Un discutible blanqueo para reactivar la construcción
Una política basada en la disciplina fiscal, la moderación impositiva y la seguridad jurídica tornaría innecesarios los habituales blanqueos
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Con la sanción y promulgación de una reciente ley, se puso en marcha el sexto blanqueo impositivo desde 1983. Con esta medida, el pragmatismo fiscal ha vencido a la reserva moral que debiera impedir que se beneficie a quienes incumplieron sus obligaciones tributarias y generaron fondos que escaparon del circuito formal de la economía. Siempre hay una ridiculización de quienes cumplieron con sus obligaciones. Hecha esta salvedad, debe reconocerse también que el desmedido aumento de la cantidad y el nivel de los impuestos en la Argentina ha impulsado fuertemente la evasión. Durante las anteriores tres gestiones kirchneristas, la recaudación tributaria de los tres niveles de gobierno (Nación, provincias y municipios) pasó del 25,6% del PBI al 39,4%. La presión nominal era aún mayor, ubicándose entre las más altas del planeta. No fue casual que el blanqueo aplicado por el presidente Mauricio Macri, en 2016, fuera el que convocó la mayor cantidad de fondos.
La peculiaridad de esta nueva medida es que el dinero ingresado debe ser aplicado en la construcción de vivienda. Las disposiciones que incluye la norma son abundantes y detalladas para asegurar ese destino y no otros. Incluye exenciones impositivas en las actividades resultantes de la aplicación de los fondos. También cuida correctamente detallar quiénes están excluidos del beneficio por sus cargos de gobierno u otras razones que atienden a los antecedentes personales o empresariales.
Una vez más, el pragmatismo fiscal ha vencido para beneficiar a quienes han incumplido sus obligaciones tributarias
Se premia la celeridad con la gradualidad de los beneficios, pretendiendo que no haya demoras. Esto indica un objetivo no solo estructural, sino también coyuntural. Lo que no establece la ley es una comprobación de que las construcciones en las que se aplican los fondos se realicen a precios competitivos por empresas independientes. Por lo contrario, acepta incluso que los fondos sean utilizados en forma directa por quien los blanquea. Esto abre un espacio para que una parte de esos fondos se libere turbiamente a otros destinos como utilidad de las empresas constructoras relacionadas.
Las alícuotas o impuestos de blanqueo de esta ley son elevados en comparación con blanqueos anteriores. Varían entre 5% y 20% según el tiempo transcurrido desde la puesta en vigor. Lucen así poco atractivos. Por ejemplo, el blanqueo de Raúl Alfonsín (ley 23.495) iba del 2% al 10%. El de Carlos Menem (ley 24.073) fue del 1% al 2%. El dictado a comienzos de la gestión de Mauricio Macri fue del 5% al 15%. Debe considerarse, además, la existencia del cepo cambiario y la consiguiente brecha entre las cotizaciones. Este nuevo blanqueo dispone que las divisas ingresadas sean transformadas a pesos al tipo de cambio comprador del Banco Nación. Hay, por lo tanto, una importante quita adicional respecto de las cotizaciones libres. En definitiva, con la brecha cambiaria actual sumada al impuesto, cada dólar ingresado se convertiría en 0,53 a 0,63 dólares libres. Se verán los resultados, pero está claro que el atractivo tiene que haber mermado desde el momento en que el sector de la construcción impulsó este blanqueo direccionado. Los costos de la construcción han aumentado más aceleradamente que el tipo de cambio oficial.
Las alícuotas o impuestos de blanqueo de esta ley son elevados en comparación con blanqueos anteriores
Un país normal, con gobierno limitado y cargas impositivas moderadas, con seguridad jurídica, respeto por la propiedad y leyes laborales razonables, no tendría necesidad de blanqueos. Tampoco debería recurrir a este mecanismo para activar la construcción, ya que habría crédito abundante y barato, al igual que plazos apropiados para resolver esa carencia. Aunque hoy esta medida pueda ser considerada con una mirada pragmática y coyuntural, debemos abogar para que nuestro país no necesite recurrir a más blanqueos.