la referida disminución de la fecundidad da por resultado el envejecimiento poblacional. Las diferencias socioeconómicas entre naciones hacen que en los países más pobres se viva hasta siete años menos que el promedio, por razones, entre otras, como la mayor mortalidad infantil y materna.
Se conoce como "zonas azules" a aquellos lugares que concentran población particularmente longeva. Aun a mayor edad, estos ciudadanos se mantienen activos y, por lo general, no sufren enfermedades degenerativas propias del mundo industrializado. Algunas de ellas son la isla griega de Ikaria; la de Okinawa, en Japón; la región de Barbagia, en Italia; Loma Linda, en California, y la Península de Nicoya, en Costa Rica.
Entre otros comunes denominadores que incluyen pautas particulares de alimentación, de ejercicio físico o de manejo del estrés entre los adultos centenarios, se comprueba que disfrutan de una fuerte red de conexión familiar y social, un ingrediente sobre el que llamamos la atención reiteradas veces desde esta columna.
La integración de gente de todas las edades en una sociedad es clave. El mundo ha de adaptarse a las nuevas realidades demográficas, no solo en términos de realizar los necesarios y obvios ajustes en el sistema previsional o en el de salud, sino también revisando los entornos físicos y arquitectónicos, los medios de transporte, las oportunidades de educación, trabajo y entretenimiento disponibles para quienes con frecuencia cada vez mayor superan los 60 años.
La británica Sarah Harper, fundadora del Instituto de Envejecimiento de la Población de la Universidad de Oxford, marca una diferencia interesante frente a concepciones tradicionales: la vejez no se define por la edad alcanzada, sino a partir de la pérdida de la independencia a la que nos conducen los años. Por este motivo, urge tomar conciencia e instalar un debate serio y amoroso sobre la importancia de construir una sociedad en la que todos cuidemos de todos.
La soledad y el aislamiento atentan contra la calidad de vida a cualquier edad. Abuelos que usan celulares y redes sociales, nietos que disfrutan de un cuento leído, puentes que se tienden en un diálogo maravilloso de atención mutua que podemos construir cotidianamente no solo desde un esfuerzo desganado, sino aprendiendo también a descubrir todo aquello que tiene de encantador. Un destino compartido que las sociedades debemos atender mejor para alcanzar un beneficio mutuo.