Supuestas personas no humanas
- 3 minutos de lectura'
El Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora analiza la evolución del concepto de persona desde los griegos y sus máscaras hasta la modernidad, pasando por el cristianismo, que define a la persona como “un ser individual de naturaleza racional”. Se cita a Gottfried Leibniz, quien expresa que “la palabra persona conlleva la idea de un ser pensante e inteligente, capaz de razón y reflexión…”. No hemos encontrado una sola definición que prescinda del carácter racional propio de la persona.
Por ello, sorprende la noticia de que se ha presentado un proyecto de ley que pretende amparar a los animales que –según la concepción en que pretenden fundarse– serían “personas físicas no humanas, y en consecuencia sujetos de derecho” dignos de protección. A título de ejemplo, se cita el caso de las mascotas, que no deberían ser tratadas como cosas al momento de disolverse una comunidad de bienes, y que tendrían un derecho alimentario propio. Se entiende que abarcaría a todos los animales, inclusive los vacunos, de donde surgió la pregunta acerca de si se prohibiría el consumo de carne de res. La respuesta fue que se autorizaría la cría, siempre que se los trate bien.
Sin ánimo de ridiculizar demasiado el insólito proyecto, nos acosan innumerables preguntas tales como si se sancionaría el crimen del zorro cuando se coma a la liebre, o al gato por devorar al ratón.
La peregrina idea no se sostiene ni un minuto desde el plano filosófico o meramente conceptual; tampoco desde su implementación práctica. Nadie se imagina una medida cautelar frente al Mercado de Hacienda para proteger la vida de las vacas, pero si de lo que se trata es de proteger a los animales, deberían reforzarse las normas ya existentes sobre protección animal, de modo que estos no sean maltratados innecesariamente, así como previendo el castigo a toda forma de crueldad hacia ellos.
De allí a pretender crear una categoría de “sintientes”, o sea rescatando cierta percepción que tienen algunos animales frente a la realidad que los circunda, hay un largo trecho. Con todo respeto por las inquietudes de los autores del proyecto, entendemos que deben evitarse las asimilaciones sin base real para procurar que nuestros legisladores se avoquen con mayor premura a atender la difícil realidad de nuestra patria en la que tantos conciudadanos viven por debajo de la línea de pobreza.
La tutela deseada debe tener por objeto la protección del ambiente en general, en sentido positivo o negativo, defendiendo las especies aptas y combatiendo las nocivas.
Existe un creciente desarrollo de una cultura y sensibilidad comunitaria de alcance global, de protección hacia la naturaleza en general, con suficiente fundamento para su tutela en el artículo 41 de nuestra Constitución Nacional, sin que sea necesario recurrir a construcciones forzadas que indefectiblemente chocan contra la realidad.
No puede menos que causar sorpresa una sociedad que le niega entidad al ser humano “por nacer”, atribuyéndose la capacidad para cercenarle el derecho a la vida, mientras aspira a concedérsela a los animales.
LA NACION