Una OTAN fortalecida
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Con el reciente ingreso de Suecia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) suma 32 miembros para su sistema de defensa colectiva ante el eventual ataque de una potencia externa.
La primera consecuencia de esta incorporación, que sigue a la reciente de Finlandia, es que el mar Báltico será desde ahora prácticamente un mar interior de la OTAN, a partir de que todas sus orillas pertenecen a países de la alianza, salvo unos pocos cientos de kilómetros que suman la región rusa de San Petersburgo y el enclave ruso de Kaliningrado, un vestigio de la Segunda Guerra Mundial entre Lituania y Polonia.
No cabe ningún tipo de duda respecto del hecho de que ha sido la invasión rusa de Ucrania lo que ha llevado a Suecia y Finlandia a acelerar su ingreso a la organización en busca de un paraguas militar eficaz y lo bastante rotundo como para que sirva de protección ante cualquier tentación que pudiera tener Vladimir Putin de lanzar un ataque en la zona del Báltico.
Ha sido la decisión del autócrata ruso de desencadenar una cruel operación militar contra un país independiente como Ucrania lo que ha hecho cambiar la opinión de suecos y finlandeses a favor de su plena integración en la alianza, abandonando una tradición de neutralidad de más de 200 años.
Actualmente no hay para la OTAN zona potencialmente más peligrosa que el mar Báltico. Suecia aportará el valor estratégico de la isla de Gotland, desde donde se puede controlar todo el movimiento aéreo y naval del sur de ese mar, sumando un evidente refuerzo para la defensa de Polonia y, especialmente, Lituania, Letonia y Estonia, los aliados más vulnerables ante un posible ataque de Rusia.
El Kremlin anunció que adoptará medidas preventivas para responder a la nueva ampliación de la OTAN, por considerar que esta es contraria a sus intereses y que tendrá efectos negativos sobre su propia seguridad.
Sin embargo, la incorporación de nuevos miembros no puede interpretarse en ningún caso como un movimiento hostil hacia Rusia, sino como una medida de protección ante la amenaza real que representa en estos momentos el régimen ruso.
Las adhesiones de Suecia y Finlandia representan una sonora derrota estratégica para Putin. Con la invasión de Ucrania su objetivo era detener el avance de la alianza militar transatlántica y, en cambio, logró precisamente lo que pretendía evitar: su ampliación y fortalecimiento.