Una AFA que sigue oliendo muy mal
Los lazos entre la política y algunos dirigentes del fútbol, como Pablo Toviggino, acrecientan las sospechas sobre más negocios turbios
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Muchas cosas huelen mal en la AFA. Desde hace tiempo, los éxitos deportivos obtenidos por la calidad, el esfuerzo y el trabajo de jugadores y técnicos, permiten a la dirigencia escudarse en ellos para disimular u ocultar sus desmanejos y las sospechas de corrupción. Acaba de trascender que el titular de la entidad rectora del fútbol argentino ha sugerido a los dirigentes que la integran que no hagan declaraciones y reclamos en público. El pez por la boca muere, afirma un viejo dicho, por cuanto todo indicaría que Claudio Tapia, que mucho puede haber aprendido como familiar del clan Moyano, está proponiendo una suerte de ley de silencio u omertá, el código de la mafia siciliana.
Ya hubo otros escándalos en el ámbito del fútbol profesional, como el que estalló hace pocos años y afectó a la propia FIFA y a la memoria del fallecido presidente de la AFA Julio Grondona. Las sospechas de manejos oscuros y la utilización de este deporte que convoca a centenares de millones de espectadores, para posibilitar el lavado de dinero de orígenes poco claros, es una preocupación creciente.
La relación de la política con el fútbol no es nueva en la Argentina, pero desde hace un tiempo la diferencia radica en que personajes surgidos desde los bordes de la marginalidad logran ascenso económico usando como escalera el fútbol y la política, en vez del camino del esfuerzo que requieren el estudio, el trabajo y la vocación por emprender.
Hoy lo vemos en figuras propias de una Argentina degradada, como ciertos dirigentes de la AFA como su presidente o quien aparece como su mano derecha o el poder en las sombras, el tesorero Pablo Toviggino, que en parte debe su ascenso a sus vinculaciones con el controvertido gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, que ha implementado en esa provincia un régimen patrimonialista, como que se turna con su esposa en el gobierno, y que con un grupo de genuflexos ha convertido a la legislatura y a la Justicia en simples oficinas burocráticas al servicio de su voluntad caudillesca.
Toviggino viene de tener un duro cruce en las redes sociales con el director técnico de Independiente, Carlos Tévez, quien ha cuestionado fallos arbitrales que habrían perjudicado a su equipo. En esos mensajes, Tévez sugirió la presunta existencia de actos de corrupción que involucrarían a Toviggino por supuestos retornos indebidos a partir de la participación de la selección argentina en el Mundial de Qatar y en una de sus últimas giras por China.
El abogado Edgardo Taboada ha acusado a Toviggino de integrar junto a otro dirigente de la AFA y del fútbol santiagueño, Guillermo Raed, una asociación ilícita dedicada a la usurpación de campos y de ser testaferro de Daniel Zamora, hermano del gobernador. Se trata de otro revelador dato de una provincia donde incluso el presidente de su Superior Tribunal, Federico López Alzogaray, ha sido denunciado en organismos internacionales por haber usurpado una propiedad rural en el departamento Robles,
En pocos años, desde un club ignoto, incluso en la propia provincia de Santiago del Estero, Toviggino, ha sumado un extraordinario poder en la AFA merced a su vinculación con el gobernador Zamora, mostrando un crecimiento patrimonial en campos, cría de caballos de equitación, un hotel cercano al estadio de fútbol que propuso construir con fondos públicos, y hasta un cementerio privado. Una carrera meteórica para este rosarino que hace un tiempo se radicó en la provincia norteña y que, curiosamente, hasta fue vicepresidente del club Barracas Central, cuando lo presidía Tapia.
Además de sus vínculos con el gobierno de Santiago del Estero también los estableció con el ex ministro de Economía y frustrado candidato presidencial Sergio Massa, lo cual le valió un contrato en el Congreso de la Nación, mostrando la insaciabilidad de estos exponentes de la peor faceta de la Argentina.
El uso y abuso de la red social X (antes Twitter) muestra rasgos de su personalidad, como su lenguaje propio de orillero, sin respeto a trayectorias, y palabras con mensajes extorsivos. Muy propio de un país que ha degradado la convivencia civilizada, desdeñado la cultura y la educación, y exaltado como modelos de éxitos a personajes que suelen pulular en las cercanías del poder, donde campean la mediocridad y la indecencia propia de las oligarquías prebendarias.
Nada de esto puede extrañar en torno de una entidad como la AFA en la que, parafraseando una expresión del Hamlet, podría afirmarse que algo está podrido. Negocios turbios, conexiones irregulares con el mundo de la política, el sindicalismo y las barras bravas, designaciones sospechosas de jueces, fallos escandalosos y manejos arbitrarios de ascensos y descensos en todas las categorías del fútbol profesional son algunos de los temas que sustentan esta afirmación.