Una radiografía de la pobreza que moviliza
Un duro informe sobre la situación social argentina nos lleva a reflexionar y nos invita a colaborar con el insustituible trabajo de Cáritas
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Tres millones de personas de todo el país recibieron ayuda material de Cáritas Argentina a lo largo de la pandemia. Ante una realidad que golpea con fiereza, cuando se piensa en los complejos mecanismos que permiten llegar a cada uno con distintas formas de asistencia, podemos tener una idea de la efectividad de esta red de amor y compromiso que no descansa y que está cerca del que lo necesita con más de 32.000 voluntarios distribuidos en 3500 equipos, favoreciendo la cultura del trabajo, la solidaridad y el bien común.
“Un rostro detrás de cada número. Radiografía de la pobreza en la Argentina” es el nombre del informe presentado anteayer por la institución junto con el Observatorio de la Deuda Social de la UCA en el contexto de la Colecta Anual en curso en todo el territorio (caritas.org.ar).
El reporte, preciso e incontrastable, considera que el desarrollo humano demanda, además de ingresos, respeto por los llamados “derechos sociales”, hoy tan vulnerados, que hacen a la dignidad de las personas brindando alimentación y salud, vivienda digna, educación, ambiente saludable, empleo y seguridad social, además del acceso a servicios básicos como saneamiento y calidad de vida.
Como herramienta a la hora de llegar a los más excluidos, el exhaustivo análisis sobre la gravísima situación y las políticas sociales adquiere una dolorosa relevancia. Hablamos de cifras con rostro humano que nos interpelan a todos. La precariedad, además, afecta los recursos psicosociales y genera malestar psicológico.
“Nuestras deudas sociales son estructurales, no surgieron ni van a terminar con la pandemia si no hacemos algo para cambiar la realidad que nos atraviesa”, lamentaba Agustín Salvia, director del observatorio de la UCA, al cuantificar una pobreza multidimensional, esto es, por ingresos y por carencias, que alcanza casi al 42%. Tenemos un tercio de la población estructuralmente excluido, un tercio incluido y un tercio que depende de los vaivenes económicos, según resumió.
El impacto sobre la infancia es desgarrador: con una mitad de niños pobres, el porcentaje se eleva al 75% en el conurbano bonaerense, al igual que en otras zonas en las que por la situación de la pandemia se agravaron la economía informal y el trabajo precarizado. Las disparidades más notorias se dan no solo en las condiciones materiales, sino también en el acceso a los alimentos y en las dificultades de las familias para acompañar los procesos educativos.
Desde 2017, la inseguridad alimentaria más severa y total que afecta a niños menores de 17 años sufre un crecimiento sostenido, con un 16% de chicos que han experimentado situaciones de hambre en el último año y un 34% que registra merma en la cantidad y calidad de los alimentos que reciben en el hogar. En 2020, las ayudas alimentarias a través de comedores escolares, que garantizaban a muchos al menos una comida al día, se vieron afectadas. Entre la tarjeta Alimentar (22%) y las ayudas alimentarias directas (14%) y su combinación se llegó solo a un 45% de los menores, mientras que la cobertura decreció a mayor edad.
Con una indigencia que ronda al 10%, sin el tímido alivio que brindan los programas de transferencia de ingresos, como el IFE y Alimentar, esta treparía hasta el 20%, y se hubiera triplicado si no existieran los programas anteriores al Covid, señalan. Las mediciones entre julio y octubre de 2020 daban un 44% de pobreza, pero habríamos alcanzado un 53% sin programas sociales.
La raíz estructural de los problemas solo se resuelve con más trabajo y más inversión, además de índices de inflación controlados. “Crear riqueza en la pobreza para potenciar el trabajo social y crear desarrollo local para recuperar el empleo desde ahí”, apuntó Salvia ante la problemática que agravó la crisis sanitaria y a la que se sumó un extendido desaliento, con sintomatología ansiosa y depresiva que tiene también un correlato directo con la inseguridad alimentaria.
Los programas de ayuda inmediata y de promoción humana que lleva adelante Cáritas a lo largo del año contemplan capacitación laboral, microemprendimientos productivos y de autoconsumo, inclusión educativa, abordaje de adicciones, atención a la infancia, centros comunitarios y trabajo con personas que viven en las calles, además de las urgencias que ha planteado la pandemia y que demandaron sinergias de todo tipo.
Las restricciones a la circulación que impone la crisis sanitaria vuelven a proponer las donaciones a través de redes sociales y plataformas digitales, además de aportes mensuales y los tradicionales sobres en parroquias. Se necesitan muchos más fondos. Lo recaudado permite organizar la ayuda y distribuirla sostenidamente de forma más eficiente. Las rendiciones de cuentas son impecables y la transparencia en la gestión asegura el mejor destino para la colaboración que se nos pide y que se ha vuelto crucial en estos tiempos.
Ante la oportunidad que abre la colecta anual de este fin de semana, el presidente de Cáritas Argentina monseñor Carlos Tissera, llamó la atención sobre aquello que no se consigue ni en la farmacia ni en el banco y que solo nace del corazón: la solidaridad y la fraternidad. “Pedimos a todos, a los dirigentes políticos, empresarios, a los sindicatos, que nos podamos unir ante la necesidad”, dijo. Son tiempos difíciles que demandan compartir más y aunar esfuerzos en pos de acercarnos al pleno desarrollo humano que nuestra sociedad requiere.