UCR: nuevas autoridades, viejos vicios
La presidencia del centenario partido recayó en un dirigente como Martín Lousteau, no bien recordado tras su paso por el gobierno de Cristina Kirchner
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La Unión Cívica Radical (UCR) ha elegido sus nuevas autoridades ejecutivas para los próximos cuatro años. Lo ha hecho en elecciones irreprochables, que representan uno de los pocos casos –si no el único– en que un partido político ratifica su apego al ordenamiento legal que rige para el funcionamiento de las agrupaciones políticas.
El radicalismo fue fundado en 1891. En su largo e ininterrumpido desenvolvimiento, tanto en la legalidad como en la clandestinidad en que lo pusieron los golpes de Estado, asumió responsabilidades históricas al llegar al poder en seis oportunidades: con Hipólito Yrigoyen, dos veces, y con Marcelo T. de Alvear, Arturo Illia, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa.
Suscita interés conocer la orientación que el senador nacional Martín Lousteau, flamante presidente del comité nacional de la UCR, imprimirá a la gestión del viejo partido. Su nombre no es una garantía de éxito y sus propios antecedentes están reñidos con la tradición radical. Lleva algunos años en el partido, pero suele actuar como un recién llegado, desconocedor de sus tradiciones y estilo, y se explica por la extensión en que ocupó cargos en administraciones peronistas.
Lousteau fue, cuando estuvo al frente del Ministerio de Economía en la primera presidencia de Cristina Kirchner, el autor de la tristemente recordada resolución 125 sobre retenciones móviles a las exportaciones agrícolas –en particular, la soja–, y en la memoria del campo es difícil de borrar una tan infeliz iniciativa que, por fortuna, naufragó en el Senado de la Nación. Fue merced al voto, entre otros, de los representantes de la UCR. El voto decisivo, el que se emitió cuando las posiciones se hallaban empatadas, correspondió al vicepresidente, Julio Cobos, radical de Mendoza.
Lousteau derrotó, en la pugna por la presidencia partidaria, al gobernador de Corrientes, Gustavo Valdez. Este resultaba menos conflictivo que Lousteau desde la perspectiva de las líneas más moderadas y consustanciadas con la forma de ser de un partido con cien años largos encima. Contó el ganador con el respaldo de algunos de los otros cinco gobernadores de origen radical y con el apoyo, sobre todo en Buenos Aires y la Capital Federal, de quienes se habían encolumnado, dentro de Juntos por el Cambio, detrás de la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta.
La desazón en esas filas tras la debacle en principio inesperada fue grande. A tal punto que, antes del balotaje del 22 de noviembre, se emitieron desde ese espacio declaraciones sobre las que no se supo debidamente si constituían expresiones de neutralidad ante el lance final entre los dos competidores que habían quedado en la liza o si en realidad apoyaban solapadamente la candidatura del ministro-candidato.
Hubo, entre estos, algunos desafortunados juicios abiertos de votar por Sergio Massa, o sea, por el representante del régimen que no solo había fracasado estrepitosamente en sus cuatro años de gobierno y dilapidado como nunca en una campaña electoral fondos públicos, sino que había degradado en todos los órdenes la condición republicana de la democracia que acaba de cumplir cuarenta años continuados de vigencia.
No deben olvidarse, en tal sentido, las gobernaciones, legislaturas y flancos del servicio exterior caracterizados en los cuatro períodos de verdadero caos y desgobierno kirchnerista por la conducta de figuras con credenciales radicales que fueron tanto o más solidarias con ese fracaso evidente que muchos de los que habían fundado el fenómeno que llevó al peronismo a su peor versión desde la revolución militar de 1943. Entre tantos otros, el senador Leopoldo Moreau; el intendente de Ensenada, Mario Secco,; los embajadores Carlos Raimundi y Ricardo Alfonsín, y el gobernador Gerardo Zamora, de Santiago del Estero.
Gerardo Morales, presidente saliente de la UCR, facilitará en un sentido las posibilidades de lucimiento del sucesor. Ha dejado tan bajo el listón por el que se mensura la eficiencia de las actuaciones públicas que con poco esfuerzo Lousteau mejorará la performance que le toque en suerte. Un comienzo promisorio será desprenderse de la influencia de los sectores bonaerenses y capitalinos que han transado más de la cuenta con el kirchnerismo corrupto en la Legislatura bonaerense, en intendencias y entes autónomos o autárquicos, como las universidades nacionales que controlan.
Deberá también el nuevo titular de la UCR poner a prueba sus condiciones como líder capaz de cohesionar a un partido disperso. Él mismo contribuyó a una heterogeneidad inexplicable en un gran partido nacional al mantener hasta hace días a su grupo operativo, Evolución Radical, fuera del bloque de diputados nacionales del radicalismo. Ese bloque será conducido en adelante por Rodrigo de Loredo, otro joven dirigente que necesita madurar algunos años más en la solera exigente de la práctica política en el primer nivel nacional.
A partir de ahora, cabe esperar de Lousteau que cumpla con el compromiso explicitado al asumir la presidencia de la UCR de promover la educación de excelencia, la salud pública de calidad y la independencia de la Justica. Y, además, que se haga eco de la opinión pública que reclama de su parte fiscalizar el desenvolvimiento probo de los gobernantes y apoyarlos en el Congreso en la aprobación de las leyes indispensables para dejar atrás la Argentina de regulaciones que traban el trabajo y las inversiones.