Túnez, democracia arruinada
MADRID.- La Constitución dejó de tener plena vigencia en julio de 2021, cuando el presidente de la República de Túnez, Kais Saied, destituyó al primer ministro y suspendió las actividades del parlamento, atendiendo a una discutible interpretación de las “medidas excepcionales” pero temporales que le permite tomar la Constitución. Elevado al poder gracias a una elección presidencial plebiscitaria, este jurista conservador y populista ha ido concentrando todo el poder en sus manos, anuló al poder legislativo primero de forma permanente y ahora ha decretado la clausura del Consejo Superior de la Magistratura.
El último paso que falta para culminar el proceso es la formalidad de su plasmación jurídica en la nueva Constitución que Saied se propone someter a plebiscito el próximo 25 de julio, cuando celebrará el primer aniversario de la suspensión del parlamento. Quienes la están redactando no son, por supuesto, ciudadanos surgidos de la elección democrática, sino juristas nombrados por el presidente. Saied no ha destruido únicamente la Constitución más avanzada de esta región africana, sino que también ha liquidado la esperanza que significaba la democracia pluralista surgida de la revuelta de los jazmines, que derrocó al dictador Ben Ali en 2010. No es extraño que Saied reciba los plácemes de las monarquías petroleras, la discreta complacencia de China y las simpatías de todos los regímenes que cifran en este fracaso la superioridad de la mano dura y la concentración de poder sobre las democracias liberales.