Una autocrítica necesaria
Tras la experiencia en Harvard, la Presidenta tiene ahora la oportunidad de reflexionar sobre lo hecho; llamado de ADEPA al consenso republicano
Mientras se realizaba en Córdoba la asamblea anual de ADEPA, la entidad representativa de los diarios, periódicos y revistas de todo el país, la Presidenta mantenía el desdichado encuentro con los estudiantes de la Universidad de Harvard. Si aquella asamblea periodística se preparaba para aprobar una vez más un documento con la advertencia de los peligros en que sume a la Argentina la intolerancia creciente del Gobierno, un grupo de jóvenes argentinos y extranjeros, a miles de kilómetros de distancia, mostraba que algo grave ocurre, efectivamente, en nuestra república.
No ha sido en el mejor de los escenarios nacionales, pero sí en un ámbito provincial en que el gobernador surgido de las mismas filas políticas de la Presidencia unió su voz a las de quienes reclaman por el derecho al disenso donde ADEPA realizó su 50ª asamblea. En la declaración final, subrayó el agravamiento paulatino de las condiciones en las que la prensa se desenvuelve desde la llegada de los Kirchner al poder, en 2003.
Con los años fue posible reconstruir los antecedentes autoritarios de quienes en los años noventa, habiéndose constituido en amos y señores de Santa Cruz, se especializaron en la utilización de los recursos del estado provincial para atacar, atemorizar y humillar a sus oponentes.
Basta escuchar al actual gobernador santacruceño, Daniel Peralta, antiguo aliado de los Kirchner, para cerciorarse de que es mucho más que una cuestión de ideas lo que fundamenta la incompatibilidad de la política nacional en curso con la esencia de la democracia; es un estilo, una modalidad de plantarse ante la vida y de vincularse con el mundo.
No es que la Presidenta haya sido débil en Harvard, sino que careció de parte de quienes la rodeaban y tenían la obligación de protegerla, del consejo de que asumir allí esa actitud la llevaría a un fracaso memorable. Fue lo que sucedió, justo en los espacios académicos asociados a Boston, donde una estatua de Sarmiento aporta otra información sobre lo que puede esperarse de los argentinos.
El documento de ADEPA contiene un renovado llamado a la esperanza. Alerta sobre el riesgo inminente de que enmudezcan las voces remanentes de independencia periodística, pero apuesta por los valores del diálogo y del consenso republicano. No ha cerrado definitivamente ADEPA una sola puerta; por el contrario, ha instado a revisar junto con sus responsables el camino trazado por el Gobierno en materia de libertad de prensa.
Tampoco la Presidencia podría olvidar que las experiencias dolorosas de Georgetown y Harvard han sido compartidas en un estupor colectivo por millones de argentinos. Ha llegado para ella la hora de la reflexión profunda si toma de la crisis de Harvard la oportunidad que le brinda.
No se puede atropellar con impunidad a los compatriotas reacios a sumarse a la obsecuencia en que se postran funcionarios y empresarios temerosos de la reprimenda pública, cuando no de la aplicación aviesa de los instrumentos de control del Estado para perseguir, como dice la declaración de ADEPA. No se puede descalificar a periodistas, jueces o estudiantes por considerarlos apartados del guión profesional confeccionado, como los viejos guiones marxistas, para las preguntas y respuestas a fin de que todos se atengan a una letra autoritaria y pedante.
El muchacho sanjuanino que se retiró casi con lágrimas del encuentro con la Presidenta en Harvard debe saber que no está solo, que lo alcanza el abrazo cálido y reconfortante de los argentinos renuentes a entregarse al fatalismo y al autoritarismo. La Argentina no es ni será la Cuba de Castro, la Venezuela de Chávez o el Irán fundamentalista. Quiere volver a Boston, pero para ser reconocida por el espíritu aún vivo de Sarmiento.