Una boleta electoral contra el fraude y la inequidad
Las infundadas resistencias al cambio de sistema, asociadas a prácticas clientelares prebendarias, no atienden el hartazgo de la sociedad
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Resulta auspicioso que diputados de la oposición hayan alcanzado un amplio acuerdo en un plenario de comisiones para emitir un dictamen de mayoría sobre la instrumentación del sistema de boleta única de papel a partir de los comicios del año próximo.
Ese acuerdo es el resultado de arduas negociaciones con vistas a que el país cuente con un sistema moderno que garantice no solo la equidad en la participación de fuerzas políticas, sino también la transparencia electoral, así como la posibilidad de reducir el número de fiscales partidarios para el control.
Queda, sin embargo, un largo trecho todavía. El dictamen opositor deberá ser tratado en el recinto de la Cámara baja, donde el oficialismo ya adelantó que se opondrá. De resultar finalmente aprobado en Diputados, no le será fácil sortear la barrera del Senado, cuerpo donde el kirchnerismo abroquela fuerzas para impedir que se sancione la ley con argumentos que, contrariamente a lo que pregona, confirman más la vetustez del viejo sistema que la supuesta inconveniencia de reemplazarlo.
La boleta única de papel asegura que la oferta completa esté disponible para todos los electores, en todas las mesas de votación, en todo el territorio del país y durante toda la jornada electoral
Por caso, la vicepresidenta de la Nación y titular del Senado, Cristina Kirchner, ha dicho en un acto público que la boleta única “es un pedazo de papel con una cantidad tremenda de partidos donde solo se conoce al primer candidato. Una boleta donde vos votás una lista de diputados como si fuera una ristra de chorizos y ajos, pero no sabés si hay chorizos, si hay ajos”, a lo que agregó: “Votamos con boleta de papel desde 1983 a la fecha y han ganado todos los partidos políticos, han ganado todas las fuerzas, hemos perdido todos los partidos políticos y todas las fuerzas”. Habría que recordarle a la vicepresidenta que con el sistema vigente, caracterizado por la multiplicidad de boletas partidarias, han sido innumerables los casos de fraudes por robo y sustitución de boletas en todo el país y que los partidos más chicos siempre se han visto perjudicados con su uso, por citar algunas de las graves fallas del actual sistema. Lamentablemente, la vicepresidenta ratifica con esas declaraciones y con los modos en que se pronuncia que el relato tergiversador sigue siendo su fuerte a la hora de intentar retener a su núcleo duro de votantes y de procurar captar incautos.
No extraña que, en este tema, el presidente Alberto Fernández se haya hecho eco de ese pronunciamiento y menos sorprende en consecuencia que diputados opositores hayan ya adelantado la advertencia del oficialismo respecto de un posible veto presidencial a una eventual ley.
El Estado se ahorrará alrededor de 3000 millones de pesos en impresión y en logística, con los beneficios que ello implica
Entre las ventajas de la boleta única de papel, que se utiliza en gran cantidad de países desde hace muchísimo tiempo, figuran la garantía de una mayor equidad para todos los partidos, pues se visibiliza su presencia en igualdad de condiciones; también asegura al ciudadano poder elegir de forma sencilla y fehaciente, ya que el Estado será el único responsable de su impresión y no podrán alegarse faltantes de boletas de determinados partidos en los cuartos oscuros, erradicando de ese modo las nefastas prácticas clientelísticas como el “voto cadena”, el robo de papeletas y su adulteración.
No es menor destacar que, mediante la implementación de este sistema, el Estado se ahorrará alrededor de 3000 millones de pesos en impresión –la utilización de menos papel y tinta– y, además, se necesita menos logística, con los beneficios que ello implica.
En resumidas cuentas, asegura que la oferta completa esté disponible para todo el electorado, en todas las mesas de votación, en todo el territorio y durante toda la jornada electoral, algo que no consigue el actual sistema. No hace falta que recordemos aquí la innumerable cantidad de oportunistas que se aprovecharon de esas fallas en beneficio personal o de su propio sector.
Dar la discusión y arribar a consensos es el camino correcto
Que el debate entre fuerzas opositoras haya sido arduo constituye un claro paso hacia una vocación acuerdista. Todos expusieron sus dudas, lo que les permitió llegar a coincidencias básicas como, por ejemplo, que se aplicará el modelo de boleta única de Córdoba, con lo que se concentraría en la misma papeleta toda la oferta electoral a nivel nacional (presidente y vicepresidente, diputados y senadores nacionales) y que se instrumente no solo en las elecciones generales sino también en las PASO.
Otro punto que mereció una amplia discusión entre casi todo el arco opositor fue la disposición física de las distintas agrupaciones en la boleta única. Se acordó que en las elecciones primarias la ubicación de cada lista se defina por sorteo y que, en las generales, se determine según el resultado electoral de las primarias.
Dar la discusión y arribar a consensos es el camino correcto. Si el oficialismo cree que el diseño puede mejorarse, debe debatir y no cancelar el tema aduciendo cuestiones tan pueriles como la que –en verticalista sintonía con la vicepresidenta– expresó durante el referido plenario la secretaria de Asuntos Políticos del Ministerio del Interior, Patricia García Blanco. Dijo que el actual sistema de boletas partidarias es “imparcial” y que permitió “una pacífica alternancia entre las fuerzas políticas. Todas han ganado y han perdido elecciones con este sistema”, repitió la funcionaria. La pregunta es a qué costo. Y no solo nos referimos al económico.
Si el oficialismo cree que el diseño puede mejorarse, debe debatir y no cancelar el tema aduciendo cuestiones pueriles como las expresadas tanto por la vicepresidenta Cristina Kirchner como por la secretaria de Asuntos Políticos del Ministerio del Interior
También ha dicho García Blanco que “una reforma política no puede hacerse a las apuradas”. Desde ya que no. Resta más de un año para los comicios de 2023 y, si el tema no se trató hasta ahora, fue por la resistencia que siempre opuso el kirchnerismo para abordarlo, basado en su profunda convicción de que hacerlo les significaría un tremendo problema, por cuanto nunca han sido amigos de la transparencia, sino todo lo contrario.
Reiteramos lo que venimos diciendo con insistencia desde estas columnas: que 2022 sea un año no electoral lo convierte en una inmejorable oportunidad para debatir una mejora en el mecanismo de selección de nuestros representantes. Las infundadas resistencias, asociadas a prácticas clientelares y fraudulentas, deberían ser sepultadas por quienes han comprendido la tan postergada demanda de transparencia y practicidad en los procesos electorales que formula la sociedad argentina.