Un expresidente acorralado
Los escandalosos negociados que revelan los chats de su secretaria y las denuncias de su exesposa jaquean a Alberto Fernández
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Al finalizar Alberto Fernández su gestión presidencial, el 10 de diciembre de 2023, expresamos desde esta columna editorial que lo único para celebrar en el fin de su mandato era precisamente eso. Había ya por entonces suficientes razones para pensar que estábamos ante uno de los peores presidentes de la historia argentina y no podríamos sorprendernos en los días que corren de que el exmandatario se encuentre cada vez más acorralado ante la Justicia por escándalos de corrupción como el de los costosos seguros del Estado que beneficiaron a amigos del poder. Sin embargo, la indignación general no puede menos que aumentar frente a las más recientes revelaciones según las cuales Alberto Fernández no solo sería un pésimo funcionario, sino además responsable de actos de violencia de género contra su expareja, Fabiola Yañez, cuando ambos vivían en la quinta presidencial de Olivos.
Cientos de conversaciones telefónicas entre la secretaria del entonces presidente de la Nación, María Cantero; su esposo, el broker de seguros Héctor Martínez Sosa, y el propio exjefe del Estado, que analiza la Justicia, dan cuenta de diferentes gestiones y maniobras para favorecer al citado agente asegurador, quien mantiene con Fernández una vieja relación personal.
Los diálogos tornan aún más fundadas las serias sospechas sobre la existencia de negociaciones incompatibles con la función pública por parte del entonces presidente de la República, quien al menos aparecería interesándose por acercar al esposo de su secretaria privada a importantes dependencias del Estado nacional, como la Cancillería y Fabricaciones Militares. La Justicia deberá determinar si, además de ser responsable de un posible incumplimiento de sus deberes de funcionario y malversación de fondos, Fernández habría integrado una asociación ilícita.
Cualquier ciudadano de a pie tendrá el derecho a desconfiar de la devaluada palabra de quien, siendo Presidente, tuvo el descaro de desmentir la recordada fiesta de Olivos en medio de la pandemia
Las sospechas acerca de un gigantesco negociado surgieron tras conocerse que, luego de que el entonces primer mandatario ordenase mediante un decreto que todos los seguros estatales debían pasar por la empresa Nación Seguros, en las contrataciones de esas pólizas por distintas dependencias oficiales aparecían innecesarios gestores con fuertes vínculos con el poder político, quienes se beneficiaron con suculentas comisiones. Entre ellos, descollaba Martínez Sosa, cuya esposa, desde la estratégica secretaría privada de la Presidencia, se encargaba de favorecer sus relaciones comerciales con la ayuda del propio jefe del Estado, según se desprende de las conversaciones de WhatsApp en poder de la Justicia. Como dato adicional, Martínez Sosa aparece como prestamista de Fernández en las propias declaraciones juradas que este presentó como funcionario público, por un monto original que, allá por 2008, alcanzaba los 20 mil dólares y que no habría sido devuelto.
La dimensión económica del escándalo la da el hecho de que, durante la gestión presidencial de Fernández, se habrían dilapidado unos 3500 millones de pesos en comisiones de seguros, una cifra que se multiplicaría si fuese actualizada por la inflación. Pero lo notable es que, de las conversaciones entre la secretaria presidencial y su marido surgen datos de otros brokers que se beneficiaban de este negocio con el Estado y de funcionarios y sectores políticos, como Sergio Massa o La Cámpora, que habrían intervenido en gestiones parecidas tendientes a favorecer a determinados gestores de seguros, y que la Justicia tendrá que investigar a fondo.
Los chats de María Cantero son reveladores asimismo de un mensaje de Fabiola Yañez sobre eventuales actos de violencia que habría sufrido de su esposo y que esta última se encargó de denunciar ayer ante la Justicia. Fernández asegura que “jamás ocurrió” lo que se le imputa. Habrá que dejar que la Justicia actúe, aunque cualquier ciudadano de a pie tendrá todo el derecho a desconfiar de la devaluada palabra de quien, siendo Presidente, llegó a jactarse de su transparencia y de haber terminado con “los sótanos de la democracia”, y hasta tuvo el descaro de desmentir la tristemente recordada fiesta en Olivos en medio de la pandemia y el aislamiento obligatorio que él mismo había dictado. Los resultados están a la vista.