Valioso proyecto vecinal
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Varias veces en estas columnas, nos hemos ocupado de destacar la importancia de promover el aumento de espacios verdes en esta ciudad. También en este terreno, la activa participación ciudadana nos demuestra que puede hacer la diferencia.
En zona norte hay por lo menos cuatro Huertas Vereda (@huertavereda), huertas comunitarias al costado de las vías, con composteras que promueven el espíritu comunitario.
En el barrio porteño de Núñez, un espacio abandonado recobró vida. Se lo conoce como los Jardines de Pissarro (@jardinesdepissarro) un terreno que por años permaneció olvidado junto a las vías del Ferrocarril Mitre, entre Ramallo y Ruíz Huidobro. A instancias del matrimonio conformado por Valeria Boxaca y Roberto Fuhr, los vecinos se organizaron y pusieron manos a la obra. “La jardinería es absolutamente beneficiosa porque convoca a la gente”, afirma Valeria. Y vaya si lo fue.
Aquel terreno olvidado, que solo juntaba basura y escombros, lleno de pozos por todos aquellos que se habían llevado la tierra, se fue transformando lentamente. La dedicación y el esfuerzo de toda una comunidad empezaron a hacerse ver y, literalmente, a florecer. El trabajo en comunidad es muy valioso también en términos sociales: promueve el conocimiento de los vecinos y potencia el aporte de cada uno en pos de un proyecto compartido. Seguramente, en marzo de 2023 los jardineros de Pissarro no imaginaron el impacto de su tarea. Cabe señalar que no contaron con ayuda oficial y que todo se sostuvo con donaciones y mucho trabajo. No lograron tampoco tramitar alguna calificación del espacio para que no se perdiera luego, en caso de que se realicen obras.
El primer paso fue picar la tierra endurecida para que las plantas pudieran prosperar, casi una metáfora del proceso que transformó también los vínculos entre todos los participantes. Semillas, plantas, bordes de canteros, composteras, fueron conformando un inesperado jardín que apuesta a la biodiversidad y que incluye también un lindísimo sendero. Como vecinos, el compromiso con lo realizado los lleva a seguir de cerca el crecimiento de cada planta, observándolas como si fueran del propio jardín. Y así las cuidan para todos. Incluso llegan vecinos de otros barrios a colaborar o a participar de actividades como un taller de mariposas para recorrer el jardín lupa en mano, que fue la alegría de niños y adultos.
Hay mucho espacio verde desaprovechado en la ciudad. Los bordes de las vías de un tren pueden reconvertirse en jardines comunitarios. El sonido de un convoy puede mezclarse maravillosamente con el canto de las aves y el perfume de unas flores. Cuando lo que faltan son más y más áreas verdes que oxigenen a quienes habitamos las ciudades, cada metro cuadrado cuenta.
La iniciativa, que merece replicarse, fue reconocida por la Legislatura porteña que distinguió a los Jardines de Pissarro como “sitio de interés cultural y social”. El afuera cambió, pero también el adentro de muchas personas, pues los orgullosos vecinos ahora se conocen por sus nombres. Su ejemplo es también un valioso testimonio de educación ambiental para las jóvenes generaciones que los vieron abocados a la tarea. Activar ese potencial tiene un enorme rédito social, además del terapéutico. Para ellos y para todos se trata de un tesoro en el barrio.