¿Terrorismo racial en EE.UU.?
Las dos últimas masacres que dejaron más de 30 muertos en menos de 24 horas en El Paso, Texas, y Dayton, Ohio, han conmocionado a los Estados Unidos y al mundo. Si bien estos escalofriantes acontecimientos están lejos de ser percibidos como algo normal, su frecuencia los ha transformado, preocupantemente, en habituales. Lo ocurrido en particular en El Paso confiere una dimensión política al caso, en el sentido de que el asesino habría actuado movido por el odio a los inmigrantes mexicanos.
Como ha sucedido en matanzas colectivas anteriores, se instaló el debate sobre el fácil acceso de la población estadounidense a las armas. Y, al igual que las otras veces, todos los intentos de abolir la Segunda Enmienda de la Constitución, que consagra el derecho de los ciudadanos a adquirir y portar armas, se han desbaratado ante el poder omnímodo de la Asociación Nacional del Rifle (ANR).
De acuerdo con el Pew Research Center, de Washington, tres de cada diez personas tienen al menos un arma y otras tres se plantean comprarla en un futuro cercano. Se calcula que en poder de civiles circulan cerca de 350 millones de armas, más que la cantidad de habitantes. "Las armas no matan, son las personas quienes matan", dicen los defensores de las armas, y en eso tienen algo de razón. Para que las armas se vuelvan letales, se requieren personas dispuestas a usarlas. Lo grave es que en EE.UU. se dan las dos cosas: muchas armas y personas dispuestas a utilizarlas.
Al debate sobre la venta libre de armamento se añade un nuevo foco de atención como el referido al tema de la inmigración, que el presidente Trump ha convertido en uno de los ejes de su discurso político y que contribuye fuertemente a crear un clima de intolerancia con expresiones de clara connotación racial.
La matanza en El Paso es una muestra contundente de intolerancia racial. El asesino había escrito un manifiesto racista en el que prometía eliminar la mayor cantidad posible de hispanos para frenar la invasión del territorio estadounidense.
Trump culpó de la masacre a los videojuegos violentos y a los problemas de salud mental y, en lo que se consideró una concesión tardía a la brutal realidad de las matanzas, condenó el supremacismo blanco, aunque sin reconocer que, por su discurso de claras connotaciones raciales, el terrorismo nacionalista blanco encuentra legitimidad.
Además de la política migratoria que lleva adelante el gobierno de los Estados Unidos, gran parte de la sociedad norteamericana atribuye las matanzas de los últimos años a la facilidad para adquirir armas. Se impone, en consecuencia, revisar la actual política referida a la venta de armas, limitándola exclusivamente a casos plenamente justificados.