Una visual perturbante
Tanto el edificio del Ministerio de Obras Públicas sobre la avenida 9 de Julio como sus gigantografías de Eva Perón resultan disruptivos e inapropiados
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El edificio ubicado sobre la avenida 9 de Julio, entre Moreno y Belgrano, tradicionalmente conocido como del Ministerio de Obras Públicas, ha sido desde su construcción un motivo fundado de crítica por el rompimiento que produce sobre la estética urbana. La avenida 9 de Julio es emblemática de la ciudad de Buenos Aires. Es, junto al Obelisco, que define su eje, la visual que domina las postales y que en cualquier lugar del mundo resulta una de las imágenes referentes de nuestro país.
¿Cómo pudo ocurrir que desde hace 90 años hay un elemento disruptivo en esa imagen y que allí continúe? Sin duda es un desafío al sentido común. No es imaginable que la avenida de Les Champs Elysees de París tuviera destruida su perspectiva por un enorme edificio sin valor histórico ni arquitectónico. Ni tampoco sucede en el Paseo de la Reforma de México, ni en la Unter Den Linden de Berlín, por mencionar situaciones comparables.
La falta de mantenimiento del edificio y su escasa funcionalidad para las formas actuales de trabajo hacen cada vez más recomendable su demolición
Pero hay más en el caso que nos ocupa. Desde 2011 las dos visuales del enorme edificio han sido utilizadas para estampar una gigantografía de Eva Perón. Se acentúa así el desafío para una gran parte de la ciudadanía que no comulga con el mensaje político que subyace en esa figura y en su ubicación y tamaño.
La idea inicial de la avenida 9 de Julio data de 1890, cuando ejercía la intendencia Francisco Seeber. En 1895, el Consejo Deliberante aprobó el proyecto elaborado por el Departamento de Obras Publicas, dirigido por el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo. La avenida tendría un ancho de 33 metros y estaría flanqueada por franjas edificables de aproximadamente 35 metros con frente a la nueva avenida y fondo sobre Cerrito–Lima en el oeste y Bernardo de Irigoyen–Carlos Pellegrini en el este. Se expropiarían todas las manzanas entre esas calles desde la estación Constitución hasta Paseo de Julio, hoy Libertador. Las franjas laterales serían divididas y luego vendidas para edificarlas y de esa forma financiar el proyecto.
Si bien comenzaron las expropiaciones y demoliciones, la apertura de la nueva avenida no tuvo avances significativos hasta la gestión del intendente Mariano de Vedia y Mitre en 1932 y el arquitecto Carlos María Della Paolera como director del Plan de Urbanización. A fines de 1934 se produjo una notable falta de coordinación. Adecuándose al proyecto original de las franjas laterales edificables, el 15 de noviembre de ese año comenzaron las obras de edificio del Ministerio de Obras Públicas. Pocos días después, De Vedia y Mitre decidió que las franjas laterales serían parquizadas y no edificadas. Pero habiéndose comenzado la obra, esta no fue paralizada y se terminó en 1936. Desde entonces mortifica la visual de la “avenida más ancha del mundo”.
Más sencillo es resolver el otro elemento perturbante: las gigantografías de Eva Perón. Su implantación en 2011, por iniciativa de la entonces presidenta Cristina Kirchner, se inspiró en la figura del Che Guevara sobre el edificio del Ministerio del Interior en la Plaza de la Revolución, en La Habana
Desde pocos años luego de su inauguración surgieron propuestas de demolición. A principios de la década del cincuenta se analizó la posibilidad de desplazar el edificio. Era técnicamente dudoso y eventualmente tan o más costoso que edificarlo de nuevo. La falta de mantenimiento del edificio y su escasa funcionalidad para las formas actuales de trabajo hacen cada vez más recomendable su demolición. Pero la demolición con explosivos tendría consecuencias difíciles de neutralizar en una zona altamente poblada.
Más sencillo es resolver el otro elemento perturbante: las gigantografías de Eva Perón. Su implantación en 2011, por iniciativa de la entonces presidenta Cristina Kirchner, se inspiró en la figura del Che Guevara expuesta de manera similar sobre el frente del edificio del Ministerio del Interior en la Plaza de la Revolución, en La Habana. No se trata de una forma conmemorativa, como pudiera ser una estatua, sino de una expresión partidista que por su tamaño y ubicación pretende imponer más que evocar. Su remoción es sencilla y debería concretarse de inmediato, cualquiera sea el destino que se le dé al edificio.