Una infancia privada de futuro
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Datos recientes difundidos por la agencia de las Naciones Unidas especializada en infancia y adolescencia, Unicef, se sumaron a informes locales igualmente escandalosos y reportaron que siete de cada diez niños en la Argentina viven en la pobreza. La cifra es abrumadora: 8,6 millones de chicos de menos de 18 años de hogares que no alcanzan los mínimos ingresos monetarios. A fines de 2023, la indigencia infantil superó el 19%. Son cifras que laten, pues hablamos de personas.
Unicef distingue entre pobreza por recursos económicos (57,5%) y por privación de derechos (43%), e indica que el 31% de los menores de 18 años son pobres simultáneamente en ambas dimensiones: unos 3,8 millones de niños. Solo en el segundo semestre de 2023 la indigencia infantil creció 5 puntos y sumó 643.000 niños más, otro triste ejemplo del empeoramiento de las variables que desde 2017 han conducido a duplicar la indigencia infantil.
Mientras la política despilfarraba billetes con promesas electorales, los recortes en partidas destinadas a niñez y adolescencia para 2023 ya experimentaban una caída del 10% respecto de las de 2022. Y ahora, lamentablemente pasamos del 19,5% del PBI de 2023 al 5,3% en lo que va de 2024. El presupuesto nacional destinado a pobreza e indigencia de niños y niñas argentinos experimentó una caída del 75% en términos reales. La agencia de Naciones Unidas, con presencia en 190 países, mantuvo reuniones con las carteras de Capital Humano y Economía reclamando que es imperioso que se amplíen “las partidas presupuestarias de las políticas de protección de ingresos a los hogares para evitar que más niños y niñas caigan en la pobreza extrema” y destacando que alimentar no basta.
Desde el Gobierno, ajustan detalles y presupuestos aprestándose a lanzar el Programa Nacional de Primera Infancia, conocido como “Mil Días”, dependiente de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia que dirige Pablo de la Torre, bajo la órbita de Sandra Pettovello, ministra de Capital Humano. Es en los primeros mil días de vida -los 270 de la etapa prenatal y los primeros dos años- que se desarrolla el 90% del cerebro. También Unicef promueve Mil días de amor en distintos países.
Este programa, que ya integraba el paquete de la llamada ley ómnibus, apunta al cuidado de madres gestantes vulnerables y niños hasta el tercer año de vida. El objetivo es “reducir la morbimortalidad materno-infantil y la malnutrición, además de fomentar el desarrollo emocional y físico”. La prevención de la violencia está también presente.
La iniciativa cuenta con el apoyo del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Desde el Gobierno destacan que es la primera vez que organismos internacionales financiarán y auditarán una ejecución de este tipo. Se hace foco en los Centros de Desarrollo Infanto-Familiares o Espacios de Primera Infancia y Familia; se propone salir al encuentro de mujeres embarazadas y niños pequeños para brindarles toda la asistencia que necesiten, planteando el acompañamiento familiar en esa primera etapa de vida, incluido el respaldo de una trabajadora social o enfermera de ser necesario. De la Torre asigna prioridad a “generar un plan para contrarrestar la malnutrición de los menores del país y fomentar un mejor desarrollo familiar” con la mira en su posterior inserción en el sistema educativo primero, y en el laboral, después.
Una inflación galopante castiga principalmente a los más vulnerables y un contexto de ajuste y crisis sigue aumentando el número de víctimas de una dolorosa situación. Seguir denunciando a los responsables del latrocinio que lleva años de golpear a nuestros niños, redireccionar recursos y restringir su manejo para volverlo transparente y eficiente es tan imperioso como urgente. Todo lo que se haga en esa dirección sabrá a poco. Los niños no pueden esperar. Si no salvamos su presente, nos quedamos sin futuro.