Continúa el terror en Venezuela
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Durante la campaña electoral, Nicolás Maduro había prometido un baño de sangre en Venezuela si el chavismo no ganaba las elecciones del 28 de julio. El dictador chavista cumplió con su amenaza e inició una brutal ola de violencia y persecución contra la oposición venezolana y contra todos aquellos que se atreven a discutir los desfavorables resultados electorales y denunciar fraude.
Sin importar que Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otros, le hayan exigido a Miraflores revelar los documentos electorales. Maduro, soberbio y desafiante, ha tomado el camino opuesto: el de la radicalización y la consolidación como dictadura. A pesar de haber quedado expuestos ante la comunidad internacional, el régimen sigue demostrando estar dispuesto a hacer todo lo necesario para mantenerse en el poder, cruzando de manera cada vez más criminal las fronteras de la cordura.
Maduro ha hecho méritos de sobra para graduarse con honores como el peor de los tiranos. Entre el miedo, la impotencia y la desesperación, las denuncias por detenciones arbitrarias en barrios populares o en casas de activistas políticos, militantes de oposición, testigos electorales o ciudadanos que asistieron a las protestas se multiplican así como de violaciones del derecho de defensa en improvisadas audiencias en las que se arman falsas acusaciones de subversión.
La dictadura bolivariana sigue intensificando sus prácticas de terrorismo de Estado, tal como las calificaron sin ambigüedades la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la resolución de los países miembros de la OEA exigiendo al gobierno venezolano publicar de inmediato las actas de los comicios bajo verificación imparcial, sin ningún resultado hasta el momento.
Volker Türk, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos , profundamente preocupado por las restricciones a la libertad de expresión, reunión pacífica y asociación, denunció detenciones arbitrarias en Venezuela y un uso desproporcionado de la fuerza, todo ello fogoneando un creciente clima de miedo posterior a las elecciones. Con más de 2400 detenciones en el último mes y medio bajo la legislación terrorista, se estima que podría haber cientos de desaparecidos, pues la ONG venezolana Foro Penal solo identificó a 1581. Hay 114 adolescentes detenidos, 14 indígenas, 18 personas con discapacidad, 156 militares y 230 mujeres, según la organización, sin garantías judiciales ni posibilidad de contactar a abogados o familiares, copiando sistemas terroristas de los años ´70.
El reciente nombramiento de Diosdado Cabello como ministro del Interior de Venezuela, deja en claro que el chavismo no cederá ante las presiones locales o internacionales y que el aumento de la represión está garantizado. El mensaje que dieron fue contundente: “no estamos dispuestos a capitular bajo ninguna circunstancia”. Este oscuro miliar retirado, amigo de Chávez y hombre fuerte del régimen, ha sido investigado por Estados Unidos como partícipe directo en el tráfico de drogas integrando el llamado cartel de los Soles.
Horas atrás, el propio Cabello denunció un complot orquestado por la Central de Inteligencia Americana (CIA) y el Centro Nacional de Inteligencia de España para atentar contra Maduro y desestabilizar a su gobierno. Algo que fue categóricamente desmentido por los gobiernos de los Estados Unidos y España.
El tiempo transcurre y el ajedrez internacional mueve con pereza las fichas. Lula y Petro pretenden mantener vivas las negociaciones pero se equivocan al equiparar a la oposición con el gobierno de Maduro, favoreciendo a este último. La vida de los venezolanos en el país está en jaque, con Cuba y Nicaragua como las peores sombras. Mantener la llama del reclamo encendida es prioritario.