Uruguay: herencia y relato
MONTEVIDEO.– Las encuestas de opinión son todas unánimes: cerca de dos de cada tres uruguayos apoyan la gestión de Lacalle Pou y solo uno de cada cinco manifiesta estar insatisfecho. Ese amplio apoyo señala que el nuevo gobierno no solamente es visto con ojos positivos por quienes votaron en octubre de 2019 a los partidos que integran la coalición multicolor, sino que además hay votantes frenteamplistas que también están conformes. Hay que decirlo con total claridad: en contextos igualmente difíciles para todos los países del continente, el gobierno mejor evaluado por su población, de toda la región, es el nuestro.
Frente a esta coyuntura tan contundente, la actitud del FA ha sido de "berrinches". Desde plantear un confinamiento obligatorio, que hubiera sido letal para la economía del país, hasta propuestas de medidas demagógicas imposibles de financiar, pasando por quejas contra una ley de urgente consideración que luego la izquierda terminó votando mayoritariamente, o por reproches de un supuesto autoritarismo contra un gobierno que es abierto y democrático, el FA está ejerciendo una oposición enojada y tosca.
En definitiva, la izquierda ha optado por hablarle a esa franca minoría del 20% que no está satisfecha con el gobierno. Como en una cámara de eco encerrada y hablándose a su propio ombligo hecho de izquierdistas fanatizados, el FA ha perdido la oportunidad de actuar con generosidad. En efecto, se ha concentrado en diseminar eslóganes que no convencen a nadie más que a los zurdos ya convencidos: que el gobierno es neoliberal, que hay riesgos democráticos, que debió enfrentarse de forma distinta a la pandemia, o que las urgencias del país son otras. Se trata, en todos los casos, de un relato fantasioso en el que, notoriamente, la mayoría del país no cree.
Fuente: El País, de Uruguay