Uno de los nombres de la solidaridad
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El 31 de enero pasado cerró la recepción de nominaciones para el Premio Nobel de la Paz 2021. Sabemos que en esta oportunidad son 329, repartidos entre 234 individuos y 95 instituciones. En una primera etapa, tras repasar las nominaciones, el comité evaluador conforma una lista chica de entre 20 y 30 nombres. El proceso de ocho meses de evaluación concluirá a más tardar a principios de octubre y será, como siempre, el 10 de diciembre, en Oslo, cuando tendrá lugar la ceremonia de entrega de premios.
Desde 1901, el Nobel de la Paz se otorgó 100 veces, a 131 premiados: 90 hombres, 17 mujeres y 24 instituciones. Nuestro compatriota Juan Carr ha vuelto a ser candidateado a este lauro a partir de su destacada tarea social. Se trata de su octava nominación. Su nombre es sinónimo de consustanciación con la necesidad del otro; cualquiera sea esta. Desde aquella infancia en que ingresó al grupo Scout, su vocación por hacer del mundo un mejor lugar no ha cesado; convencido de que no basta con proclamarlo a viva voz si no se asume un protagonismo indiscutido para que ese sueño se vuelva realidad.
Creó con amigos la Red Solidaria en 1995, una trama que hoy tiene 74 sedes a lo largo del país y que mueve a más de 1200 voluntarios ante cada campaña, frente a cada movimiento o emergencia cuya atención demanda activar la solidaridad colectiva, una matriz exportada también exitosamente a otros países. Esa capacidad de conectar una necesidad con quien puede satisfacerla adquiere miles de facetas y, en tiempos de redes sociales, el perfil de Carr otorga visibilidad a montones de causas. “Soñador obsesivo compulsivo”, se define en su cuenta de Instagram. Generar conciencia y respuesta frente a la necesidad de un órgano para trasplante, sangre o médula ósea; encontrar a personas perdidas; acompañar a padres o a mujeres que piden Justicia; informar sobre autismo o reclamar por la ley oncopediátrica tanto como por la de humedales; organizar víveres y enseres para víctimas de los incendios del sur o de inundaciones del norte; ocuparse afectuosamente de los sin techo desde la Plaza de Mayo cada viernes; todo pasa por su celular y por el lugar que ha sabido ganarse en los medios para aprovechar el potencial de la difusión masiva.
Aunque reconoce que solo la política puede cambiar la realidad, ha rechazado numerosos ofrecimientos de distinto origen para ser candidato a vicepresidente, vicegobernador, diputado o ministro. Una de sus mayores virtudes es su capacidad de dialogar con todos. Nunca faltan quienes lo critican, desde la derecha o desde la izquierda, por hacer demasiado o por no hacer.
Con otros profesionales fundó el primer Centro Universitario de lucha contra el Hambre en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA en 2009 y, en 2011, la agencia Mundo Invisible para ofrecer prensa y difusión a los más postergados. Desde sus columnas en Red/Acción nos conecta semanalmente con historias de esperanza que convocan voluntades. Su corazón no descansa y su cabeza no para de pergeñar estrategias y propuestas que van desde apostar a la unión cantando juntos a promover creativamente la donación de plasma.
La vocación solidaria y el compromiso con el prójimo que encarna Juan Carr son un ejemplo para muchos.
Su merecida nominación sigue confirmando que nunca baja los brazos y que su generosa apuesta no busca el aplauso.