Tras cinco años del Acuerdo de París
Se ha perdido mucho tiempo, por lo que urge que los gobiernos respalden con acciones concretas el vital convenio para frenar el calentamiento global
El Acuerdo de París sobre el Cambio Climático firmado en 2015 fue un hito. Probablemente haya sido el resultado de un cansancio tras 25 años de tortuosas negociaciones que, en síntesis, habían sido una decepción.
En París se logró, por primera vez, que los países ricos y pobres se unieran en un tratado legalmente vinculante mediante el que se comprometieron a mantener la temperatura global promedio por debajo de los 2°C de los niveles preindustriales, el límite de seguridad científicamente aconsejado, con la aspiración de no superar los 1,5°C.
Los líderes mundiales reconocieron la necesidad de trabajar para un futuro común y ello permitió que delegados de 196 países, que representan el 97% de las emisiones globales, y actores no estatales como empresas, gobiernos locales e instituciones financieras alcanzaran aquel histórico acuerdo.
Aun cuando las pruebas sobre el calentamiento global eran ya irrefutables, Donald Trump cumplió con su promesa –y con los intereses que habían apoyado su candidatura– e inició el proceso de desvinculación de los Estados Unidos –la economía más grande del mundo y el segundo mayor emisor– del Acuerdo de París. Sin embargo, el sistema se mantuvo vigente: el resto del mundo siguió adelante y no hubo nuevos éxodos. La Unión Europea mantuvo sus objetivos y China sorprendió al mundo en la asamblea general de la ONU de septiembre último con un desafío de cero emisiones netas.
Es cierto que París podría considerarse un fracaso: las emisiones globales aumentaron un 10% entre el 2015 y 2019, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP). Y aun cuando los gases del efecto invernadero disminuyeron por el coronavirus, la mayoría de las emisiones permanecieron casi invariables y se prevé que la producción de combustibles fósiles aumente a una tasa de un 2% anual. Incluso en nuestro país, continuó la tala de bosques.
El planeta está 1°C por encima de los niveles preindustriales y los resultados de este aumento se reflejan en condiciones climáticas extremas: incendios forestales, huracanes, sequías extremas y un rápido deshielo del Ártico.
No obstante, juzgar al Acuerdo de París únicamente por lo que no ha ocurrido sería desconocer los avances logrados: la energía renovable representará alrededor del 90% de la nueva capacidad de generación de energía instalada en todo el mundo, según la Agencia Internacional de Energía, y para 2025 será la mayor fuente, desplazando al carbón. Se trata de un aumento masivo que refleja caídas rápidas en el precio de las turbinas eólicas y los paneles solares; varias compañías petroleras, incluidas BP y Shell, ahora planean convertirse en carbono neutral. Los vehículos eléctricos también han evolucionado mucho más rápido de lo esperado, numerosos países se encaminan a un nuevo propósito, basado en los objetivos de París: emisiones netas cero. China anunció que alcanzaría cero emisiones netas en 2060. Japón y Corea del Sur rápidamente siguieron su ejemplo. Joe Biden, adelantó que uno de sus primeros actos como presidente será el reingreso de los Estados Unidos a los acuerdos sobre el clima y que, revirtiendo la conducta adoptada por la administración anterior, adoptará el objetivo de cero emisiones netas para 2050.
Si todos estos países cumplen sus objetivos podría mantenerse un aumento de temperatura de 2,1°C, muy por debajo de los 3°C a los que estábamos encaminados, según las denominadas contribuciones determinadas a nivel nacional, presentadas en 2015, en París.
El Reino Unido será el anfitrión de la cumbre de la COP 26 el próximo noviembre. El tema del financiamiento para la acción contra el cambio climático será crucial para incorporar a los países en desarrollo, que han sufrido la peor parte de un problema sin haberlo generado.
Hasta ahora, hemos funcionado sobre todo a base de tragedias, crecimiento, destrucción y nuevamente volver a empezar. El conocimiento científico es el que puede ayudar a la convivencia y a sortear las emergencias de las catástrofes. Se ha perdido mucho tiempo, es cierto, pero todavía hay motivos para el optimismo. El acuerdo de París ofrece la mejor esperanza de evitar los peores estragos del colapso climático. La pregunta es si los países están preparados para respaldarlo con acciones.